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Una Sombra Misteriosa

20 - 10 - 14 mario ortiz
Mario Ortiz Lafferte

Era una tranquila tarde de verano en el último reducto de las Chinchillas, ya no quedaban visitantes, los compañeros de trabajo se habían ido y aún cuando la tarde estaba bien avanzada, una leve brisa tibia acentuaba el calor, trayendo hasta mis sentidos el aroma leñoso de los arbustos maduros, que ya habían tornado el paisaje grisáceo.

Pese al calor, me entregué a la tarea de saborear una taza de te a la sombra de la pérgola, frente al abrevadero que le habíamos construido a la fauna silvestre. A esa hora la  pequeña poza de agua ubicada a nivel del suelo, se encontraba llena de aves de diferentes especies, incluyendo dos roedores de hábito diurno, que compartían el agua con las aves sin ningún problema.

Repentinamente, todos los comensales del abrevadero desaparecieron simultáneamente, algunas aves se escondieron entre los arbustos y otras volaron lo más lejos posible, mientras que los roedores cola de pincel, corrieron velozmente hacia la seguridad de su madriguera debajo del Guayacán, levantando en la prisa una pequeña nube de polvo.  Tras la huída vino un silencio sepulcral, era como que el mundo se había detenido.

Casi de inmediato tuve el primer atisbo de lo que sucedía, una enorme y silenciosa sombra se deslizó por el suelo hasta los límites de la pérgola en donde yo me encontraba y desapareció fundiéndose con la sombra de la techumbre, reapareciendo en el lado opuesto de la estructura, siguiendo un rumbo que parecía imperturbable.

Rápidamente me dirigí hasta el borde de la techumbre para buscar en el cielo al dueño de tan misteriosa sombra; desde allí pude ver a  una hermosa águila sobrevolando el sector a muy baja altura, mientras se alejaba, su sombra brincaba entre los relieves del suelo y las formas irregulares de los arbustos semisecos del faldeo aledaño.

Sorpresivamente, el lento y majestuoso planeo se convirtió en una vertiginosa caída en picada, el fantástico rapaz en el último segundo antes de llegar al suelo, giró su cuerpo levantando la cabeza y el pecho hacia el cielo, desplegando sus patas hacia abajo, hasta estrellar sus poderosas garras en las ramas quebradizas de una mata de Incienso. En ese decisivo momento, el estrepitoso crujido de las ramas al quebrarse se fundió con el dramático e inconfundible grito de un conejo que, al parecer, en el último momento, había buscado inútil refugio en el frágil arbusto.

Con una rara mezcla de sorpresa, compasión y admiración, vi  elevarse a esta poderosa ave, batiendo sus enormes alas con admirable destreza, llevándose en sus garras a su presa y una buena parte del follaje del arbusto, que ante el inmenso despliegue de poder de este rapaz, no pudo ofrecer protección a tan infortunada criatura que ya tenía sellado su destino.

Mario Ortíz Lafferte
Técnico Agrícola
Guardaparque-Conaf  

Fotografía: Jaime Castillo G.

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