La investigación de Rodrigo Arriagada Jorquera, nos remonta a los años en que la cesantía arreciaba y las obras de ingeniería recién se proyectaban.
El norte chico siempre ha sido una zona curiosa del país, su historia climática está llena de largas sequías e intensas pero cortas inundaciones, razón por la cual los grandes latifundios se desmembraron al finalizar la colonia. Ahora que la zona se enfrenta a una sequía distinta, motivada por el cambio climático que afecta a todo el planeta, es interesante ocuparnos de un periodo de sequía especial en la zona, que fue afectada por dos elementos externos al clima, la gran crisis económica del salitre y la falta de estructuras para el aprovechamiento del agua.
A comienzo de los años veinte, el país se hallaba sumergido en un terrible problema, la Crisis del Salitre. Con la invención del mucho más económico, salitre sintético durante la gran Guerra, las ventas del salitre ordinario que el país comercializaba, comenzaron a bajar a tal punto que muchas oficinas salitreras empezaron a cerrar, esto generó una ola de desempleo.
Muchos de estos obreros desempleados eran de la actual región de Coquimbo, la ciudad de Ovalle tuvo una sobrepoblación, el aumento de la demanda de trabajo bajó los salarios y agudizó la crisis, las familias de los obreros dormían alrededor de la estación de trenes, también en las bancas de la plaza y en la alameda; aparecieron las ollas comunes y el aumento del crimen. Se generó una crisis humanitaria y luego, una crisis política producto de un parlamento elitista que bloqueaba las reformas sociales que el Presidente Alessandri enviaba para la discusión. Con la distracción de la crisis económica, nadie se percató de un silente nuevo problema, cada vez llovía menos.
Para el año de 1924, la silente sequía era un hecho innegable, el campo se estaba secando y ya no serviría para paliar la crisis de los cesantes. En agosto de ese año los parlamentarios de Atacama y Coquimbo acordaron pedir al supremo gobierno rebaja en los fletes marítimos y ferroviarios para el forraje, artículos de consumo y mercaderías como también la suspensión de impuestos a los agricultores; por su parte el gobierno les brindo salitre a precio rebajado para el abono de la tierra. En cuanto a la petición de los parlamentarios, esta, quedó relegada a un segundo plano, luego de la irrupción de protesta de los militares, el ruido de sables, que forzó un gabinete militar en el gobierno con el general Luis Altamirano como ministro del Interior.
Con el exilio de Alessandri, el nuevo cambio de régimen vuelve a dejar la sequía en segundo plano. En octubre, la prensa ovallina señalaba que desde que hay observaciones meteorológicas no se ha observado un año tan seco. Indicaba además, la muerte en Coquimbo de 250.000 caprinos, 200.000 bovinos y 20.000 vacunos; en cuanto a los cultivos, señala la pérdida en la zona de 130.000 quintales de trigo.
Ante la situación el gobierno instaurado procedió a derribar algunas de las ultimas nieves eternas en la cordillera de la región, a través de sus cuerpos andinos para palear en algo la situación. La parte más dura la tienen los campos del secano donde los pozos se quedan sin agua, a pesar del desastre, el periodismo de la época no pierde su poética:
«La pavorosa sequía ha despoblado la campiña, que se presenta yerma, y desolada como esos paisajes ascéticos que nos pintan los artistas españoles. (…) La vertiente de la quebrada se ha secado, los litres, los arrayanes y los maitenes amarillean tostados por el sol, no dan ya la sombra: el perfume agreste a la tropa que alojaba a sus amparos en los viajes a la sierra».
Muchos campesinos deben vender sus tierras al valor suficiente para irse a la sobrepoblada ciudad o al norte en busca de trabajo, el éxodo campo-ciudad se agudiza con la crisis-sequía. Para quienes se quedan en el campo, les queda soportar el flagelo de la hambruna, en mayo del año 1925 se presentó ante el juzgado del crimen de Ovalle el caso de un niño de once años que intentó matar de mala manera una cabra que no era de su pertenencia, esto para alimentar con ella a sus hermanitos; el hecho conmovió a la sociedad local. Ese año hubo un nuevo alzamiento militar, pero esta vez fue para el regreso de Alessandri al poder, pero bajo la tutela de un nuevo gabinete militar.
En diciembre de ese año se cierne una gran amenaza para la ciudad, la posibilidad de quedarse sin agua potable ni electricidad. La ciudad era suministrada de agua por la vertiente de la Cuca, que se creía inagotable, sin embargo aquella se estaba agotando; como medida de mitigación, el Intendente dispuso de una improvisada bomba. La grave crisis de la sequía, demostró la necesidad de la construcción de estructuras que garantizaran el buen uso del agua y con ello se dio abrió la posibilidad de una doble solución. En un comienzo, para entrentar la crisis económica el gobierno comenzó a endeudarse para la construcción de Obras Públicas que absorbieran la mano de obra cesante, en ello comenzó a gestarse la idea de embalses y canales.
El primero de ellos fue el embalse Cogotí y para ello se formó una asociación de canalistas en diciembre de ese año. El gobierno también vuelve a revisar antiguos estudios sobre la posibilidad de la canalización y es así como progresa la idea de la obra del canal Villalón y el embalse Recoleta. Ni la instauración de la dictadura del coronel Ibáñez en el 1927, ni la crisis económica de 1929 o los siguientes cambios de gobierno, fueron impedimento para que las obras se inauguraran en 1934.
En la actualidad, la red de canales y embalses, surten de agua a gran parte de la Provincia de Limarí, impidiendo hasta el momento llegar a una situación tan tensa como la señalada. Sin duda la sequía de los años veinte, fue una de las más duras que la zona haya tenido que afrontar y de la que podemos sacar lecciones, especialmente ahora que las condiciones especiales del cambio climático, nos enfrenta cada vez a sequías sin precedentes que requieren de nuevas reformas políticas y estructurales.
Por Rodrigo Arriagada Jorquera.
ACERCA DEL AUTOR: Investigador local, nacido el 8 de Agosto de 1989 en la ciudad de Ovalle donde realizó sus estudios escolares, para luego estudiar Licenciatura y Pedagogía en Historia en la Universidad de Concepción en la Región de Bio Bio.
En 2017 publicó su primer libro Pablo Galleguillos, Vida y Agitación obrera en Ovalle, ganador del primer lugar del concurso literario Ovalle en 185 palabras (2016) y Ovalle en 188 palabras (2019).
En la actualidad, mantiene la tarea del rescate de la Historia e Identidad de la zona a través de distintos medios.