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Ya está en Ovalle el libro con mis primeros relatos: “Siempre el mismo Río”

La espera llegó a su fin. Ayer finalmente llegó el cartero con una caja con libros enviados desde la editorial Gráfica Metropolitana conteniendo ejemplares de mi ultimo libro.

Se trata de “Siempre el mismo Río” con relatos que tienen una particularidad: son los primeros que escribí, siendo aun un muchacho.

En las últimas semanas ocupé mis ratos de descanso para abrir cajas que tengo arrumbadas a un costado de mi biblioteca para revisar carpetas que se han ido acumulando; y en esta tarea he hecho algunos descubrimientos muy especiales, de archivos que creía perdidos o al menos no los recordaba cabalmente.

Por ejemplo un guion para un comic de ciencia ficción que íbamos a desarrollar con un amigo dibujante y que no prosperó. Lo leo y me admira la imaginación que tenía el niño que lo escribió, en una época en la que aún era impensable llegar a la luna, la Guerra de las Galaxias, la fertilización asistida, etc. Y ahí está, en una de esas lo transformo en cuento o novela breve para niños.

También está una simpática obra dramática en tono de comedia; una breve novela romántica que explica por qué hui de Temuco en 1973.

También, ya más contemporáneo, apareció un conjunto de relatos escritos no recuerdo cuando, que cuentan la historia de un pequeño diario, de una pequeña ciudad de provincia, en los que el protagonista es un joven aprendiz de periodista y que tiene como título provisorio de “Tinta fresca”.

Finalmente, un conjunto de alrededor de veinte relatos escritos entre los 18 y los 23 años cuando vivía en El Trapiche, mi pueblo natal. .

Los escribí influenciado por la prosa de Ernest Hemingway en su primer libro de relatos, “En nuestro Tiempo”. O en el William Saroyan de “Mi nombre es Aram”.

De Hemingway me atrajo la narración ágil, libre de adjetivos, austera, que en pocas pinceladas era capaz de mostrar una escena o narrar una historia. Admiraba del entonces joven escritor norteamericano la capacidad de mantener a sus personajes charlando trivialidades durante varias páginas sin perder al lector.

De Saroyan, la habilidad de describir de manera tan liviana las experiencias de un niño de siete años hijo de emigrantes armenios avecindados en un valle de California, USA.

“Ese niño puedo ser yo”, me decía entonces.

Y nada mejor para eso que mostrar a vuelo de pluma el paisaje que veía alrededor mío, con la gente, el pueblo, el río que pasaba a menos de cien metros de mi casa y que tanto conocía. El paisaje, el escenario era real, aunque los personajes ficticios, salidos de la imaginación de un joven pueblerino que aspiraba abrir las alas y conquistar el mundo.

Recuerdo que los escribí en el escritorio de la casa de mi recordada Tía Delia (hermana de mi padre) con una vieja máquina Olimpya mientras bebía malta y comía higos secos.

Y así esos viejos relatos fueron acumulándose en una carpeta en una caja de cartón en un rincón de mi oficina.

Y si después de casi cincuenta años me decidí a publicarlos, es porque pensé que sería lamentable que terminaran por perderse luego de mi desaparición.

Y aquí están bajo el título “Siempre el Mismo Río” ya en una caja en mi escritorio, preparandose para salir a la distribuición y venta.

Los releo y me vuelvo emocionar. No sé si recordando a mis seres queridos hoy ausentes, o a ese muchacho ingenuote que soñaba con ser escritor.

Mario Banic Illanes

OvalleHoy.cl