“Hey! Teachers! Leave them kids alone! All in all it’s just another brick in the wall. All in all you’re just another brick in the wall”
A veces pienso que a Rogers Waters deberían darle un Nobel. De filosofía, de sociología, de futorología, no sé, algo así. Hay un par de experimentos sociales que nos ejemplifican que el ser humano, en general, es un ser que adquiere paradigmas, asume órdenes y vive dogmas sin el más mínimo análisis ni cuestionamientos. Simplemente acepta, agacha la cabeza y vive sometido.
Los menos se rebelan, son identificados como íncolas desadaptados o cosas así, pero en general somos todos sólo un ladrillo en la pared. Si lo miramos con detención, es patético, sin embargo todo el sistema social está diseñado para que la mayoría, la gran mayoría seamos eso, sólo un ladrillo en la pared. Pared que además tiene dueños. Y es precisamente a esos dueños a quienes damos más poder con nuestra mansedumbre.
Los dueños del muro nos embriagan con una sensación de bienestar que nos mantiene cabeza gacha; nos marean con promesas eternas, como esa esperanza a los pobres prometida. Y es que todo está calculado, todo absolutamente para hacernos creer que estamos en la clase social adecuada, con los lujos que merecemos, con la “seguridad” que merecemos, con el jabón justo para mi piel, con el automóvil que deseo, o peor aún, que mis hijos(as) y los hijos(as) de mis hijos(as) optarán a algo mejor, subir, diríamos, en la escala social. Eso nos acomoda, nos gusta, nos hace corderos cuidados por lobos.
Los dueños del muro se coluden y nos adormecen con siete lucas. Los dueños del muro nos aseguran farmacias en cada cuadra, pero ellos ponen el precio a los remedios y los corderitos ni chistamos aunque en cualquier parte del mundo son más baratos que aquí. Si hasta el ex ministro de salud, Jaime Mañalich, compraba los remedios de su esposa en Europa porque aquí los precios son demasiado elevados. Pero como en las farmacias dan crédito, entonces aceptamos.
Los dueños del muro ofrecen créditos fáciles para pagar las deudas que adquirimos con ellos mismos. Los dueños del muro ofrecen tarjetas de crédito con cupos que nos obnubilan y nos permiten comprar televisores 4K, sin pensar en los intereses infames que, sin chistar, nos van consumiendo.
Los dueños del muro nos suben el precio de la bencina y seguimos llenando el estanque a seis meses precio contado. Nos siguen vendiendo humo y compramos chimeneas. Nos venden “seguridad” en las carreteras y seguimos pagando los peajes.
Y vaya que lo pagamos caro, realmente caro pues esto del precio del peaje a La Serena es infame, sobre todos para tantos y tantas personas que viajan diariamente a trabajar de aquí para allá o viceversa. Son 2900 pesos por un pinche trayecto de 70 kilómetros, $5800 en rigor; $2900 pesos para empezar, porque seguramente, como pasa en todas las carreteras concesionadas, las alzas de los precios del peaje está asegurada al menos por los próximos veinte años. ¡veinte años!
¿Y qué hacemos? Nada.
Reclamamos, encontramos exagerado el precio, despotricamos un rato, queremos tomarnos la carretera y habrá quien quiera llamar a la desobediencia civil – que no sería malo no sólo en este caso, sino en muchísimos otros – pero al final nos ponemos de rodillas para que nos sigan metiendo el… dedo en el ojo, total, tendremos mayor seguridad que era lo que pedíamos ¿o no?
¿Y qué dice el papá Estado? Nada. ¡Qué va a decir! si también es un cordero cuidado por lobos.
Roger Waters tenía razón. Somos un ladrillo en la pared. ¡Nobel para Waters!
Los dueños de la pared son dueños de tu vida. De nuestra vida. Y en esto la educación tiene mucho que decir, pero eso, eso es otra historia. Otra opinión supongo.
Por K Ardiles Irarrázabal