Todos los días paso por donde estaba el Video Imagen. Pienso en el International que desapareció primero y en otras tiendas de videos de algunas poblaciones cuyos nombre no recuerdo.
Me da pena que ya no exista Video Imagen y pienso que quizá esté en otro lado, tal vez en la misma casa de Miguel Montecinos, pero no lo sé. (¿alguien sabe si aún arrienda películas?)
Luego en mi casa, mi tesoro más preciado, el Home Cinema me mira como diciendo que se siente inútil sin los maravillosos blue-ray que arrendada en el video club. Quizás el homecinema termine como el viejo y querido VHS que yace como reliquia junto a la radio doble casete y el tocadiscos.
Esos momentos de nostalgia fílmica me llevan recordar las primeras películas que me llevó a ver mi madre al Cine Cervantes: La muerte de Un gallero, King Kong y El Triángulo de la Bermudas, creo, las tres en una tarde en rotativa. Me llevó también a ver Grease, y Fiebre de Sábado por la Noche. Ya con los amigo íbamos a ver las rotativas de karate con las que uno salía creyéndose Bruce Lee o con poderes para volar.
Vimos Tiburón, Encuentros Cercanos del Tercer Tipo, Flacsh Gordon, las de Conan o las Rocky y sobre todo las de Ornela Mutti quien nos abría los sentidos y expandía nuestro pequeño mundo interior. Íbamos a galería que tenía asientos de madera; comprábamos cigarros Turbo o Colo Colo y cuando teníamos más dinero comprábamos Advance.
Como eran tres películas seguidas, llevábamos a veces sándwiches o bolsas con uva, las cuales terminábamos lanzando a los pitucos de la platea quienes se sentaban en butacas acolchadas, las que hoy son usadas en un templo importante de nuestra ciudad.
Habían otros que lanzaban otras cosas hacia abajo. Recuerdo que a veces se “quemaba” la cinta y las pifias y los “¡ya po´cojoo!” se sentía en todo el cine. Don Jorge Aguilera era el cojo encargado del cinematógrafo. Tiempo después se hizo entrañable amigo de mi padre ahí en el paradero de taxi. Ni qué decir cuando alguien iba con guaguas y se ponía a llorar, “¡métele la teta a la guagua!“ era lo más suave que gritaban(mos) los de la galucha. La galería del Cine Cervantes ocupa un lugar preponderante en mi historia de vida.
Cada semana nos recibía Don Manuel o Don Juan Carlos, o los otros trabajadores de quienes no recuerdo o no supe nunca sus nombres. Siempre fueron muy amables y respetuosos. Incluso años después cuando a Don Manuel le encontraba paseando con su esposa, me saludaba igual que en el cine: “ jovencito cómo está”.
La última película que vi en el Cervantes antes de irme a estudiar fue Cinema Paradiso y hasta hoy, que trato de verla al menos una vez cada año, Toto me recuerda aquel niño fui, un chico feliz de ir al cine. De hecho, gracias al Cervantes, uno de los tres lugares donde más feliz soy es precisamente, en el cine.
Cuando me fui al mundo a construir lo que soy, fui al cine cada semana sin falta, a los mismos asiento en el Colón o el Tacora. Admito haber ido también algunas veces al Rex, donde seguían con las rotativas de películas italianas eróticas o por la noche con las XXX.
También fui asiduo asistente a ese cine lento, no hollywoodense, europeo , sin mucho marketing ni llegada a los cines tradicionales, llamada por los seudo inteletuales cine arte , ahí en el aula magna de la universidad. Como dato freak diré que la última película que recuerdo haber visto en el cine arte fue una que esperé que llegara a alguna sala, durante diez años: El Cocinero el Ladrón Su esposa y Su amante. Pedazo de película.
Cuando regresé, ya el Cine Cervantes se encontraba en estado terminal por la competencia de los cines modernos, pero yo seguí yendo aunque un par de veces sólo habíamos dos personas viendo la película de turno.
Seguro la historia de Video Imagen, si es que ya no existe de verdad, debe ser muy parecida. La lucha con Netfilx e internet debió ser dura. Y mi home-cinema aún sufre su ausencia. De verdad extraño arrendar películas y pasar las tardes en mis propias rotativas de aquellas películas que no llegaron al Cinemark (o ahora al Hoyts) o aquellas que no vi o que quiero repetir.(tengo Netflix, pero no es igual ni remotamente parecido).
Cuando ocurrió el fin y desmantelaban el Cervantes puede entrar con mi Super 8 a ver lo que sucedía. Aun conservo la grabación de ese terrible momento. De vez en cuando la veo y me recuerda las palabras en el final del Irreversible de Gaspar Noé: TEMPUX EDAX RERUM, (El tiempo todo lo destruye) que se convirtió en mi firma de gmail y lema de vida.
Gracias a todos los que hicieron posible la existencia del Cine Cervantes, a sus trabajadores, a quienes ya no están. Al International y por supuesto al Video Imagen. Gracias.
Gracias Totales.
K Ardiles Irarrázabal
Columnista
.