InicioOpiniónCarta al DirectorGracias Dios por este hermoso regalo.

Gracias Dios por este hermoso regalo.

Hace quince años que me he sentido un privilegiado por Dios en este servicio del Diaconado, algo que nunca imaginé en mi vida poder vivir, pero los caminos que Dios pone en las personas son inimaginables, uno no se da cuenta que la vida que se va construyendo en el día a día; siempre va acompañada en silencio por Dios y él en su infinita bondad pone sus ojos en personas que no siempre son lo mejor, como en mi caso que tengo muchas imperfecciones y muchas veces dejé de lado la coherencia de ser cristiano, por eso siempre me extrañó que Dios se fijara en mí, como si a través de mi persona  utilizara un instrumento para mostrar a otros que tienen miedo para decir sí al Señor; porque se consideran pequeños o inmerecido ante otros que por su sabiduría, por su capacidad, por su vida pueden ser llamados a vivir esta consagración.

Al recordar ese día, cuando estuve postrado, me di cuenta que la responsabilidad que yo tomaba en este ministerio sería muy difícil de llevar; pero ya ven,  esos miedos de a poco los he ido dejando, para descubrir que todos pueden ser testigos de la fe en su vida de familia y en la comunidad donde se desempeña.

Siempre me he considerado un afortunado porque en este tiempo me ha tocado servir a los hermanos de diversos modos, pero sin olvidar el gran desafío que por meses me encomendó el Padre Cristian Precht: de acompañar a la Parroquia Santa Madre de Dios en una situación difícil; pero Dios fue entregándome las herramientas para llevar a cabo esta tarea, no lo digo por vanidad, sino más bien soy un agradecido por descubrir a tantas personas con las cuales pudimos construir puentes para fortalecer y para encaminar la llegada del nuevo párroco; sin embargo, lo fundamental, la oración que llevó a calmar mi espíritu en la escucha y acompañamiento, fueron las grandes armas para crecer más como persona.

Pero nuevamente hemos sido privilegiados, ya que el Padre Miguel Hoban nos encomienda junto a mi esposa una nueva misión: la de acompañar al Padre Gerardo Parent en el servicio a dos parroquias pequeñas que están ubicadas al terminar el límite de la zona sur, en las que nos hemos sentido acogidos. Qué hermoso ha sido ya que uno se va interiorizando en la vida de estas comunidades y de las personas que requieren un acompañamiento necesario donde hay tantas personas de edad avanzada. Dios siempre nos va
mostrando su rostro en las personas y desde ahí uno puede desarrollar diferentes acciones, como reunir a familias en diferentes sectores y hacer oración. Y en ella hay agentes pastorales comprometidos que han entregado un valioso aporte en el servicio de evangelizar y ser portadores de la Buena Noticia, solo agradecer la confianza que ha tenido el Padre Gerardo y, hoy en día, el Padre Guillermo en nosotros; de manera especial a las personas que viven en esos sectores de las Parroquias Cristo Rey, San Nicolás de Tolentino y Resurrección del Señor.

En cada parroquia en que he podido servir: Los Parrales, Santa Madre de Dios y mi querida Damián de Molokai donde fui dando los primeros pasos en este servicio a los hermanos, son tantos los rostros de las personas que han pasado y creo que de cada una de ellas fui sacando algo para mi formación y encauzar mi fe. Sin olvidar a hombres santos como el Padre Esteban Gumucio y el Padre Ignacio Sánchez. En ellos descubrí cómo debe ser el servicio ministerial hacia los más pobres, dejando de lado los cansancios y comodidades para ser de verdad un enamorado de Dios, de su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo que va fortaleciendo los cansancios, los desasosiegos.

Pero de manera especial un reconocimiento a Gleny (Isabel) que me  acompañó en todo el proceso de discernimiento, después en la Escuela donde fue una alumna más durante tres años. Creo que a ella le debo en un gran porcentaje lo que he logrado en estos años, siempre brindando una palabra de apoyo o en determinados momentos asumiendo las tareas de papá y mamá, para que pudiera rendir trabajos, pruebas o estudiar con un grupo de hermanos y hermanas que también se preparaban para el Diaconado: Mario, Amado, José, Margarita, Belisario e Isabel; un buen grupo que nos fuimos ayudando unos a otros, bonitos recuerdos de personas que en algunos casos quedaron en el camino por diferentes circunstancias o Margarita que falleció al poco tiempo de ser ordenados.

Sobre todo el día en que se le descubrió un cáncer mamario del cual fue operada donde se le aplicó radioterapia; pero ella siempre fuerte, colocando toda su energía por salir adelante; pienso que la fortaleza de Gleny es la que la ha llevado durante toda su vida a saltar los difíciles obstáculos y sus enfermedades, las cuales hoy en día le producen fuertes dolores en todo su cuerpo, que la limitan pero ella no se deja amilanar; es en ella donde está mi pilar más fuerte y cable a tierra para desarrollar este ministerio del diaconado, siempre con una palabra o una crítica las que me han ayudado a crecer más como persona, soy realmente agradecido de este Dios que puso en mi camino a mi esposa.

Van pasando los años y si uno mira para atrás debe dar gracias a Dios por las personas que con su ejemplo de vivir el Evangelio han ido cimentando el camino para desde ahí aprender y hacerlo parte de mi vida; siento que cada día uno va aprendiendo más y como debe ser agradecido de Dios por este inmerecido regalo que ha dado a mi familia y también agradecer a mis hijos que siempre han estado fortaleciendo con una palabra, con un acompañamiento o soportando las veces que los he tenido que dejar por realizar algo inesperado, un responso o alguien que requiere ayuda. Ellos también son los cable a tierra que muchas veces me han dicho o me han detenido, porque también uno debe descansar o compartir con la familia.

En ellos, mis hijos y mi esposa, agradecer que cada día me brindan su amor, su aporte que hace crecer o enmendar errores; sin ellos creo que no hubiera llegado a lo que soy como Diácono y persona.

Y no me puedo olvidar de muchas personas que con su oración, con su consejo, con revisar los trabajos, hacer las correcciones y poder digitarlos para poder entregarlos u otros con una palabra o facilitando libros para poder estudiar, a todas ellas que también han sido importantes en toda mi formación y posterior ordenación diaconal, gracias.

Agradezco a Dios por estos hermosos años que he tenido la dicha de vivir y pedirle que cada día me haga más humilde para poder realizar mi servicio en los lugares que se necesite, sabiendo las limitaciones que tengo como persona, pero tratando de brindar lo mejor para los más pobres, aprendiendo de cada uno de ellos, fortalecido con la oración y la Eucaristía ser parte de esta mesa en que todos de alguna manera estamos llamados a servir y compartir.

Hugo Ramírez Cordova.
                                                                  Diácono Permanente.

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