3 de septiembre del año 2013 y una noticia de último minuto hacía modificar toda la pauta en los medios locales. Una intoxicación masiva –presumiblemente por agua potable- tenía a decenas de ovallinos y ovallinas en los consultorios y servicios de urgencia, padeciendo graves cuadros digestivos.
Desde ese entonces se instaló el cuestionamiento a la calidad del agua potable que estábamos consumiendo en la capital del Limarí, manto de dudas que se mantiene e incluso va creciendo con el tiempo.
Luego de investigar extensamente el tema, existen antecedentes suficientes para establecer que la alerta sanitaria fue causada por Norovirus, el que según el sumario sanitario encabezado por el entonces seremi Osvaldo Iribarren, estuvo presente en la red de agua potable al menos por unas horas.
La explicación de la contaminación habría sido la presencia de excremento en el río, lo que sumado a la sequía y el bajo caudal, logró llegar en parte a los domicilios por una baja cloración del vital elemento.
Hoy, casi dos años después, vemos como tras una aislada lluvia registrada en la zona, la turbiedad del río impide que el servicio llegue en condiciones a nuestras llaves. Motivo de esto, la ciudad fue escenario de un desolador panorama la noche de este lunes, con mujeres, niños y adultos mayores haciendo filas interminables con el fin de llenar bidones a través de camiones aljibes.
Entonces queda abierta la gran duda sobre la vulnerabilidad que tenemos los residentes de Ovalle acerca de que cualquier evento acaecido en el Río Limarí, podría afectar el suministro de agua potable; lo que caiga ahí va a llegar hasta las cañerías es la señal que hemos recibido hasta ahora.
La sanitaria, concesionaria del servicio en toda la región, no se ve mayormente afectada y actúa sin presión alguna, ya que la Superintendencia de Servicios Sanitarios, basada en estudios hechos con varios días de desfase de las emergencias, ha recogido muestras y confirmado que el agua potable de Ovalle cumple con la normativa.
Por su lado, la Fiscalía no pudo hacer mucho luego del brote de norovirus, ya que la legislación solo sanciona los agentes bacterianos y no virales como existían en este caso que enfermó a más de seis mil personas en 2013.
En conclusión no queda más que resignarse, continuar comprando bidones, llenando con camiones aljibes y sufriendo constantemente malestar estomacal, ya que tal como señalan los organismos pertinentes, se cumple con la normativa.
Difícilmente otra comunidad pueda tolerar tantas irregularidades en un tema sensible como lo que recibimos por lo que pagamos mensualmente como agua potable. Suponemos de buena fe, tratada rigurosamente como debe ser, ya que eso es lo que establecen las boletas canceladas y la labor que involucra su concesión.
David Flores Barrios
Periodista