
Para los ovallinos que vivimos en Copiapó, el aluvión ocurrido hace más de diez días en la Región de Atacama nos ha marcado profundo. Con asombro, tristeza e impotencia presenciamos cómo la naturaleza desató su furia y a su paso dejó desolación, pérdida de vidas humanas y daños materiales arrasando con cuanto se le puso por delante.
Para la Madre Natura no hubo distinción de clases sociales, ni de credos religiosos ni de tendencias políticas. Simplemente a su paso quedó todo anegado, casas que hasta hoy siguen llenas de barro, lodo y excrementos, cuyos habitantes tratan de salir de esta ingrata situación, pero, pese a la ayuda solidaria y a su propio esfuerzo sólo han paliado en parte la desgracia.
Como decía un amigo al que contactamos telefónicamente “estamos mejor que ayer… antes teníamos el barro hasta la cintura, hoy estamos hasta las rodillas”, graficando lo que vive en este momento la gente de Copiapó.
Lo que el primer día pareció una de las inusuales lluvias producto del llamado invierno boliviano, al segundo día, se transformó en una tragedia, acompañada de truenos y relámpagos. Bajaron las quebradas, de Paipote y de Puquios, y a ello se sumaron los caudales acumulados en la alta cordillera donde no cayó nieve sino que agua por sobre los dos mil metros de altura.
Y comenzó la tragedia.
Las aguas se juntaron al inicio de calle Los Carrera y se distribuyó más adelante por las principales calles del centro de la ciudad. El caudal del río Copiapó, antes totalmente seco, era un torrente poderoso, lleno de agua barro, palos, desperdicio que arrasó con cuanto encontró a su paso. Los otros cauces, poderosos y veloces, se deslizaban inmisericordemente, inundando casas, negocios, hospitales, escuelas, llevándose el producto de años de sacrificios y dejando a sus moradores sumidos en la más profunda de las desesperanzas y las amarguras… sólo con la leve satisfacción de haber salvado sus vidas.
Los cortes de energía eléctrica durante tres días, nos dejaron incomunicados, sin radio ni televisión y donde hubo que cuidar la poca carga que había en los celulares para poder tener noticia de nuestros seres queridos en la misma ciudad o recibiendo las angustiosas llamadas desde otras ciudades inquiriendo por nuestra situación. El regreso de la energía eléctrica nos permitió conocer a través de la televisión lo ocurrido en Chañaral, El Salado, Diego de Almagro, Tierra Amarilla… y quedamos mudos, anonadados, buscando una explicación.
Las calles aledañas a nuestro hogar, repletas de barro, y cien metros más al sur corría el torrente de agua, que en la soledad y silencio de la noche sentíamos como si pasara por debajo de nuestras camas. Seguíamos aislados, pero al menos no tan embarrados como otros.
Y apareció de inmediato la solidaridad, especialmente de quienes, se informaron por los medios de comunicación de esta ingrata situación… y nos sentimos reconfortados cuando supimos que la primera ayuda que llegó a Copiapó fue de la Ilustre Municipalidad de Ovalle, con su alcalde don Claudio Rentería a la cabeza; de la gente de la Radio Caramelo y de los trabajadores de las Ferias Libres de esta ciudad… y nos sentimos orgullosos de ser ovallinos.
Por eso, aprovecho este espacio que nos brinda Mario Banic y Ovalle Hoy, para agradecerles a todos los ovallinos su ayuda solidaria, inmediata, fraterna y desinteresada, más aún cuando conocemos todos los problemas que tiene la provincia del Limarí debido a la sequía. Gracias a todos, en nombre de los atacameños y de los muchos ovallinos que trabajamos en la Región de Atacama, hoy herida, pero que estamos seguros saldrá adelante y se pondrá de pie nuevamente.
Por: Maguín Carvajal Cortés,
Periodista