Los oráculos trasnochados, no se refieren a los gastos de siempre, sino a las protestas, a la represión, a la violencia de la implosión social.
Hasta hace un par de años la llegada del mes de marzo se veía como una montaña monstruosa que se cernía sobre el presupuesto de las familias: la compra de los uniformes escolares, pagar el colegio quienes tienen a sus hijos o hijas en establecimientos particulares, la compra de útiles, el pago de permiso de circulación si tienes un automóvil y si tienes hijos o hijas en la universidad, matrícula, arriendo o pensión ( ¿se usa eso de pensión todavía?).
Es decir, de verdad marzo era duro en términos económicos para un amplio sector, sobre todo para la clase media que mayoritariamente se endeuda para satisfacer esas necesidades. Lo cierto es que durante todo el verano se han escuchado voces diciendo se viene marzo, se viene marzo casi como una advertencia de plaga egipcia. Y claro, esas voces ¿cómo llamarlas?, voces de oráculos trasnochados, no se refieren a los gastos de siempre, sino a las protestas, a la represión, a la violencia de la implosión social.
Por un lado ayer leía que carabineros se alista para marzo con seminarios sobre gestión del orden público, diálogo con los manifestantes, derechos humanos, detención selectiva y otros procedimientos. ¿Funcionaran? Con tal de no tener más personas que por el hecho de protestar pacíficamente pierdan la vida, la vista, que sean heridas o abusadas en sus derechos fundamentales, con tal de no volver a ver la represión de estado desmedida, ojalá que funcione.
Por otro lado ya organizaciones sociales – con y sin validación civil – imagino que están organizándose para armar marchas y protestas. De hecho ayer no más hablaba con un dirigente del colegio de profesores que me decía: “aquí de vacaciones en (…) recuperando fuerzas para continuar con las movilizaciones en marzo”. (¿no debería el colegio de profes hablar de educación, preparar seminarios para los docentes, , capacitaciones y esas cosas?). Hay algunos que ya se soban las manos para robar, quemar, saquear, crear montajes o socavar de una u otra forma la institucionalidad. Violencia de aquí, violencia de allá.
Y toda esta violencia, de un lado y de otro, es validada por muchos. Suelo escuchar de cercanos ( eso me impresiona a nivel personal) y leer en las funestas redes sociales: Está bien que saqueen porque han saqueado durante 50 años; está bien quemar y robar porque nos han robado siempre, está bien atacar a los pacos porque ellos han reprimido, matado, dejado ciegos a muchos.
Gandhi decía «ojo por ojo y el mundo quedará ciego». Así estamos, tal cual.
Además, en medio está la lucha desatada por el apruebo y rechazo de la consulta por la nueva constitución, esa lucha ideológica como si estuviéramos en los años cincuenta o sesenta donde todo era rojo o rayado, comunismo o capitalismo. Campañas del terror de un lado y otro: quienes aprueban, con hoja en blanco incluida pues al parecer no existe nada bueno en la constitución hecha en dictadura ; y los del rechazo que temen perder todos sus privilegios, que aseguran que los marxistas se tomarán el poder a través de la temida asamblea constituyente, primer paso para ser una nueva Venezuela.
Esa lucha que se da en los extremos donde no llegan las trasmisiones neuronales, la de saquen los milicos a las calles versus saquemos todo lo signifique capitalismo. Y esas miradas extremas y mal intencionadas son solo el comienzo. Si gana el Apruebo se debe resolver quienes representarán a todos/as en la Asamblea o Convención o como se llame; si gana el Rechazo se harán reformas a la chilena, es decir, si las podemos hacer mal, para que las vamos a hacer bien. Gane la opción que gane, lo más probable es que la violencia se intensifique, insisto, de un lado o de otro. Es patético. No aprendimos nada de nuestra propia historia.
Como dice Cristian Warnken: «¿Acaso estamos peor que Sudáfrica en tiempos del apartheid como para no darle un cauce positivo a esta crisis social? (…) ¿Estamos condenados en Latinoamérica a la violencia política, a la barbarie y a la intolerancia sin fin? Me rebelo contra esa inaceptable fatalidad». (Warnkén, C. 13 de febrero de 2020. Chile necesita un Mandela. Columna de Opinión. El Mercurio.)
Si no hay un cambio personal, interno, nada va a cambiar
Se viene marzo. Lamentablemente, además de pagar lo de siempre, hemos de pagar consecuencias.
Por K Ardiles Irarrázabal
Columnista