Todos, más de alguna vez, nos hemos preguntado ¿Cuál es el propósito de mi vida?
Buscamos algo que no conocemos, con el fin de llenar un vacío para el cual tampoco tenemos explicación. Nada nos satisface y tenemos la íntima sensación de encontrarnos solos, sin anclajes, expuestos a ser llevados por cualquier “viento de doctrina”. Encontrarle sentido a nuestra vida es la única manera de llenar ese vacío.
Entre las numerosas fuentes de sabiduría que intentan ayudarnos a encontrar la respuesta, personalmente, me quedo con la de Pablo, en su célebre epístola a los Corintios.
““Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe”
“Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo caridad, nada soy”
“Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve “
Para Pablo, el más prolifero pensador de todos los apóstoles, lo que le da sentido a la vida es la caridad, definida por él mismo como el amor puro de Cristo el cual se manifiesta por medio del servicio. Los políticos, que le tienen vergüenza a la palabra amor, acuden a su prima hermana, la solidaridad.
En suma, podemos ser la piedra más pulida del pedregal, pero si ese conocimiento no está al servicio solidario de nuestros semejantes de nada sirve, porque el conocimiento por sí solo no alcanza para apagar nuestra sed ni mitiga nuestro sentimiento de vacío.
Mientras tanto, en la base de la pirámide social, instintivamente, los padres se sacrifican día a día para satisfacer las necesidades primordiales de sus hijos Ver a sus niños felices les da sentido a su vida. A partir de ahí, sin importar el grado de sacrificio, su felicidad estará íntimamente ligada al bienestar de su familia y sobre ese cimiento diseñaran su plan de vida. Consecuentemente, todas las actividades que realicen, incluidas la política y la religión, deberán ser coherentes con ese plan.
De lo anterior se desprende que el componente esencial que le da sentido a la vida es un propósito elevado, único y que tiene la particularidad de hacernos sentir que ha sido diseñado especialmente para nosotros. Es más, hasta pareciera que hemos sido preparados y llamados, específicamente, a cumplir un rol que solo nosotros podemos interpretar.
Cuando el hambre, la precariedad del techo, los abusos y el desamparo que sufre su comunidad conmueven el corazón del hombre y éste siente que una fuerza desconocida lo motiva a poner sus capacidades al servicio de sus semejantes, entonces estamos ante la presencia de un líder y la respuesta que él da a ese llamado le da sentido a su vida. Es el caso de Martin Luther King, Gandhi o Sor Teresa de Calcuta entre los más destacados. También los hay cuya labor es menos conocida y hasta totalmente anónima, pero de igual valor, en cuando a encontrarle sentido a la vida se refiere.
Por lo mismo, la política, que es uno de los caminos diseñados para aliviar el dolor humano, si no tiene el componente de la caridad (solidaridad) “viene a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.”
De ahí que el político de barrio, para su desarrollo, requiere de responsabilidades partidarias que tengan coherencia con su sentido de vida, con sus convicciones y con sus metas personales y familiares, de lo contrario su vida partidaria será un accidente ocasional, motivado más por un interés circunstancial que por una íntima convicción. Quien practique la noble actividad de la POLITICA, esa con mayúsculas, debe tener claro que el partido político no es la meta, sino solamente el medio para llegar a ella. El fin siempre será el bienestar social.
Al reconocer esto, tomamos consciencia que el sentido de la vida tiene que ver con asumir responsabilidades, con convertirnos en creadores en lugar de observadores pasivos, en no aislarnos sino en ser parte activa del desarrollo de nuestra comunidad. Que ese espacio creado para nosotros lo debemos llenar con optimismo y con la íntima convicción de que estamos sirviendo a un propósito único que solo nosotros podemos realizar, que nace en el bienestar familiar pero que el sentido de la solidaridad lo hace extensible a la comunidad toda.
Sin lugar a dudas nuestra vida tiene un propósito. Un propósito altruista que debemos descubrir a la brevedad para darle sentido a nuestra vida.
Y se los aseguro, está en el servicio.
Héctor Alfaro Jeraldo