Los funerales de Olivia Luisa Muñoz Miranda (QEPD) se realizarán hoy a las 16:30 horas en la parroquia El Divino Salvador.
A la tía Opi, como le decíamos cariñosamente todos los que tuvimos oportunidad y el privilegio de conocer a Olivia Luisa Muñoz Miranda (QEPD), la vi por primera vez un verano del año 1984, cuando nos hicimos amigos con Javier, compañero de curso en mis años de estudio en el CSV. Ese fue uno de los mejores veranos de mi niñez.
La recuerdo con cariño y gratitud. Para mí, una mujer excepcional, con todos los matices que pueden tener cada historia de vida, por supuesto. Pero para mí siempre una dama, una persona educada, amable, cariñosa (hasta nuestro último encuentro yo fui de nuevo «su niño»), que siempre impuso la disciplina por presencia para los que éramos asiduos a la casa de los Díaz – Muñoz, amigos de tantos años y que nos encontramos acompañando hoy a Rocío, Javier y Carolina en la despedida de su madre.
La recuerdo siempre llegando del trabajo en Covalsa, donde se desempeñó por muchos años frente a mi casa en calle Coquimbo y de sopetón, se encontraba con que su casa estaba tomada por asalto de parte de los amigos de sus tres niños. A veces éramos hasta 15 chiquillos metidos allí.
Siempre, siempre tuvo un gesto cariñoso con todos los que estábamos allí. Ni siquiera el cansancio de la jornada laboral, como jefa de hogar, era razón para no dedicarnos unas palabras, un gesto, un tirón de orejas si era necesario, pues en esa casa, si te portabas mal el reto era parejo. Nos sentía como la extensión de sus hijos. Y yo siempre me consideré un hijo putativo.
Eran otros tiempos (ya estoy hablando como mi papá cuando yo era niño), donde no habían teléfonos celulares y para ponerte de acuerdo con un amigo para juntarse, había que hacerlo con anticipación. Yo iba a la casa de la tía Opi, sin previo aviso, y me quedaba en la banca de afuera esperando a que llegaran. Y no siempre llegaba quien uno buscaba y fue así como me hice amigo de Rocío y Carolina también.
En este tren de la vida, compartimos un vagón por más de 35 años con la tía Opi y agradezco la buena influencia de su hogar en mi crecimiento como amigo y como persona.
Descanse en Paz tía Opi.
Con Cariño por Siempre
Angelo Lancellotti González
Periodista