Fue uno de los puntos claves para los jóvenes los fines de semana, durante las décadas de los 80’s y 90’s.
Un espacio que fue marcado por la convergencia de jóvenes de diferentes estilos y culturas suburbanas, quienes hacían latente la diversidad los días viernes y sábados, en un escenario natural que utilizaban de manera espontánea para las actividades juveniles.
Ubicado donde actualmente está el edificio de servicios públicos, se encontraba a bajo nivel la Plaza de la Juventud, “típico de las plazas antiguas de acá, con jardineras de los árboles, con muros de ladrillo rojo. Era un lugar donde confluían todos los estudiantes de los distintos colegios”, como señaló Marco Salinas, que además añadió, “fue la plataforma para las bandas de la generación de los 90 ‘s, la más prolífera de bandas de rock y donde salieron los grupos que sustentan la escena de hoy en día”.
“En la plaza se hacían tokatas con grupos locales, uno se juntaba ahí y se podía quedar carreteando o después irse para otro lado. Se hacían amigos, había poesía, distintas manifestaciones culturales… era el espacio de los jóvenes ovallinos”, explicó Verónica Tello.
Sin embargo, tras el terremoto de Punitaqui en el año 1997 que obligó a demoler muchas oficinas públicas, el lugar se destinó a la construcción de un gran edificio que albergara a todos los servicios carentes de infraestructura para funcionar.
Lo que dejó sin un espacio para que los jóvenes se reunieran, es decir, sin ese punto de encuentro validado y legitimado, aunque no necesariamente premeditado, ya que, como declaró Marco Salinas, “era tomado de forma espontánea…..y si hablamos de necesidad, esa era nuestra necesidad, la espontaneidad que daba la capacidad de improvisar y de transformar, mediante los encuentros en el lugar”.
