Al parecer ésta ha sido la consigna durante las últimas décadas y que se ha visto exacerbada las últimas semanas, pues la libertad de expresión que la izquierda tanto dice defender y promover, pareciera ser un derecho de su exclusividad; sino es cuestión de ver lo ocurrido al ex diputado Hermógenes Pérez De Arce, en el matinal de Canal 13, al ser expulsado del set de televisión por su conductora al manifestar su opinión que era contraria a lo que ella pensaba.
¿Acaso eso es ser tolerante y respetuoso con la opinión del otro?, yo creo no, pues la “gracia” de éste derecho es que yo pueda expresarme libremente (siempre dentro de los marcos del respeto, no injuriando ni calumniando a una persona o institución, resguardándose los parámetros objetivos) pero ésta actitud de la animadora, deja mucho que desear y por lo tanto, no podemos ni debemos respaldar éste tipo de conductas de censuras, sobre todo cuando se le falta el respeto a un invitado.
Lamentablemente, por lo que hemos podido ir apreciando el último tiempo, la libertad de expresión y acción, se encuentra secuestrada por un grupo minoritario que no representa prácticamente a nadie, que lo único que hacen es tratar de imponer sus ideologías a través de la violencia y la extorción. Lo que se ha visto acentuado en el segundo Gobierno del Presidente Piñera. Lo que me recuerda unas palabras de filósofa estadounidense nacida en Rusia Ayn Rand que dijo: “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.
De hace un buen tiempo a ésta parte, hemos visto como la libertad de expresión ha sido amordazada por quienes se hacen llamar así mismos y que se arrogan más bien, el ser los defensores de ésta, pero que a decir verdad en la práctica no lo son, al contrario son sus principales trasgresores y es así como terminamos llegando a que estos grupos minoritarios intenten establecer pautas muchas veces por la fuerza de lo que se tiene que hacer y decir, pues debe ser como ellos quieren.
Ahora bien, si alguien tiene la “osadía” de decir una verdad, que sea diferente a la de ellos, es considerado un insulto porque afecta su sensibilidad, como lo que ocurrió precisamente con el señor Pérez De Arce y la animadora Tonka Tomicic, pero cuando ellos “proclaman” su verdad, uno no puede siquiera sentir que le han afectado su sensibilidad. Esto es típico del doble estándar de la izquierda y del querer imponer sus ideologías y otra manera de ejemplificarlo sería por ejemplo en lo que se refiere al “derecho a pataleo” de la ciudadanía pues si este es llevado contra un Gobierno de centro derecha o cualquier obra que simbolice el capitalismo, bienvenidos todos a la calle, es una protesta social, un derecho a la rebelión; pero si se da en el contexto por ejemplo, de padres o sostenedores marchando en rechazo a la reforma educacional del Gobierno de Bachelet o en rechazo al aborto, ésta se trataría de actos “sediciosos”, mal intencionados y no del legítimo derecho a manifestarse del cual siempre han hecho alarde.
Lo mismo ocurriría cuando se trata de calificar un acto como terrorista o un derecho a rebelarse, puesto que la vara para medir esta situación estaría supeditada a quienes son los titulares del acto, sus víctimas y cuál es la causa que se reivindica y no la paz social. Ya que, si nos encontramos frente a actos perpetrados en nombre de las reivindicaciones mapuches o en contra del capitalismo, estos no serían actos de terroristas; sino una política de rebelión justa y que se justificaría sin importar el daño que hagan, la trasgresión a la ley y mucho menos las vidas que cobren como el caso de la muerte de dos adultos mayores.
Mientras la izquierda se empecine no sólo en disfrazar las cosas y en seguir interpretando la realidad a su antojo; sino que también en intentar imponer a la fuerza de ser necesario su ideología, su verdad, en donde nos deban poco menos que dar permiso para hacer, deshacer o simplemente no hacer algo, se tornará imposible poder entablar un diálogo fraterno, sincero y mucho menos políticas sociales reales. Pues el acomodar las cosas a sus intereses, tergiversar la verdad e intentar imponer su ideología no es más que una mezquindad brutal y un doble estándar con quienes dicen representar.
Susana Verdugo Baraona.