Encuentro a mi compadre Ramón en el centro con expresión ausente. Volado, como si algo le preocupara. Y como sé que él es más bien de talante despreocupado me acerco a preguntar.
Me mira, como si no me reconociera, y luego responde:
“Compadre, parece que voy a tener que hacerme ver”.
“¿Hacerte ver? ¿Hacerte ver por quien, por qué?”
“No sé, por un siquiatra, un sicólogo, un loquero, o que se yo”, replica mientras vuelve a caminar.
Entonces me suelta la firme:
“Lo que pasa compadre es que estoy enamorado de la Jacqueline van Rysselberghe “.
“¿De la Senadora?”, lo interrumpo asombrado.
“De esa misma. ¿de que otra podría ser?”.
Explica que en las últimas noches ha estado soñando con ella y se despierta con el corazón acelerado. Y desde entonces sólo piensa en sus “ojeritas”, sus “arruguitas”, en “esa sonrisita que tiene”. Todas son expresiones suyas.
“Tiene razón que es para preocuparse, pues compadre”, le digo sinceramente.
Es que el Ramón, si bien no tira para el lado del mundo socialista y es más bien de extremo centro, no comulga con la derecha. Peor aún con la derecha más extrema.
Su única y última aproximación, llevada más bien por decepción con la nueva mayoría, fue votar por Piñera en la última elección y no hay día que no se arrepienta.
“¿Usted cree Compadre, la firme, que ella se fijaría en alguien como yo”, me sorprende con la pregunta.
Claro que no, lo admito, por ningún motivo. Ademas de viejo y poco atractivo, es pensionado que no recibe mas de 170 mil pesos a fin de mes. Por suerte para él es soltero y no tiene otros compromisos que cumplir, excepto pagar la cuota en una tienda del centro por un televisor que compró el año pasado (optimista el hombre) para ver a Chile en el Mundial de Rusia.
«Lo que pasa compadre es que usted se está puro pasando películas. Le falta compañía, vaya mas seguido para la casa y allà conversamos. Conversa con la Gorda, con las niñas. Nos tomamos una botella de vino y todo eso, y va a ver como se le pasa», le digo.
Pero no escucha.
«¿Se ha dado cuenta en la chasquillita que tiene? Se le mueve para todos lados cuando habla en la tele ¿Se ha dado cuenta?», insiste esbozando una sonrisa.
¡Puchas que está jodido mi compadre!
Cuando vuelvo a casa le cuento a la Gorda, mi esposa, a la hora del almuerzo.
«¿Jacquelinne… esa del apellido raro?», dice la Gorda, asombrada.
«Esa misma».
Se levanta para llevar los platos sucios a la cocina mientras mueve la cabeza de un lado a otro.
«¡Y como se le ocurre que una cuica se va a fijar en un patipelado?», comenta desde allá.
La Feñi, nuestra hija mayor interviene indignada: «¡Mamá, mire que es mi padrino! No le vengas a decir así. Entonces yo también soy patipelada».
Y se arma la pelotera en la mesa hasta el final del almuerzo.
La única que no ha hablado es nuestra nieta mayor.
“¿Y tú que estás tan callada, no dices nada?, la apura su madre.
Ella mira alrededor asombrada, como si de pronto la hubieran bajado de una levitación.
“Ah, como… Bueno, yo creo que esto del eclipse es una pantalla de humo del Gobierno para tapar los problemas que hay en el país”, dice luego.
Es que la Kixi, por todos los libros de ficción y fantasía que lee y zagas de series que ve en la televisión, anda descubriendo conspiraciones en todas partes. Incluso leyó en alguna parte que Piñera es un extraterrestre y que en Ovalle hay una conspiración en la que están coludidos la extrema derecha y la extrema izquierda para sacar a Rentería del Municipio.
Asegura que eso aparece en Facebook, en una página que se llama “Yo no le creo nada a la prensa de Ovalle”.
Bueno, a veces yo tampoco le creo.
Lo cierto es que del compadre Ramón no queda nada de claro.
Tal vez debería consultar a un loquero, o llevarlo a dar una vuelta por calle Benavente para una sesión terapéutica con una mulata caribeña cariñosa. O esperar que se le pase solo.
O la otra alternativa loca: presentarle a la Van Rysselberghe para ver qué pasa. Quien sabe, en una de esas…
En la noche tomo el teléfono y llamo a mi hermana mayor:
“Oye… tienes el teléfono de la ¿van Rysselberghe?”, le pregunto, e imagino la cara que pone al otro lado de la linea.
«Y para que quieres el teléfono de la Jacquelinne?», pregunta sorprendida.
Y bueno… Todo sea por mi compadre.
Mario Banic Illanes
Escritor