InicioultimasArtes y CulturaMiren cómo crepitan esos libros

Miren cómo crepitan esos libros

En estos días hemos visto cómo cientos de libros arden en un basural cercano a una playa serenense. Eran libros de la editorial de la Universidad de La Serena que se chamuscaron, ardieron y fueron bañados por el chorro acuático de los bomberos cuando esa maravillosa y bicentenaria casona de La Serena fue atrapada por el descuido y las llamas. Total, era de todos; era de nadie. Restos de ese holocausto fueron a dar a un basurero clandestino y ardieron días y días, y seguirán ardiendo en nuestra memoria, porque así desaparece el patrimonio de Coquimbo. Esa casa patrimonial no podíamos ocuparla la gente de la cultura de la región, porque sus arriendos eran carísimos. Sólo la mirábamos desde afuera como un elefante blanco, como niños frente a una heladería. Te deseábamos, Casa Piñera, pero eras: ancha y ajena.

Sí recuerdo, literariamente, al comienzo de su implementación y de uso torpísimo como edificio de Extensión de la Universidad de La Serena.   Recuerdo: el lanzamiento del “El gato llorón” de Julián González, que fue presentado por el Doctor y cuidador de la Casa Gabriela Mistral de Las Compañías, Rolando Manzano, el cual, al principio del lanzamiento ofreció corregir el libro, su ortografía y sus barbarismos semánticos. Bueno, es conocido en la Historia de la Literatura de Coquimbo como “el Manzanazo”, que se sumaría, posteriormente al llamado, en esta Historia, “el Hoeflerazo”; porque volvió a suceder algo parecido —a decir de la poeta Juana Boudoin—, cuando el Doctor Walter Hoefler, hizo casi lo mismo, en el lanzamiento de un libro de finado, Tristán Bernardo Araya; y se sumaría otro tanto, cuando Pedro Pablo Zegers, hizo otro poco, en la presentación de un libro de Oriana Mondaca.

De tumbo en tumbo, de tumba en tumba, el libro en la región de Coquimbo ha sobrevivido. No hay biblioteca regional ni archivo; hay escasísimas bibliotecas de aulas. Los pocos tesoros que han pervivido están en manos de gente buena y antigua, que cuida los últimos vestigios, y a veces ni sabe lo que cuida pero presume, ya que vivían éstos en las alacenas, juntos con lúcumas, chirimoyas y papayas.

Es notable y buena noticia que la Biblioteca Nacional abrió un programa de compras de bibliotecas particulares; notable, para que no pase lo que sucedió con la bibliotecas de Castro, Bigvinat, Bahamonde y Morgado, entre muchísimos casos. Sería notable que el Gobierno Regional comprara estas bibliotecas, para reunir estos últimos pocos tesoros regionales para las nuevas y ciberespaciales generaciones, ante el olor del cadáver del libro que viene de la playa: “del nicho helado en que los hombres te pusieron”.

Arturo Volantines
Barrio Santa Lucía, La Serena, enero, 2016
II seminario de editorescritores, La Serena, 2016

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