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Inconformismo Crónico: La epidemia de la queja y el reclamo infundado en las Redes Sociales

El locutor radial Petronio Romo, acuñó la frase – y hoy slogan de una radio nacional – que señala: “el hombre que no está informado no puede tener opinión, y el hombre que no tiene opinión, no puede tomar decisiones”. Hoy sumamos desde esta columna, una que debe ser aquilatada y llevar a la reflexión a la comunidad ovallina: «El deber de un ciudadano es conocer antes de juzgar».

El reciente rechazo unánime del Concejo Municipal a la patente de alcoholes para una discotheque en calle Independencia debería ser celebrado como un ejemplo de gestión responsable (Lea la nota acá). Sin embargo, los comentarios en redes sociales revelan un mal mayor: la normalización de un inconformismo crónico que, lejos de construir, solo siembra confusión y desconfianza en las instituciones.

Vecinos organizados presentaron argumentos válidos: informes técnicos de Carabineros, cartas firmadas por ochenta residentes y la ya saturada presencia de locales similares en el sector. El Concejo Municipal ovallino, cumpliendo estrictamente con sus atribuciones, tomó una decisión basada en el bien común. Pero en el mundo virtual, donde prima el instantáneo «no me gusta», la racionalidad parece no tener cabida.

Hay algo profundamente contradictorio en aplaudir la decisión del Concejo mientras se le reclama por problemas que escapan a su competencia. Es como culpar al médico de familia por no resolver el cambio climático.

De pronto, la discusión saltó de lo concreto —un local específico en un barrio específico— a un catálogo de demandas dispersas. «Que cierren los locales de Benavente», exigen algunos, ignorando que revocar patentes requiere un proceso administrativo con sanciones previas. «¿Por qué no combaten la delincuencia?», reclaman otros, como si el municipio tuviera bajo su mando a Carabineros o a la justicia. Y así, en un ejercicio de mezcla peligrosa, se confunden responsabilidades, se exigen soluciones mágicas y se desprecia el trabajo técnico tras una decisión que, precisamente, buscaba proteger a la comunidad.

Este fenómeno no es exclusivo de Ovalle. Es el reflejo de una sociedad que, hiperconectada pero desinformada, ha convertido las redes sociales en un espacio donde la indignación vende más que el análisis. Criticamos sin conocer, exigimos sin entender y, lo peor, normalizamos este comportamiento como si fuera una forma legítima de participación ciudadana. Ignorancia supina.

Hay algo profundamente contradictorio en aplaudir la decisión del Concejo mientras se le reclama por problemas que escapan a su competencia. Es como culpar al médico de familia por no resolver el cambio climático. Las instituciones tienen límites, procedimientos y atribuciones claras. Exigirles que actúen más allá de estos no es ejercer control ciudadano; es alimentar una cultura del berrinche institucionalizado.

El caso de la discotheque rechazada debería invitarnos a reflexionar. ¿Realmente queremos participar en las decisiones que afectan nuestra comuna? Entonces comencemos por informarnos. Antes de escribir un comentario airado, preguntémonos: ¿sé qué puede y qué no puede hacer el municipio? ¿Estoy criticando desde el conocimiento o desde el prejuicio?

Ovalle merece un debate público maduro, donde la crítica sea tan rigurosa como las decisiones que cuestiona. De lo contrario, ese inconformismo crónico, en lugar de mejorar nuestra vida en común, solo servirá para que las verdaderas discusiones —las importantes, las complejas— queden enterradas bajo un alud de quejas infundadas.

Por Angelo Lancellotti González
Periodista y ex director de OvalleHOY.cl

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