Los invito a dejarse adentrar en la humildad que comenzamos a experimentar en este tiempo de Navidad, dejando atrás todos esos ruidos que nos distraen; para centrar nuestra vida en el amor que Dios nos regala.
Nos acercamos a vivir como cristianos lo más grandioso de la manifestación de Dios en la humanidad; el nacimiento del niño Jesús.
Este niño que irrumpe en el mundo trayendo consigo de si, el amor de Dios que traspasa toda nuestra vida, es un signo de la obra de Dios.
Al nacer en un humilde pesebre nos señala, lo que significa el compromiso con las personas más necesitadas, los más carentes, pero dignifica a la persona, la coloca en una dimensión especial.
Lo que ocurre en este pesebre, con la llegada de los pastores, de los más humildes, pero también la presencia de estos hombres sabios es la cercanía que este niño Jesús establece con su pueblo, pero también con otros pueblos, es el misterio más grande, su nacimiento, su mensaje es para todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que hacen suyo la vida de este niño, al igual que su misión y su compromiso de hacer realidad el Reino de Dios.
Al recordar este acontecimiento de amor, en el cual su madre María y su esposo José se ponen al servicio de lo proyectado por Dios, nos hace sobrecogernos la fidelidad y la felicidad que se alcanza al ser parte del proyecto de Dios. Hoy se hace necesario también que nosotros en todo lo que realizamos, en nuestra vida familiar, de trabajo, de comunidad usemos esta enseñanza que en estas fechas se hace más marcada, para alzar nuestras manos en señal de agradecimiento, de bendición por todos los dones y el amor que recibimos de nuestro Padre Dios y de este niño Jesús.
Cuantas veces encontramos en nuestros días noticias o situaciones de tantos niños que no nacen, de tantos niños que son abandonados, de tantos niños que mueren por causa de la violencia o el maltrato, de tantos niños que caen en la delincuencia, las drogas, de tanto niño que tiene que asumir responsabilidades y no disfruta su niñez, de tanto niño que vive situaciones extremas, son signos contradictorios, pero es la realidad descarnada que vivimos.
Sensibilicémonos para que estas situaciones no ocurran y cada uno(a) aportar con un granito de esfuerzo para realmente revertir esta situación, no nos quedemos solo en pensar, sino más bien en hacer posible un mundo más justo y con niños felices.
Jesús, el hijo de Dios, nació de María Virgen para salvar la humanidad entera: “Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros”.
Pidámosle al Niño Dios, que así como en el centro de este nacimiento hoy, sea todos los días el centro de nuestra familia y de nuestra vida.
Que Jesús, que pudiendo haber nacido rico quiso nacer pobre, nos enseñe a estar contento con lo que tenemos.
Que Jesús, que vino a perdonarnos, nos enseñe a no ser rencorosos con los demás.
Que él, que vino a fundar la mejor familia del mundo, haga que en la nuestra reine siempre el amor, la unión y el deseo de ayudarnos mutuamente y a las demás familias.
Que dejemos atrás todas esas situaciones que nos separan como país, donde desterremos el odio, la violencia y busquemos consensos para construir una nación más justa, donde nos respetemos aunque pensemos distintos; no caer en descalificaciones sino que dignificando la vida de las personas.
Que este pesebre que albergo en torno a este niño, los pastores, los sabios, los animales, los ilumino con esa estrella para que sientan esa paz que los hace transformar su vida y experimenten el gozo para anunciar el amor misericordioso de este niño Jesús en sus vidas y en los demás.
Qué está Navidad sea para cada uno(a) de ustedes un día que nos dejamos abandonar, para dejarnos acariciar por esta familia de Nazareth, en la cual descubramos el verdadero amor de familia.
Que este niño Dios los bendiga en todo momento y los proteja.
Son los sinceros deseos de amor y paz.
Hugo Ramírez Cordova.