A finales de marzo escribí precisamente sobre el tema que a continuación volveré a tratar, porque al parecer la pobreza del alma y sobre todo el egoísmo han sido a veces los “consejeros” de un grupo de personas que no han hecho más que despotricar por redes sociales, increpando a las autoridades sanitarias cuestionando la toma de decisiones que no han sido más que en directo beneficio de todos nosotros.
Es entendible que las personas se sientan temerosas, confundidas, dubitativas y con miedo de esta amenaza que provino de Oriente y que por el poco tiempo desde su aparición aun no es posible que tengamos una vacuna disponible. Sin embargo nada justifica que seamos egoístas con alguna persona que se encuentre en estado de necesidad, no le “tendamos una mano” si es posible y con mayor razón cuando lo que está en riesgo es su vida.
A finales de marzo y comienzo de abril, comenté que varias personas me habían estado preguntado acerca de que si se transformaría el antiguo hospital de Ovalle en un recinto que albergara a diferentes pacientes enfermos con COVID-19 de todo Chile y de ser así ¿qué se podía hacer para impedirlo? o simplemente arrojaban la frase de que era el colmo de ser verdad. Al principio como manifesté en esa oportunidad, estuve un tanto confundida al escuchar semejantes observaciones, no sabía si sentirme desilusionada, molesta, triste o perpleja, pero finalmente opté por decir como siempre lo que pensaba con el respeto que se merece cualquier persona aunque piense diferente, porque eso es lo destacable de la libertad y del respeto a poder dar distintas miradas en base a una misma situación pero que desgraciadamente hay un sector político en nuestro país que son sumamente intolerante en ello y vemos personalidades en la oposición que mancillan a quienes piensan y actúan diferente a su mirada en algunas situaciones.
A esa pregunta opté simplemente por contestarles que si ellos estuvieran enfermos o su madre, marido, hijos o quien sea de su familia, y necesitaran ser hospitalizados y no hubiese capacidad hospitalaria en su ciudad ya que requiere de cuidados en medicina intensiva que preferiría ¿dejarlo morir en la casa?, ¿que quede con secuelas por la enfermedad? o ¿que lo pudieran trasladar donde sí tuvieran la capacidad para ser atendido?; en aquella oportunidad como comenté todos y sin excepción alguna me contestaron que solicitarían que los trasladaran donde pudieran ser atendidos y a reglón seguido, les decía pero supongamos que en ese lugar donde pueden ser recibidos y atendidos, se les negase el acceso porque las personas que viven en las cercanías se negaban a que “importaran” casos y su principal excusa más que el virus mismo era por no ser de la “zona” ¿cómo se sentirían?, en aquella oportunidad las respuestas fueron de “entiendo doctora”, o “tiene razón” o simplemente asentían con la cabeza porque se daban cuenta de la urgente necesidad de ser empáticos.
Es entendible que a veces sea más fácil caer presa del pánico, del miedo, más aún cuando nos enfrentamos a lo desconocido, pero nunca debemos perder lo que nos hace humano, sino estaremos perdidos y condenados a la extinción. Este tipo de situaciones deja aflorar con mayor facilidad nuestros más profundos temores y aprensiones, pero también la misericordia y el lado más humano.
El que traigan a pacientes de otras regiones, no debiese “quitarnos el sueño”, ya que es algo que le concierne decidir a la autoridad, que hasta el momento ha actuado asertivamente y que por lo demás debemos tener muy presente y no olvidar que estos pacientes son personas y que detrás de ellos hay una familia que los esperan.
Como dije anteriormente es entendible esta forma de reacción, pero no debemos dejar aflorar este tipo de sentimientos, porque no tiene nada de humano el negarle sea a quien sea el tener la mejor asistencia en un momento sanitario tan grave, ya que no es propio de nuestros compatriotas el negarle la atención a otro cuando la necesita, no es piadoso en absoluto, denotando en sí un vacío de humanidad gigantesco en el alma. Porque una situación es tener miedo por desconocer lo que se avecina, pero otra situación muy distinta es que nos gane la indiferencia oponiéndose a que se le de la mejor atención médica al que lo necesita.
Susana Verdugo Baraona.