Héctor Alfonso “Chocolito” Segovia fue, sin duda, el motor de nuestras actividades como ex alumnos del Liceo de Hombres.
Señor Director:
Con un retraso imperdonable, quiero desplegar, a través de estas líneas, un manojo de ideas y apreciaciones acerca de un ovallino por adopción, gran amigo, apasionado de la vida y mejor compañero, me refiero a Héctor Alfonso Segovia Puelles, rebautizado por sus cercanos nortinos como “Pocho” y para nosotros, sus compañeros del viejo Liceo Alejandro Álvarez Jofré como “Chocolito o, escuetamente “Chocolo”.
A quien recuerdo hoy con cariño, llegó desde la lejana pampa nortina, más precisamente desde la oficina salitrera María Elena junto al abuelo y su señora madre, avecindándose en el barrio de la Media Luna, en donde rápidamente se insertó participando incluso tempranamente en actividades deportivas. Su llegada a las aulas liceanas tampoco fue en modo alguno inadvertida, su proverbial bonhomía, le permitió prontamente ganar el aprecio y aceptación de todos nosotros.
Su tremenda capacidad de amistad y espíritu gregario, hizo que Chocolito fuera considerado número puesto en distintos grupos, fue parte del coro de la Casa de la Cultura, entusiasta bailarín de cueca en grupos folclóricos y, aun se daba tiempo para animar largas y sabrosas conversaciones en aquel punto de encuentro en la plaza de armas de la ciudad, tradición ya por largos años perdida. Nuestro amigo era, por cierto, un gran narrador de historias, convertía, en lo que llamamos hoy en día, mitos urbanos a compañeros y cercanos al adornar las aventuras descritas con el salero y gala de su oralidad. Cuando terminaba su cuento, todos terminábamos riendo a carcajadas. Hoy, esas historias, deben seguir circulando como “verídicas” gracias al entusiasmo y convicción que le otorgó nuestro narrador estrella.
Ya lejos de las aulas liceanas, comenzó para él, una larga, pero siempre entusiasta lucha por la vida, trabajando en diversas actividades y oficios, digno y alegre, sin nunca abandonar esa “responsabilidad” que el mismo, creo yo se había asignado, de ser el vínculo o cable a tierra de los ovallinos dispersos por el país con Ovalle, el terruño. “¿No sabes a quien me encontré?” me decía vía telefónica, para luego detallar con divertidas pinceladas y gran precisión ese encuentro que él sabía que me contentaría o, “¿te acuerdas de …? para hacerme conectar con mi ciudad natal cada vez más lejana. Pienso que muchos ex compañeros y amigos, también disfrutaron de esos sorpresivos y esperados reportes.
Héctor Alfonso “Chocolito” Segovia fue, sin duda, el motor de nuestras actividades como ex alumnos del Liceo de Hombres. Infatigable pese a las dificultades y negativas de los más renuentes, convenció y resolvió las dificultades con la colaboración fervorosa de dos o tres compañeros para realizar hermosas jornadas conmemorativas en nuestras aulas junto a profesores(as) que compartieron horas de camaradería sin fronteras. ¿Quién(es)? tomarán el relevo de esa tarea tan propia de nuestro entrañable amigo?
Hace tres años ya que “Chocolito” partió, en la más paradójica situación dada su forma de vivir la vida, solo y en medio de la noche, solo en la carretera víctima de un paro cardiaco, solo y lejos de la bullanguera algarabía de sus amigos, solo lejos de la compañía de sus hijos, solo, quien estuvo acompañándonos y apoyándonos en las distintas situaciones y aventuras que nos tocó compartir. Cómo lamento no haber estado junto a él en su despedida de esta tierra.
Cuando un amigo se va, deja un espacio vacío…, cuanta verdad encierran esas palabras de aquella vieja canción. La partida de nuestro gran amigo, sigue siendo algo que nos cuesta aceptar para quienes le conocimos.
Gastón Arqueros Núñez