Blancanieves es una desconcertante adaptación libre del clásico infantil, escrita por Karen Bauer y bajo la dirección de Javier Casanga. Para quienes crecimos bajo la sombra de Disney, las historias infantiles están heteronormadas, dulcificadas con protagonistas que rayan en la perfección, con situaciones morales polarizadas y que buscan erigirse en una suerte de brújula ética con roles bien definidos, valores jerarquizados y consecuencias ejemplificadoras. No es con ello con lo que nos vamos a encontrar en esta puesta en escena, cuyo estreno fue en el Teatro Municipal de Ovalle el viernes 4 de noviembre como parte de la XX Muestra Nacional de Dramaturgia.
En esta nueva versión, Blancanieves nos habla desde tres voces: la niña abusada, abandonada que debe aprender a vivir en un mundo hostil; la mujer joven, fuerte, sobreviviente; y la anciana, que ya viene de vuelta de todo y que no tiene sueños ni esperanzas.
Cada una de las voces nos muestra aspectos de la vida del personaje: sus sueños, dolores, decepciones. En un ambiente bélico, la niñez de Blancanieves -en la voz de Germán Retamal- está marcada por el horror de la violencia, el abuso y el abandono. Nos habla del miedo y el desamparo propio de la infancia vulnerable y vulnerada presente (pero invisibilizada) en las sociedades capitalistas y consumistas actuales.
La vejez de Blancanieves -personificada por Eugenio Morales- se nos muestra en su horrorosa crueldad. Es la decadencia de la soledad y el abuso; la triste imagen del ser tantas veces ninguneado que ya casi no tiene voz. La interpretación del actor es desgarradora; su voz, su cuerpo enjuto, su quietud, su aparente duda con el texto nos mantiene atentos y logra transmitirnos su sentir.
Ximena Rivas está irreconocible en la Blancanieves adulta. Le hemos conocido en roles más apegados a la comedia donde hace gala de sus dotes actorales. Sin embargo, en esta ocasión la vemos en un trabajo mucho más sombrío que parece significar un esfuerzo adicional, pues la expresión corporal es rígida y en ocasiones inexpresiva. Su personaje nos trasmite fuerza adquirida con dolor, como si el solo hecho de existir fuera un gran trabajo o una condena que hay que cumplir. En ella, Blancanieves ha perdido su blancura a consecuencia de los avatares de la existencia y se ampara en un refugio (la casa) inventado en donde las balas no entran.
De la puesta en escena llama la atención lo minimalista del diseño (el espacio se muestra despojado) y el vestuario gris, lúgubre y andrógino (con cierta reminiscencia quizá a algunos códigos del teatro Noh japonés) que lucen sus protagonistas, haciendo que la atención se centre en el texto, en las vivencias de Blancanieves y en sus reflexiones.
La obra nos golpea en el centro de nuestra indiferencia y comodidad. Nos hace reflexionar sobre nuestras opciones, intereses y, por sobretodo, nuestras indiferencias sociales y falta de empatía. Nos lleva a cuestionarnos acerca de la costumbre de pasar por delante y por encima de todo aquello que no nos afecta directamente (guerras, migrantes, perseguidos, infancias desvalidas y abusadas, disidencias sexuales, discriminaciones, etc.) como si bastara con ignorarlo para que todo ello deje de existir. Blancanieves nos toma del brazo, nos sacude y nos planta frente a una realidad que muchos prefieren ignorar.
Una segunda lectura nos lleva a cuestionar los roles binarios de género, tal como lo plantea Donna Haraway en su texto Manifiesto Cíborg. En las sociedades actuales debemos “erradicar el género” como noción y concebir al ser contemporáneo como un ser fusionado-confundido entre humano-máquina, que no necesita de distinciones. Así, Blancanieves es niña, niño, niñe… mujer-hombre-ciborg… una existencia arrojada… ninguneada… pero terriblemente presente.
Por Elena López.
*Esta crítica teatral fue escrita en el marco de la realización del tercer ciclo de la Escuela de Espectadores del Teatro Municipal de Ovalle, instancia formativa que permite a sus públicos ampliar la lectura, comprensión y valoración de las creaciones artísticas, fomentar el diálogo entre el público y los creadores, alentar el desarrollo de un pensamiento crítico frente a los trabajos escénicos y formar públicos para las artes de manera independiente. Para más información, visita www.tmo.cl.