Cuando se habla de Año nuevo en el cine, mis recuerdos se van inmediatamente a Forrest Gump (1994) y su fiesta con el Teniente Dan más dos chiquillas, la escena final de Cuando Harry conoció a Sally (1989) y, por supuesto, El diario de Bridget Jones (2001). En estas tres películas (y muchas otras, claro está) la fiesta de nuevo año presenta un conflicto, o lo deja en suspenso, quizás lo resuelva o permita que los acontecimientos fluyan con cierta normalidad, tal como la vida misma, aunque siempre, siempre, la realidad supera a la ficción.
El año nuevo, la única fiesta global, universal y planetaria que festeja la humanidad es, desde cualquier punto de vista, muy simbólica. De hecho, representa el cierre de un ciclo y el renacer de otro con todo lo que ello implica. Se dice que en las guerras los bandos se dan tregua para que los soldados saluden a sus seres queridos; desde esta óptica, el año nuevo es un elemento clave en muchos acontecimientos, sean buenos, regulares o malos; así también nos deseamos lo mejor, permite que la amistad se fortalezca, o bien, que concluya una para dar paso a otras; podría concretarse un negocio, como terminar muy mal; o revisar el examen médico para rezar que todo salga bien. Es el orden natural, el orden de las cosas.
Y el cine es capaz de dar cuenta de esos instantes y generar esa mágica atmósfera donde dos enamorados se reencuentran la noche de año nuevo y con sólo la mirada saben que son el uno para el otro, como en “Cuando Harry conoció a Harry” (1989) película protagonizada por Meg Ryan y Billy Crystal, y dirigida por Rob Reiner (1947), a estas alturas uno de los mejores clásicos de comedia romántica de todos los tiempos. La tesis de esta cinta es que un hombre jamás, pero jamás podrá ser amigo de una mujer. Y el final lo corrobora con creces. Una historia muy bien contada, con actuaciones geniales y pasajes inolvidables.
En el caso de Forrest Gump (1994) el año nuevo describe una de las mejores escenas de este clásico de Tom Hanks, en el papel de este hombre que no es tonto (tonto es el que hace tonteras, le dice un par de veces su madre, cuyo rol lo interpreta la gran Sally Field), sino diferente. Después que Forrest salva de la muerte al Teniente Dan, este le reprocha y recrimina por salvarlo y obtener la Medalla de Honor del Congreso, ya que queda inválido por la amputación de ambas piernas. Todo esto ocurre en vísperas de año nuevo cuando se reencuentran en un bar: Forrest alegre de verlo nuevamente, pero el Teniente Dan furioso, desaliñado y alcohólico, con una vida de mierda. Forrest le cuenta su sueño de tener un barco camaronero, promesa hecha a su amigo Benjamin Bubba, y exclama “Feliz año nuevo Teniente Dan”, quien con la mirada extraviada, seguramente se sigue hundiendo en sus pensamientos deprimentes y añorando otrora su vida como Teniente al mando del 4° pelotón de Infantería en Vietnam, mientras los parroquianos se saludan, festejan y lanzan confeti cantando Auld Lang Syne, la popular Canción del adiós.
El tercer y último breve análisis lo centramos en El diario de Bridget Jones (2001), donde al ritmo de Ain’t no mountain high enough, Bridget sale corriendo en paños menores en búsqueda de su enamorado Mark Darcy, justamente la noche de año nuevo. De hecho, la película comienza el día posterior al año nuevo, jornada en la que Bridget visita a sus padres, anda con una resaca terrible y luego se promete a sí misma buscar un novio y bajar de peso, entre otras cosas, como propósitos de nuevo año. Muchos de nosotros cuando pensamos en nuestros deseos y sueños, recurrimos a aquello que nos falta esencialmente: trabajo, dinero, amor, vacaciones, limar asperezas con un hermano, una amiga, etc. Cuando se decreta el propósito es decretar cambios en la propia persona. No significa que las fuerzas cósmicas o divinas intervengan, con fe tal vez haya cierto apoyo, o se busque esa alternativa válida para quien posea una creencia, pero todo reside en el cambio. Por ejemplo, el Teniente Dan miró a la nada embebido en sus preocupaciones existenciales, pero sembró el bichito de “algo tengo que hacer con mi vida”. Bridget pensó en cambiar muchas cosas, pero ella era adorable con unos kilos de más, con su desorden mental, con ser dispersa y estrafalaria. Así le gustó a Darcy, así conquistó su corazón, siendo ella misma. Tal vez no sea tanto decretar, sino en ser uno mismo y, como se dice ahora casi como una cantinela, ser nuestra mejor versión.
Por último, y a días del nuevo año y de los resultados de la Prueba PAES, sólo esperamos que el 2024 venga cargado de muy buenas películas, de bellas historias, de gran literatura. En ocasiones se vuelve a los clásicos como señal inequívoca de la falta de creatividad de estos tiempos; no obstante, las nuevas generaciones prometen mucho y, más luego que tarde, veremos sus resultados, espero, dejándonos asombrados y estremecidos. Feliz 2024.
Por Roberto Paz
Profesor y columnista