Los y las docentes de esta país, se merecen, junto a las trabajadores de la salud, al menos una estatua de cien metros de oro puro, aumento de sueldo equiparándolo al de las carreras “socialmente más reconocidas” , homenajes en cada rincón de Chile, aplausos en los balcones, desfiles llenos de loas y honores de todo tipo.
Desde que aquel tristemente célebre Senador de cuyo nombre no quiero acordarme dijera que “muchos profesores han estado de vacaciones todo el año” (2020) o que el mismísimo ministro Palacios dijera que “Los profesores tienen la vocación, se supone, para hacer clases a los niños y lo que estamos viendo es todo lo contrario, llama la atención que busquen por todas las formas no trabajar, es un caso único en el mundo y yo diría que de estudio”, o cuando la señora Loreto Letelier declarara aludiendo a los profesores /as “Hago una hora de Zoom desde mi casa y me tiro las pelotas el resto del día”, hay una espina clavada, una espada en verdad, en el corazón y en el alma de los/as docentes. Hay una deuda y unas disculpas públicas pendientes.
Es que si las autoridades y las pseudo autoridades, que se supone, como diría Palacios, tienen vocación de servicio, conocen las necesidades del país, toman decisiones pensando en las realidades que aquejan al ciudadano /a común, al trabajador/a , tienen esta visión de los docentes y la declaran además , estamos muy, pero muy mal.
Los y las docentes de esta país, se merecen, junto a las trabajadores de la salud, al menos una estatua de cien metros de oro puro, al menos un aumento de sueldo equiparándolo al de las carreras “socialmente más reconocidas”, homenajes en cada rincón de Chile, aplausos en los balcones, desfiles llenos de loas y honores de todo tipo. Porque no solo el personal de salud ha estado en la primera línea, lidiando cara a cara con la muerte, los profesores y profesoras se enfrentan a desafíos que las autoridades y lamentablemente , muchísimas personas en realidad, no se imaginan ni por segundo.
No es llegar y encender el PC y comenzar a hablar. Son horas de preparación, de estudio constante en perfeccionamientos, de búsqueda, de aprender a usar metodologías a las que no estaban acostumbrados/as.
Horas de mensajes por WhatsApp de sus estudiantes, de las familias, de los colegas, de los directivos, horas de leer y escribir correos electrónicos; de reuniones virtuales con las/os apoderados, en consejos de profesores, en reuniones técnicas; son horas de intentar ayudar por todos los medios posibles a aquellas/os estudiantes y familias que no cuentan con los recursos necesarios para una conexión a clases virtuales e intentar evitar un descalabro educativo-cultural.
Horas de completar las exigencias administrativas que continuaron y continúan aun como si nada hubiese ocurrido, porque , para que sepan, todos esos procesos a los que se estaba acostumbrado el sistema, se siguieron desarrollando como si hubieran sido tiempos normales: la estresante evaluación docente, convenios colectivos, evaluaciones externas, supervisiones de plazos irreductibles.
Incluso se inventaron categorías de sobrecarga y agobio tanto así que ahora hasta la Contraloría pone en duda el trabajo docente y exige a los establecimientos, a los ya colapsados equipos directivos, reportes de todo lo que colegios y los docentes desarrollaron durante el 2020, para seguramente cursar multas a los sostenedores , en esta extraña política de “el Estado persigue al Estado; el Estado sanciona al Estado, el Estado multa al Estado”, un maravilloso ejemplo de economía circular, cuyo costo final, lo pagan los docentes y sobre todo los estudiantes, pues así el foco sigue en lo administrativo y no en lo pedagógico.
Y hay que tomar en cuenta, que todo eso lo hacen los docentes que a su vez son padres, madres, hijos, hijas, que deben atender a esas obligaciones familiares inventado, entonces, días de 32 horas y fines de semana que no parecen fines de semana sino un bucle temporal de trabajo y más trabajo.
Por ello y más, los /as docentes (asistentes y administrativos por supuesto) se merecen el máximo respeto de la sociedad. No se puede permitir que se siga ofendiendo a los docentes de manera gratuita e irresponsable, no podemos permitir que se les acuse tan, tan injustamente de que no hacen su trabajo o de que no quieran volver a clases presenciales. No conozco ningún/a docente – y conozco cientos desde Arica a Punta Arenas, literalmente – que no prefiera o no quiera estar en al aula, en clases presenciales, pues además, los colegios municipales también estaban preparados para retornar a esa presencialidad, no era exclusividad de los particulares como lo quisieron relevar en algún momento. Ahí están los 50 colegios que tuvieron que suspender sus clases presenciales por los contagios. AL COVID no le interesaba si los colegios estaban preparados o no. El COVID es “una mala persona” todo.
Así es que, aquellos/as que piensan que los/as docentes comenzaron de nuevo su periodo de vacaciones, aquellos que piensan que los/as docentes no quieren regresar al aula, están cordialmente invitados/as a ser empíricamente empáticos, a ponerse en el lugar de los/a profesores y dar clases de esta forma, así , además , con todas las exigencias insufribles a la que son sometidos. A ver si son capaces de hacerlo. A ver si tendrían la misma mirada.
Mención de honor especial para el estallido emocional de aquella profesora del colegio Mayflower (si es que es verdad, a las RRSS se les deben creer la mitad) que evidencia la situación en que se encuentra el profesorado y eso que llevamos recién dos semanas del inicio del año vacacional , ¡perdón!, del año escolar.
A propósito, el 16 de Marzo se cumple un año exacto en que el sistema educacional cambió.
Honor y Gloria a los y las docentes. Honor y Gloria.
C. A. I.
(Aclaración: No es una queja al Gobierno, a la derecha o a los políticos como pensarán algunos/as, es una opinión sobre una lamentable realidad y un injusto trato a los docentes).