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Opinión: Día del Patrimonio

En nuestra ciudad, esos bienes materiales e inmateriales que tienen un significado y valoración especial para y por la comunidad, han ido  evolucionando, cambiado. Incluso, desapareciendo.

Desde 1999 en nuestro país se celebra el Día del Patrimonio, “la fiesta cultural más grande de Chile”. Con en la instauración de esta celebración se “pretende favorecer un encuentro directo entre las personas y las distintas manifestaciones y bienes patrimoniales presentes en Chile (…) que  busca sensibilizar a la ciudadanía de la importancia de conocer, cuidar y difundir nuestro patrimonio”. 

Este fin de semana disfrutaremos de “la fiesta cultural más grande de Chile”,  celebramos el día del Patrimonio. El patrimonio de nuestra ciudad, esos bienes materiales e inmateriales  que se acumulan a través de los años  y que tiene un significado y valoración especial para y por la comunidad, ha ido  evolucionando, cambiado, incluso desapareciendo.

Desde un punto de vista más bien pesimista, creo que podríamos comenzar a atesorar a los perros callejeros, a los vagabundos que duermen en la Alameda, al comercio ambulante y las parrillas de anticuchos en el centro como parte de ese patrimonio que debemos cuidar.

Mal que mal, algunas cosas verdaderamente  patrimoniales como la Maestranza o la copa de agua desaparecieron antes de que este Día del Patrimonio se instaurase. Vemos por ejemplo cómo las casas más antiguas se derrumban de tanto en tanto, para dar paso a estacionamientos, necesarios, es verdad, pero a un costo cultural que es muy alto.

El edificio de la ex Escuela de Niñas, que bien podría ser un museo, una pinacoteca educacional o algo así, en cambio alberga al Departamento de Educación Municipal bajo condiciones que no son las adecuadas, manteniendo a sus funcionarios casi en hacinamiento. 

Estas dos situaciones son evidencia de un complejo devenir donde se entiende, obviamente, que de alguna forma se debe conjugar modernidad con patrimonio o tradición, así como lo hacen países europeos u otros países del barrio como Colombia o Perú que entienden a la perfección este equilibrio. (En un viaje de estudio así de importante deberíamos invertir y enviar a personeros municipales,  a estudiar cómo cuidan su patrimonio otros países y no a viajes medio truculentos).

Con esto del Día del Patrimonio me pregunto si los adultos hacemos un buen trabajo respecto de hacer que los niños, niñas y jóvenes sientan el respeto verdadero por aquello que ha costado tanto construir y si inculcamos  el valor de la  pertenencia hacia el legado  cultural patrimonial. 

El caso de El Mercado. Una y otra vez un puñado de personas han salido a su rescate, ¡si alguna vez se pensó en venderlo para pagar deudas municipales!.  Si  no fuera por las personas de los sectores rurales  y los microbuses que llegan a las calles circundantes ¿las personas de  la ciudad entrarían al Mercado? ¿Valoramos el Mercado como un sitio de significación turístico y patrimonial?

Ahí creo que tenemos trabajo por hacer con los niños y jóvenes. Ni que decir de  nuestro patrimonio cultural diaguita que debería estar presente en cada rincón de nuestra ciudad, en cada escuela, en cada esquina. Se hacen esfuerzos en esto, pero falta mucho para transformar “lo diaguita” en nuestra identidad ancestral, presente y futura. 

 Afortunadamente, en estos días instituciones como la Biblioteca Nacional o la Gran Logia abren sus puertas con diferentes actividades para que todos y todas, sobre todo jóvenes y niños/as se acerquen a aquello que constituye un legado, el patrimonio cultural de nuestra ciudad, legado que  nos corresponde proteger para esas generaciones y la futuras. 

Depende de todos. 

Por K Ardiles Irarrázabal
Columnista

OvalleHoy.cl