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Mario Valdivia: “Me da esperanza el proceso político, social y cultural que estamos viviendo”.

Testigo de los profundos cambios en la historia de Chile, Mario Valdivia Valenzuela, parece haber vivido varias vidas. Desde la crisis del mundo rural, hasta las incertezas de la actualidad, pasando por una dictadura que lo marcó, pero no lo quebró. Como el ave Fénix, sigue escribiendo y pensando a Chile, como si la vida no se fuera nunca a acabar.

Mario Valdivia Valenzuela, (cercanías de Chillán, 1945) es un economista formado en la Universidad de Chile, ensayista, consultor y escritor de novelas policiales, que escribe quizás para tener un espacio propio en este mundo tan complejo. Vive entre Santiago y Pirque, en una casa de casa de campo, nunca tan grande como la que vivió en su niñez, en las cercanías de Chillán, en el fundo de su abuelo, donde no bastaba galopar un día a caballo para recorrerlo.

Su abuelo Samuel Valdivia Galleguillos (1877), tuvo una vida singular. Después de nacer en de Samo Alto, en las cercanías de Ovalle, logró con los años estudiar medicina en la Universidad de Chile, titulándose en 1900. En 1905 obtuvo una beca que le permitió realizar una especialización en la Universidad de La Sorbonne, en Francia. A su regreso a Chile por razones familiares se afincó entre Chillán y Concepción. Casado con Blanca De La Sotta Benavente tuvieron nueve hijos: Pedro Manuel, Blanca, Mario, Manuela, Luz María, Fernando, Gabriela, Jorge Gastón y Gloria. Tuvo una carrera meteórica que combinó con sus responsabilidades en el fundo familiar. Fue uno de los fundadores de la Universidad de Concepción.

Mario Valdivia Valenzuela, tiene mucho de su abuelo, una poderosa inteligencia, y ese sello de huaso sureño, que combina sagacidad y picardía, con una dosis abundante de ternura y cordialidad. Sabe cuándo el caballo se inquieta y hay que ponerle rienda. Siempre he pensado que Mario, como los gatos, tiene varias vidas. Vivió la tragedia del Chile de 1973. Estuvo viviendo clandestino en Chile entre 1973 y 1986. En las postrimerías de la dictadura tuvo un encuentro decisivo con el ex senador Fernando Flores, que le cambió radicalmente la vida. Flores lo invito a Silicon Valley, California, donde permaneció algunos años y comprendió los signos de los nuevos tiempos. Mario Valdivia, recientemente acaba de publicar Recuerdo y devenires, Ediciones Pehoe, 2021, donde hace un balance de su vida. Siempre atento a lo que sucede en Chile, durante la conversación que sostuvo con Ovalle HOY le toma el pulso a la situación del país post plebiscito del 4 de septiembre.

Mario, ¿qué lectura hace de los resultados del plebiscito del pasado 4 de septiembre?

“El apruebo sacó muchos votos – más que Boric en la segunda vuelta – El rechazo atrajo a votar a una masa de más de 4 millones que no habían votado antes. En consecuencia, no queda otra más que elaborar una nueva constitución, y, especialmente, hacer un programa de gobierno, que sintonice con esta «mayoría silenciosa». Quienes sepan inspirar y conducir estas masas de población, serán los dueños de la política futura. Imagino que son personas «de trabajo» que no creen que la política les arregle la vida. «Hay que trabajar igual» acostumbran decir. Hasta que la política los exaspera y salen a golpear la mesa. No se trata solamente del voto voluntario, expresan un ánimo social muy extendido”.

El resultado del plebiscito, ¿deja muy debilitado al presidente Boric?

“Deja muy debilitado al gobierno. No necesariamente al presidente. Depende de lo que decida hacer”.

Estando tan desprestigiada, ¿qué complicaciones puede tener nuevo proceso que se realice a través de ella?  

“No es la clase política la única desprestigiada, o los políticos, es el ser humano. Basta ver cómo nos tratamos en la prensa, en las redes sociales, en la calle…Convertidas todas las relaciones en transacciones, se han destruido todas las comunidades, desde la familia, a las clases sociales, las comunidades religiosas, las comunidades nacionales. Si solamente hay individuos cuidando sus intereses y conveniencias, ¿quién merece respeto y prestigio? Donde se mire, impera un nihilismo rampante. El neoliberalismo debe hacerse cargo de lo que hace. En todo el mundo, por lo demás”.

MÁS ALLÁ DE LA CONSTITUCIÓN 

Usted se ha mostrado esperanzado del proceso constituyente. ¿Lo sigue estando?

“No es una nueva constitución lo que me da esperanza. ¡Qué voy a creer en el poder salvífico de un papel que dice Constitución! Estamos tapados de leyes que nadie obedece, y ni un estado policial será capaz de hacerlas cumplir. Hay que  querer cumplirlas”.}

¿Qué le da esperanzas, entonces?

“Me da esperanza el proceso político, social y cultural que estamos viviendo.  Ya estamos menos machistas, menos cavernarios con las diversidades sexuales, más sensibles a las diversidades culturales y de pueblos originarios, menos ciegos a la situación mapuche, menos insensibles a las desigualdades, al medio ambiente. Espero”.

¿Dónde aprecia las causas del profundo malestar que se vive en Chile?

“La raíz del malestar de Chile, – ojo que ocurre algo similar en todo el mundo – está en el nihilismo entre los jóvenes, sus padres, sus profesores; todos nosotros. Anomia se decía en sociología. La existencia deja de tener sentido. Contra lo que sostiene el liberalismo químicamente puro, resolverlo es algo que no está en manos de los individuos. A falta de una nueva sociabilidad, campea el cinismo, puerta de entrada del resentimiento, el desprecio autoritario, la violencia y el crimen masificados”.

En el año 2016, Mario Valdivia publica un lúcido ensayo Un Sandwich de pan con pan, Kairos Editores, 2016 donde señaló: “Al convertirlo todo en recursos para el uso y consumo de los individuos, incluidas las leyes – extirpadas de todo contenido ético -, la sociedad queda convertida exclusivamente en un espacio transaccional – una red de mercados -, en la cual los individuos desatan una suerte de esforzada guerra, con reglas permanentemente atrasadas, de todos contra todos; enfrentamientos de los que emergerán, fatalmente, un puñado de ganadores y muchos perdedores”.

LAS SOMBRAS DEL PASADO

Mario, vivió la tragedia del país en 1973. ¿Qué impidió a los chilenos llegar a acuerdos para evitarlo?

Como dice un amigo que se sigue considerando leninista: la izquierda equivocó su análisis de la correlación de fuerzas. Yo pienso que, además de su maximalismo, la izquierda encarnaba un proyecto histórico pasado, ido. Basta considerar qué ocurría en esos mismos días con el gran proyecto histórico del socialismo en el mundo. Nos pasa eso en Chile, y Latinoamérica: a menudo llegamos tarde. Nos enfrascamos en peleas idas. Perdidas de antemano, o perdidas al ganarlas”.

Como ayer, el tema económico será gravitante, ¿cómo conciliar las inmensas necesidades de la población con los siempre escasos recursos?

“El gran desafío. Comparado con el poder de la economía global, el poder del Estado de Chile para configurar el país, es nimio. Cualquiera sea su Constitución. Chile es un mercado pequeño, tiene que exportar. Mientras siga haciéndolo basado en recursos naturales, estará condenado a las rentas elevadas, la desigualdad, los salarios bajos, las competencias reducidas de su población. No queda otra más que convertirnos en las personas mejor educadas del mundo bilingüe español-inglés, y español-mandarín. Convertirnos en exportadores de servicios técnico profesionales de alta calidad, y competitivos. El mundo tiene una demanda infinita por esta clase de ofertas. Ahora que los servicios se ejecutan digitalmente, es muy posible. Incluso si eso no fuera posible, sería desafiante inventarnos como país de migrantes que cuidan su país de origen. ¿Por qué no? Chile puede convertirse en un hermoso lugar para vivir y regresar periódicamente. Imagino que un proyecto así requiere un gran compromiso y mucha persistencia”.

En su libro Motor de búsqueda (Editorial Ocho Libros, 2010), Valdivia hace un profundo balance desde el Chile reformista hasta la actual democracia.

UN LIBRO ESPERANZADOR

En Recuerdos y Devenires (Pehoe Ediciones, 2021) escribió: “Me encontré con una sociedad multicultural que me exigió ver a las personas en sus singularidades y comprender que vivimos en un mundo de incertezas. Me encontré en Silicon Valley, en el centro del capitalismo mundial, mirando el capitalismo chileno que era de pacotillas”. ¿Cuánto le costó dejar un mundo atrás?

“Fue doloroso. Hay vidas y relaciones que se interrumpen. Pérdidas. Por momentos, confusión y soledad. Sin embargo, el Silicon Valley se impuso por sí mismo, sin argumento alguno. Por capotera. El futuro golpea la cara. Devela, hace audible y visible lo insostenible y viejo, atrae sin contrapesos con lo nuevo y lleno de posibilidades. Descubrí el capitalismo ahí. No el de Chile de esos años, un mal invento de canonjías estatales, sin futuro, ni desafío ni merecimientos. El que no merecía sino destrucción, superación radical. No, el capitalismo de Marx, el que nunca dejó de impresionarlo por «progresista», futurista, innovador, transformador. No es llegar y superarlo”.

¿Por qué fue fundamental su encuentro con Fernando Flores?

“¿Fernando Flores?, sí. Una influencia decisiva. En cierto sentido teníamos una historia política similar en el gobierno de Allende. Cuando me invita a California a trabajar con él, me encuentro con una persona que había dejado atrás esquemas y formas de pensar y actuar que la historia dejaba atrás a gran velocidad. Pero que no se limita a adaptarse a las nuevas realidades en nombre de una nueva socialdemocracia, o de un socialismo que se renueva mirando a los viejos pensadores pre y no leninistas. Se pone afuera de esos moldes que hacían aparecer el pasado como futuro. Crea una nueva manera de entender y una nueva práctica asociada con ella, para educarnos y cultivarnos como agentes transformadores del mundo que nos toca, en el momento histórico presente. Me permitió girar ideas y habilidades para no perder mis afanes de cambiar situaciones que nunca he valorado, y a las cuáles nunca he conseguido resignarme, o aceptar de primera. Hay algo de fondo en la socialdemocracia, y en el liberalismo democrático, que nunca ha terminado de calzarme bien”.

Mario, pero esta capacidad suya de reinventarse es sorprendente, pues se convirtió en un escritor de novela policial. ¿Cómo surge esa veta?

“Escribir novelas, y policiales, fue una forma de escapar de una manera de entender el mundo como definido por ideologías, o teorías, y la historia como sujeta a leyes, para apreciar la vida como emerger de contingencias. Supongo».

¿Qué nueva publicación prepara sobre el inspector Morante?                             

“En realidad experimento una gran libertad escribiéndolas. Está en edición una nueva novela del comisario Morante: El Family Office. Estará en tiendas digitales en octubre, en versión en papel y digital. La recomiendo. ¡Buen regalo de Navidad»

En el año 2015 su novela policial Un crimen de barrio Alto, publicada por el prestigiado sello Planeta le dio a Mario Valdivia reconocimiento nacional e internacional entre los cultores del género, algo que lo sacó de su vida un tanto anónima. Entrevistas tras entrevistas ocuparon su agenda. Algo qué seguramente no esperaba y que le dio más vida. Una veta que ha continuado…

Siempre pienso en la capacidad de Mario Valdivia para reinventarse. Alguna vez me contó que su madre, María Teresa Valenzuela Figari, una de las mujeres más hermosas de La Serena, de la década de los 40’, le enseñó a enfrentar la vida. María Teresa Valenzuela Figari murió el año 2016.                                                  

Mario, seguramente María Teresa fue clave en su vida…  

“Absolutamente. Ella me enseñó a leer en el Silabario Matte en la casa de mi abuelo en las cercanías de Chillán. Luego con los magníficos volúmenes de la biblioteca de mi abuelo, vinieron las extraordinarias historias de seres de la mitología que me deslumbraban. Mi padre murió muy joven, y mi madre decidió quedarse en el campo familiar de su suegro y enfrentar la vida. Me dejó la convicción que en la vida no había que tener miedo y que tampoco nunca me iba a pasar nada malo. No me mintió al decirme que la vida había que vivirla con cuidado, pero jamás había que asegurarla al extremo. En su velatorio, en un momento me quedé solo con ella y le agradecí emocionado ese legado de cómo vivir la vida en libertad. Si he sido feliz se lo debo a ella”.

Texto y Fotos: Mario Rodríguez Órdenes
En exclusiva para OvalleHOY y Limarí Global

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