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Manotazos de ahogado

Si la Presidenta Bachelet no reconcilia su discurso, el Gobierno sólo continuará dando claras señales de confusión como lo ha venido haciendo, en su especie de “realismo sin renuncia” y si a eso le sumamos la enorme confusión que existe sobre cuál sería la hoja de ruta a seguir en los meses que le quedan al Gobierno, francamente veremos a un Gobierno que da manotazos de ahogado.

Puesto que hemos sido testigos como en innumerables ocasiones y en incontables veces, la Presidenta ha optado por enviar señales contradictorias que sólo confirmarían el problema de este Gobierno que es pasar de la gradualidad a la refundación intempestivamente una y otra vez y con tanta facilidad que el país entero se termina “mareando” debido a la “conducción” en círculos que el “chofer” en este caso la Mandataria se empeña en seguir.

Es por ello que, mientras la Presidenta no se reconcilie con su discurso de lo que ella cree que Chile necesita (que es muy distinto de lo que Chile realmente necesita y de lo que la evidencia le ha demostrado), las decisiones que tome en el intertanto no serán más que su realismo sin renuncia sigue con un diagnóstico equivocado sobre lo que funciona o no funciona bien en nuestro país.

Cabe recordar que cómo candidata, se esmeró en dejar en claro que sería ella quien tomaría la última decisión en su Gobierno, pero como Presidenta ha demostrado y ha quedado en evidencia en repetidas oportunidades, que cuando llega la hora de tomar las decisiones le tiemblan las manos y las piernas y cuando finalmente se decide y anuncia sus decisiones ya es demasiado tarde, ejemplos de esto hay varios: 27F, caso Caval, incendio centro sur, etc.

De hecho, desde que reconociera que no podría cumplir con sus principales promesas de campaña, el Gobierno de Bachelet se ha visto cómo ha intentado cuadrar sus promesas a la realidad actual, de una manera tan desesperada, (que llega a hacer vergonzosa) que ha tenido que parchar y reparchar una y otra vez sus propuestas en el camino, pues han sido tan improvisadas como desprolijas que a medida que las han intentado implementar se dan cuentas que sus promesas se constituyeron y construyeron sobre un programa de promesas irrealizables e inverosímil. Quedándose así en un socavón profundo del cual voluntariamente se introdujo.

El gran mea culpa que debiese hacer Bachelet es el reconocer que se excedió en sus promesas como candidata y que con ello alimentó las expectativas más allá de lo razonable de miles de incautos, pues entre todas éstas, estalla el ofrecimiento de una educación superior universal gratuita para todos, una nueva Constitución, una reforma laboral, tributaria, electoral, a las pensiones, nuevas formas de elección directa de los intendentes, una AFP estatal, más y mejores empleos y tantas otras cosas, porque a su juicio estaba convencida de que podría cumplir sus promesas. A pesar de los cuestionamientos de diversos técnicos antes y ahora de cómo pretendía llevar a cabo todo este plan de Gobierno.

Como será que incluso muchos de sus “aliados políticos” hoy por hoy advierten que no será posible cumplir con muchas de las promesas que Bachelet, realizó durante su campaña, pero de igual forma conociendo que esto no sería posible, guardaron un silencio cómplice porque les era conveniente.

Los primeros meses de Gobierno de la Nueva Mayoría fueron francamente un desastre, digno de una película de terror, en donde la implementación a toda costa de las diversas reformas que eran nada menos que una auténtica refundación y no simples ajustes que en nada perjudicarían el interés nacional como nos quisieron hacer creer, sino que por el contrario, se demostró que la implementación de éstas provocaban estragos y descalabros en lo más profundo en nuestro país y es más, éstas reformas, en nada se condecían con la realidad nacional, sino, muy por el contrario, éstas estaban destruyendo lo que en tantos años nos había costado construirlo y si como eso fuera poco cuando correspondía “poner paños fríos” ante el desastre que había provocado todo esto, Bachelet, optó por doblar la apuesta y empujar aún más sus reformas fundacionales y con más fuerza.

Es francamente lamentable y poco auspicioso el escenario que se ve venir para estos meses que le quedan al Gobierno, porque si en sus primeros 16 meses el Gobierno vivió una profunda disonancia entre lo que quería hacer y lo que realmente podía hacer, ahora a portas de dejarlo las consecuencias de la toma de sus decisiones a nadie le va a importar pues su capital político está prácticamente perdido.

OvalleHoy.cl