Cierto es que la tradición de Halloween no es chilena y adoptamos una fiesta extranjera. Pero no significa que sea malo. Los niños agradecen tener una oportunidad para abandonar el computador o la tele y salir a la calle, disfrazados igual que muchos otros niños, caminan y llenan sus canastos de dulces.
Mientras en la Plaza de Armas de Ovalle se celebraba el día de las iglesias evangélicas, las calles se llenaban de pequeños diablillos, vampiros, superhéroes y tantos otros disfraces hechos con empeño y creatividad.
«Quizás los niños no tienen idea de lo que se trata pero son felices. Porqué no disfrazar a los niños, piden dulces y lo pasan bien» Señala Pablo, uno de los padres que acompañan a sus hijos a pedir dulces.
Lorena, que caminaba con su hija disfrazada valora la festividad «Los adultos pueden tener una visión crítica de la celebración, pero no le podemos pedir a los niños lo mismo. Ellos viven en un mundo mucho mas sencillo y alegre, para que amargarlos si ellos solo quieren disfrutar, hacer algo distinto. Además como son muchos niñitos se hacen amigos y aprenden a compartir»