La Negra es una perra callejera enorme, negra como la noche, que cada cierto tiempo llega hasta mi casa para requerir alimentos y agua. Incluso en algunas oportunidades la Gorda, mi esposa, le permite dormir en el patio. Luego al día siguiente se marcha.
Ese fue uno de esos días a mediados de semana en el que buscó asilo junto a la Chilila, la Zarigueya y la Rubia, las mascotas oficiales nuestras.
Ese día sin embargo, de manera inexplicable la Negra, no obstante sus 120 kilos de peso, saltó por la ventana del baño, cayó en la tina y luego, rasguñó con desesperación la puerta, destruyendo la rejilla interior y la madera, dejando un forado. Una vez que salió buscó refugio debajo de una de las camas donde costó una enormidad hacerla salir.
Un comportamiento sorprendente porque a pesar de su tamaño imponente, la Negra es un pan de Dios. Cariñosa con los niños, juguetona y anda por el barrio agitando el rabo y repartiendo lengüetazos amistosos en la cara a quienes sorprende descuidados en su camino.
Al día siguiente descubrí los motivos de su conducta.
– La Negra le tiene miedo al avión del circo – me explicó la señora Yolita, la dueña del almacén de la vuelta.
Sí, ese que en las últimas semanas ha sobrevolado la ciudad con su propaganda aérea; “Psfffsst… aquí arriba!!”.
En los días siguientes pude comprobarlo. Cada vez que pasa el avión la Negra se desespera y busca refugio donde sea. En el interior de un almacén, en una casa, debajo de una cama, donde sea.
Es que ella tiene el corazón de un conejo en un corpachón de oso Grizzly.
Ayer me acompañó varias cuadras cuando me dirigía al centro, hasta que apareció el avión. Entonces se apegó a mis piernas, o se metía entre ellas, impidiéndome avanzar , mirando el cielo con la cola entre sus cuartos traseros
– “Psfffsst… aquí arriba!!” – insistía el avión.
¡Maldito avión!
Pero no sólo a la Negra. Son innumerables las personas a las que les preocupa la presencia de un avión pasando sobre sus cabezas y viviendas.
A unos porque les molesta que los despierten con su zumbido de zancudo en la oreja temprano en los días de descanso. Otros, en especial las mujeres, que temen que uno de ellos pueda caer sobre la ciudad.
– Ni Dios lo quiera… ¿y si se cae? – preguntan.
A estos últimos les explico que es impensable que un avión de esas características pueda desplomarse de manera vertical sobre las casas. Lo lógico es que , aunque tenga un desperfecto del motor, planee lo suficiente como para aterrizar o caer en las afueras, sin causar daños a terceros.
A la mayoría la explicación no las convence.
Algunos, mas enterados, me dicen que, de acuerdo, pero hay algunas exigencias de altura que los aviones deberían cumplir, y que La tendencia es que los aeródromos vayan abandonando los sectores poblados.
A todos les menciono las ventajas que tiene disponer de un aeródromo en buenas condiciones en las proximidades de la ciudad, con pilotos bien preparados. Más aún ahora que se dispone de un sistema de iluminación para la pista, lo que permitirá aterrizar o despegar naves a cualquier hora en caso de una emergencia. Por ejemplo el traslado rápido de heridos o enfermos.
Lo cierto es que a la Negra le asusta la presencia del avión zumbando sobre su cabeza y silbándole: “Psfffsst… aquí arriba”. Y corre a buscar una cama bajo la que ocultarse, y no habrá nada que la convenza de salir en las horas siguientes.
¿Y usted que opina? ¿Le gusta la presencia de aviones sobrevolando la ciudad, le da lo mismo, o preferiría que no lo hicieran?
M.B.I.