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Un triste Día del Niño

En 1954, la Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante la resolución 836 (IX) del 14 de diciembre, recomendó que se instituyera en todos los países un Día Universal del Niño y sugirió a los gobiernos que celebraran dicho día en la fecha que cada uno de ellos estimara conveniente.

La ONU celebra dicho día el 20 de noviembre, en conmemoración a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.

En Chile quedó instituida su celebración en una fecha flotante entre el primer y segundo domingo del mes de agosto.

El espíritu de esta celebración es propender al bienestar de los niños, en especial de aquellos sectores de menores recursos; velar por sus derechos, en especial los derechos a la educación, a la seguridad, a la salud, y al amor , sin exclusiones de ningún tipo.

Esta fecha debería ser además un espacio para reflexionar sobre el tema, discutir sobre las maneras de mejorar el bienestar de los infantes, y sobre la responsabilidad compartida que tienen los Estados, las familias, y la sociedad en general para contribuir a mejorar sus condiciones de vida.

En años anteriores el Día del Niño ha sido en Ovalle una gran y alegre fiesta popular en la que la Municipalidad local organiza actividades alusivas en la Plaza de Armas y donde se reúnen familias provenientes de todos los sectores de la comuna. Ricos, pobres, de clase media, sin distingos, que participan gratuitamente de juegos, actividades individuales y colectivas y nuestro principal paseo público se transforma en un gigantesco parque de juegos infantiles.

Ayer domingo fui a la plaza de Armas y la encontré desierta, o casi, con dos o tres grupos familiares acompañando a sus niños más pequeños. En tanto en el paseo peatonal el rostro de un pequeño se iluminó cuando vio a parecer a un grupo de Súper Héroes o personajes de caricaturas e insistió en fotografiarse junto a Mickey Mouse.

En tanto en los supermercados algunos grupos familiares acompañaban a sus hijos pequeños para comprarles un “engañito” y regresar a casa con la ilusión de haber pasado un buen momento.

Pero no, el de ayer fue un día triste. Culpa de esta maldita pandemia.

Esperamos que esta fecha haya servido para reflexionar sobre el principal sentido de la celebración – no los juegos, los regalos, los dulces, etc – sino sobre lo importante que es el cuidado y formación de nuestros niños que serán los encargados de construir la sociedad del mañana. De nosotros y de la formación que entreguemos a nuestros hijos, en gran medida, dependerá de la calidad de esa sociedad.

M.B.I.

OvalleHoy.cl