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Pelado, parece que te estai poniendo viejo

Ayer visité la Biblioteca Pública de Ovalle para devolver un libro y, mientras conversaba con uno de los encargados, pude observar a una muchacha que revisaba con insistencia las estanterías. La acompañaba la que parecía su hermana menor.

Como a los diez minutos ella seguía subiéndose a un piso para revisar estantes superiores, o se acuclillaba para hacerlo en los que estaban más abajo. Abriendo y cerrando libros.

No pude resistir la tentación de acercarme y preguntarle lo que buscaba.

– No sé todavía, algún libro de tipo juvenil – me dijo.
– ¿Y de todos estos libros que te he visto revisar no hay nada que te interese?
– Es que ya me los he leído todos. Estoy buscando algo que no hubiera leído.

Ella tiene 14 años de edad y se confiesa una devoradora de libros y, según me señalaron los encargados, visita de manera permanente la Biblioteca para llevar libros, preguntar por nuevos textos recibidos o encargar otros que le han recomendado sus amigos. Forma parte de un grupo no menor de adolescentes que son frecuentes visitantes, consumidores de literatura adolescente, que leen, leen y leen.

Por el interés que muestra su hermana menor, también creo que ella seguirá en los próximos años los mismos pasos.

Y yo que creía que los jóvenes no leían.

Cuando regreso hacia el centro por calle Benavente veo a una niñita pequeña que viene en sentido contrario con su madre. Debe tener algo así de seis años.

Me doy cuenta que está distraída mientras camina mirando algo que está en la acera opuesta y me detengo para no chocar con ella y procuro hacerme a un lado. Sin embargo es inevitable el choque.

Cuando me doy vuelta a mirarla, ella también hace lo mismo:

– Disculpe , por favor – dice caminando hacia atrás donde la espera su madre.

Y me emociona esa pequeña con tan buenos valores. Cualquier otro niño de su edad hubiera seguido el camino sin disculparse , pero ella lo ha hecho.

Y me siento dichoso asimismo por esa madre que es la que le tiene que haber inculcado esos valores en el hogar.

Recuerdo también a la niña de la biblioteca, tan lectora, y pienso que después de todo nuestro futuro no está perdido. Ese es el verdadero rostro de nuestra juventud. Un rostro que a menudo no vemos pero que está ahí.

No me atrevo a contárselo a nadie sin embargo, porque temo que me digan:

– Pelado, parece que te estai poniendo viejo.

Porque, con amigos como los que tengo ¿para que quiero enemigos?

M.B.I.

OvalleHoy.cl