¿Te has sentido excluido o marginado?, ¿Tú has excluido o marginado a alguien? Siento que muchas veces en nuestra vida hemos manifestado ciertas actitudes o rechazos con personas determinadas, las hemos dejado de lado, incluso a veces por omisión.
Hoy estamos llamados a mirar con una mayor amplitud lo que sucede en todo nuestro acontecer, cómo podemos hacernos parte para tratar este tema en todo ámbito donde se esté inserto, ya que cada día vamos desarrollando nuevas formas de exclusión.
Hace unos años fueron tres personas las que narraron su experiencia de vida, su dolor y cómo vivían este desprecio de sentirse paria o como leproso; una persona que tenía SIDA, un encargado de la pastoral mapuche, y un ex-alcohólico, todos ellos manifestaban que el sentirse excluido o marginado los apartaba de la sociedad, incluso de familiares o personas cercanas.
Este tema nos atraviesa toda la existencia; si es cosa de mirar nuestro pasado, cómo en nuestro país con nuestra indiferencia o sentirnos superiores o con la capacidad de decidir, tomando decisiones hemos alejado, quitado sus culturas o la tierra a personas que han sido dueñas por siglos, vemos que a los pueblos originarios se les ha ido reduciendo su tierra, u otros han ido desapareciendo por no encontrar espacios para vivir.
Si miramos la Biblia, también allí encontramos exclusiones, si hasta el mismísimo Jesucristo en su nacimiento recibió esta marginación, cómo Él fue excluido por los fariseos, los sacerdotes y maestros de la Ley. Cómo los judíos miraban a los samaritanos, los primeros cristianos fueron incluso perseguidos y muertos; son muchas las situaciones que encontramos en la Biblia que nos hacen mirar esta realidad, como algo que se ha dado hasta nuestros días.
Pasan los años, vamos teniendo mayor información, pero seguimos teniendo las mismas incapacidades de discernir en la vida el daño que se produce o se realiza con estas formas que en muchos se han arraigado en nosotros.
Hoy en nuestro país solo basta mirar, cómo tratamos a las personas que vienen a buscar un mejor desarrollo, una mejor calidad de vida, la que se le ha negado, hoy es más patente con la llegada de tantos y tantas – hombres y mujeres- de países vecinos o de Centroamérica, ya no sólo los marginamos, sino que los tratamos como parias, como algo que nos molesta, les quitamos su dignidad.
Y en nuestros trabajos, nos encontramos situaciones parecidas, si a toda persona la miramos por su forma de vestir, por su educación, por su nivel económico, por su status social, o simplemente con gestos sencillos: no somos capaces de saludar, es algo que muchas veces escondemos, pero son cosas que las llevamos muy en nuestro interior.
¿Cómo te has sentido las veces que tú has sufrido esta exclusión? Qué ha pasado en tu interior, te ha afectado, te has sentido poco valorado o eso te ha enseñado a ser diferente a ser inclusivo, a pensar y descubrir que toda persona merece la felicidad, a desarrollar instancias de acercamiento para que otros puedan dejar atrás esos sentimientos que nos alejan de ser constructores de una sociedad más digna, más solidaria, más fraterna, en que toda persona es valiosa.
Ser cristiano nos debe llevar a descubrir el valor de la persona en su totalidad, si creemos en la igualdad que Dios nos regala, ¿por qué producimos estas diferencias, estas barreras que nos alejan del ser humano?
Hay hombres y mujeres que en la historia han sido capaces de volcar estas exclusiones y se han hecho uno más de ellos, Damián de Molokai, un hombre extraordinario, que rompe con fronteras, con rechazos y se hace un leproso más, les mejora y les trata de dar una vida digna.
Busquemos caminos que nos lleven a transformar nuestra realidad, sepamos acoger, sepamos amar, sepamos dejar atrás estos paradigmas, sepamos brindar afecto, sepamos dar pasos para encontrar y reconocer al otro como un hermano(a). No hagamos que la marginación o marginar sea un salvavidas para sentirnos bien.
Jesús nos deja muchas situaciones, sobre cuál debe ser el papel del que sigue sus enseñanzas, el samaritano, él deja atrás todas sus ideas, sus preocupaciones, sus diferencias y asume al otro como su semejante, lo acoge, se preocupa, se da el tiempo, incluso va más allá, le entrega su dinero para que lo cuiden.
Amar, esa es la diferencia y este amor nos hará derribar tabúes, murallas, egoísmos, vanidades, para mirar a todos como un igual.
Hugo Ramírez Cordova.