El club de los cabezas de pollo tenemos un aliado poderoso, ya que los colectiveros de la línea 18 tienen, por contrato, que devolver las pertenencias que los pasajeros olviden.
A mitad de semana el corazón se me volvió un nudo. Luego de un arduo día revisando noticias y redactando, pasé a hacer algunas compras y luego tomé la locomoción para ir a mi hogar. Después de bajar del colectivo, lleno de bolsas, se me olvidó tomar la más importante: mi mochila y dentro de ella, el computador.
Cuando me había dado cuenta, el colectivo había partido y yo ahí, destrozado, me arrodillé en el suelo, mire hacia el cielo, abrí los brazos y grité “¡NOOOOOOOO!”, mientras unos niños que jugaban en la calle me miraban con desprecio.
Qué hacer en esos casos. Lo primero fue dar aviso por redes sociales, la gente es solidaria y compartió mi dolor, mientras quedaba atenta por si alguien ofrecía en venta mi computador. Luego conseguí el número de la garita de la línea 18. Esto ocurrió de noche, llamé tipo 9:30 y nadie contestó. La garita comienza a funcionar a las 10 am del otro día.
Sin esperanzas debí tomar litros de agua de toronjil para calmarme y conciliar el sueño. Al otro día, sin alma. Con la vista pegada al suelo, caminando hacia el trabajo escuchando música triste: “Te perdí, la culpa fue mía”, “Vuelve, que sin ti la vida se me va”, “Te extraño, te olvido, te amo de nuevo” canciones dedicadas a mi notebook, por supuesto.
Cuando era mediodía llamé nuevamente a la garita. “Hola, llamaba por si algún colectivero dejó una mochila café” dije con la voz cortada y una lágrima corrió por mi mejilla. “Sí, acá está, hay un notebook adentro” me respondieron.
Cuando llegué a la garita, ubicada cerca de la población Ariztía, cerca del terminal. Ana María Pineda me atendió “usted es el cabeza de pollo”, “sí, soy yo” respondí. Me hizo firmar un papel y me devolvió la mochila.

“Acá los choferes tienen la obligación de devolver lo que encuentran de los pasajeros por contrato. Queda a su conciencia. Pero generalmente devuelven todo. Siempre y cuando sea el chofer el que encuentra las cosas, porque los otros pasajeros pueden hacerse los lesos y quedarse con las pertenencias” Cuenta Ana María Pineda.
Incluso los colectiveros son capaces de realizar milagros, ya que hay una muleta en el rincón de las cosas perdidas “tenemos este bastón o muleta que alguien extravió, por lo que asumo que ocurrió un hecho inédito y esta persona al bajar del colectivo se sanó completamente y pudo caminar de nuevo” relata entre risas la mujer a cargo de la custodia.
Decenas de billeteras con documentos, monederos, ropa que da para armar un closet, una guadaña, muletas, celulares, bolsas de compras y todo lo que a algún distraído pueda olvidar al bajar du colectivo se encuentra ahí.
Aprovecho de agradecer públicamente al señor Rodrigo Zepeda, colectivero de la línea 18 que devolvió mis pertenencias tal cual estaban y sin acusarme por lo que tenía guardado en el bolsillo de afuera.