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Un Amigo muy especial

20 - 10 - 14 mario ortizEl Mero, es todo un personaje de la pérgola en la reserva de las chinchillas; por más de ocho años es el infaltable comensal a la hora del almuerzo de los Guardaparques.  Cuando nos instalamos en los mesones de la pérgola, puntualmente llega volando y con pasmosa tranquilidad se posa  en la cubierta de la mesa, luego camina entre nosotros observando nuestros platos, como si estuviera eligiendo el menú.

Para los que no saben que es un  mero, el mal llamado zorzal mero es un ave parecido a un zorzal, un poco mas grande, quizás algo mas tosco y a diferencia de este último, sus plumas son todas del mismo color, pardo grisáceas con tonos oliváceos, tiene estrías negras en la garganta y presenta hábitos alimenticios marcadamente carnívoros, puede llegar a comer lagartijas y otras aves pequeñas puesto que posee una estructura mandibular mucho mas poderosa que la del zorzal. Los meros, son silenciosos y solitarios, generalmente es muy difícil verlos de cerca, son esquivos y muy desconfiados.

Sin embargo, nuestro mero es muy especial…     hoy lo tengo a treinta centímetros de mí, esta parado sobre la mesa,  soy un privilegiado, puedo ver todos sus detalles, sus plumas, sus alas, sus patas levemente curvas y sus dedos graciosamente cortos, pero por sobre todo puedo ver sus ojos, puedo captar su mirada…

Me observa atentamente sin temor sin sobresaltos. Lentamente extiendo mi mano hacia él y le ofrezco entre mis dedos un pequeño bocado; con un gesto casi de cortesía, se inclina y come de mi mano, en ese momento siento en mis dedos el fugaz roce del extremo de su pico, cuando se apodera con entusiasmo del pequeño trozo de carne; inevitablemente me conmuevo con tan fantástico contacto.

Pero hay algo en el Mero que me cautiva cuando está tan cerca, su mirada…  esa mirada que proyecta una mezcla de confianza e indiferencia, esa mirada que por momentos, parece ser portadora de un mensaje silencioso que nos revela fórmulas para una relación más amigable y más respetuosa con las demás criaturas vivientes.

En una ocasión en que llegó a compartir la mesa, nos pareció que tenía dificultades para tragar trozos muy grandes de alimento, esta situación nos preocupó y llegamos a pensar que quizás la edad le estaba jugando en contra. Entonces nos dimos el trabajo de darle pequeñas porciones de comida, realmente nos alegró verlo recibir de nuestra mano los trozos de carne desmenuzada, que tragaba con suavidad y modales poco habituales en él.

Repentinamente y contra todos nuestros pronósticos, dejó de lado los cubiertos y el mantel y se lanzó en picada atrapando en sus fauces a una pequeña lagartija que había pasado inadvertida para nosotros, llevándola rápidamente sobre una piedra cercana, azotándola con fuerza sobre la pétrea dureza de su improvisada mesa, para luego engullirla entera, sin ningún refinamiento.

En otra oportunidad, mientras daba una charla introductoria a un grupo de escolares a la sombra de la pérgola, nuestro mero llegó a curiosear, lo que me brindó la posibilidad de presentárselo a los estudiantes y hablarles de sus hábitos y características. Aún cuando esto suele ser rutinario lo sorprendente vino después…

Grata fue mi sorpresa cuando al iniciar el recorrido con los escolares por un sendero aledaño, al llegar a la primera estación educativa, descubrí que el mero nos esperaba posado sobre el primer cartel explicativo. Esto generó mucho revuelo entre los pequeños estudiantes, mientras nuestro amigo los observaba con interés.

En medio de las caritas de asombro de los niños retomamos el circuito en dirección a la próxima estación educativa, dejando a nuestro amigo posado en el letrero, aparentemente inmerso en sus misteriosos pensamientos.

Al llegar a la segunda estación adivinen que…   ahí estaba el mero, posado en el segundo cartel explicativo. Y así sucesivamente nos acompañó de estación en estación, de cartel en cartel, otorgándole a esa actividad un matiz de aprendizaje anecdótico que esos niños llenos de asombro y descubrimiento, nunca olvidarán, tengo la certeza que permanecerá en su recuerdo ese inolvidable día en que visitaron el hogar de las chinchillas y los acompañó en el recorrido por el circuito, un amigo muy especial.

Texto: Mario Ortiz Lafferte
Administrador Reserva Nacional Las Chinchillas
Corporación Nacional Forestal
Provincia de Choapa

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