InicioultimasOpinión¡Ay Guido, que puta manera de empezar la semana!

¡Ay Guido, que puta manera de empezar la semana!

¡Ay Guido, que puta manera de empezar la semana! Abrir el Facebook y enterarme que te habías marchado. Así, como así, dejándonos a muchos el pecho apretado y unas ganas de llorar que no se aguantan.

Conocí a Guido Eytel por ahí por el año 71 cuando había llegado a Temuco con la pretensión de estudiar en la Universidad, pero más preocupado de conocer y explorar una ciudad que me fascinaba, la misma ciudad que recorrió Neruda; y descubrir librerías y lugares en los que se vendían o se intercambiaban libros.

Entonces, cuando entré en una librería, ahí estaba él sentado detrás de un escritorio.

Lo ubiqué de inmediato por las fotografías que había publicado meses antes la Revista Paula, cuando fue ganador del Concurso de Cuentos que realizaba esa publicación destinada a mujeres. El mismo concurso en el que yo mismo había participado sin éxito en años anteriores, enviando trabajos desde Ovalle.

Esta era la primera vez que estaba frente a frente a un escritor de verdad. Además un escritor apenas unos años mayor que yo. Y seguí regresando en las semanas siguientes para comprar ocasionalmente un libro, pero en rigor para sostener con su propuetario largas conversaciones.

Y Guido se reía de las preguntas inesperadas que solía hacerle.

“¿Cómo te informan que has ganado un concurso? ¿Por teléfono, telegrama, carta, o personalmente?”.

Pero, en lugar de burlarse, igual se daba tiempo para responder. El siempre tenía esa rara y querible costumbre de reírse con y nunca de. Aunque en verdad a menudo se reía de él mismo.

Fueron tres años inolvidables, hasta que me marché a Santiago.

En 1992 nos volvió a reunir el Congreso Internacional de Escritores realizado por la SECH en Santiago con la participación de escritores de todo el mundo, y al llegar al Hotel Galerías, en la recepción me preguntaron si tenía problemas de tener en la misma habitación a Guido Eytel.

¿Guido? ¡Claro que no!

Después descubrí porqué lo preguntaron. Nos veíamos sólo de a ratos, y él parecía más interesado de recorrer Santiago con sus amigos que de participar en las actividades culturales y no volver hasta avanzada la madrugada. Pero cuando regresaba, retomábamos las antiguas conversaciones y siempre me admiraba esa bonhomía que lo caracterizaba, ese increíble sentido del humor que te hacía querer alargar esos momentos.

Incluso se dio el lujo de jugarme una broma.

Un día cuando llegué al hotel, estaba en la habitación con dos atractivas muchachas.

  • Mira Mario, las niñas que me conseguí – dijo riendo.

Y al ver la expresión de mi rostro, se apresuró a lanzar una carcajada:

  • No te entusiamís h… mira que son mis hijas que estudian en Santiago!.

La siguiente vez que estuvimos juntos fue cuando lo invité a la Feria del Libro de Ovalle para presentar su novela Casas en el Agua.

Y desde entonces sólo mantuvimos una relación a la distancia, a través de este magnífico medio que es el internet. Riéndome de cada ocurrencia suya, de sus personajes, sus manías, como su afición para “cazar pokemones”, etc. O él de las tonteras mías con la Gorda, mi esposa, y mis hijas. Y de mi eterna promesa incumplida de volver a mi querido Temuco.

Además siempre se daba un tiempo de conocer algo de Ovalle, lo que se estaba escribiendo, de la actividad cultural, de mis proyectos.

En agosto del 2014 fue el creador a la distancia del slogan de una presunta campaña a Alcalde de Ovalle, al enterarse de un movimiento ciudadano que me proponía como postulante al asiento comunal: “ Súbale el pelo a Ovalle: Vote por Banic” .

Y así fueron pasando los años.

Hasta que este lunes, Guido, al abrir el Facebook me entero por Bárbara, una de tus hijas, que habías muerto, y no podía creerlo.

Entonces en los minutos siguientes pude observar en el mismo espacio una oleada de comentarios de amigos que lamentaban tu partida, algo (se los juro) que nunca había visto anteriormente. Y todos coincidían en lo mismo, en destacar el valor de tu literatura, pero en especial el valor de tu persona. “Una persona encantadora, armado de una suma de historias y experiencias ligadas a una manera digna, dignísima, de concebir la vida y la Literatura. Una persona comprometida con su tiempo y también con la sonrisa, utensilio humano tan necesario”, decía alguien.

Y luego salir a la calle a cumplir el deber nuestro de cada día, con el pecho apretado y unas ganas de llorar que no se aguantan. Pensando que al regreso, al abrir de nuevo el Facebook, esta no sea sino una de tus locas ocurrencias y vas a estar ahí para hacernos reír, sonreír, levantarnos el ánimo. Pero no.

¡Ay Guido, hermano, que puta manera de empezar la semana!

Mario Banic Illanes
Escritor

OvalleHoy.cl