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Ayer me equivoqué

El sentido posteo de un psicólogo tras un error de apreciación ante la actitud de un estudiante.

Ayer me equivoqué. Dentro de la escuela hay un alumno, de los mayores del establecimiento, a quien llamaré «Nelson», pelusón, revoltoso, travieso, de los que siempre andan metidos en problemillas, que disfruta quitándole la pelota a sus compañeros mas pequeños y que muchas veces, reacciona mal cuando se le llama la atención. En reiteradas ocasiones hemos conversado acerca de eso y de cómo él debe generar un cambio de actitud de acuerdo a su mayor edad y madurez. En otras tantas, he debido reprenderlo duramente con una respuesta desafiante de su parte.

El día de ayer estaba en el patio durante el recreo, como a diario, cuando a lo lejos veo que Nelson está forcejeando con alguien. Al mirar detenidamente, observo que está sujetando bruscamente a un alumno menor, al menos en 3 años y, en relación al físico, era considerablemente más pequeño y débil que Nelson. El niño más chico trataba de golpear al mayor y éste, haciendo gala de su «corporalidad», parecía no tener problemas en contener a su compañero menor.

Rápidamente corrí hacia ellos y al llegar le grito a Nelson que lo suelte, pero él me responde algo que no logro entender. Sin darme el tiempo de escucharle, tomo al alumno más pequeño y los separo, mientras le digo: «¿Porqué siempre tengo que retarte?».

Nelson me miró directamente a los ojos, con cara de odio, y salió corriendo hacia el interior del baño. Mientras esto ocurría, miro hacia otro lado, que no había visto y vi cómo algunas personas tenían sujeto a otro alumno, de la misma edad y contextura del pequeño.

Fue entonces que comprendí mi error.

Lo que Nelson estaba haciendo era lo correcto.
Él estaba haciendo lo que decenas de veces observó que yo hacía. Estaba separando a dos de sus compañeros menores que estaban peleándose. Y yo le fallé justamente cuando él estaba haciendo algo bueno. Me sentí el peor ser del mundo.

Corrí detrás de él, deteniéndome en la puerta del baño y desde ahí pude escuchar como golpeaba, con fuerza y rabia, la pared.
Decidí no exponerlo más y esperar que el recreo terminara para intervenir.

Fui a buscarlo a su sala. Al salir y verme, me miró con la misma cara de odio que había visto minutos atrás. No perdí tiempo y le dije: «Nelson, recién me equivoqué. Cuando te vi forcejeando con tu compañero, no me di cuenta de que estabas separándolos. Pensé que eras tú quien peleaba con él. Y me equivoqué contigo. Por eso estoy aquí, porque quiero pedirte disculpas».
Su rostro cambió de rabia a asombro y de asombro a una leve alegría que pintó una leve sonrisa en su rostro.

Volví a hablarle. «¿Me perdonas?». Él respondió de inmediato que sí, tímidamente y apoyando su afirmación con un movimiento de cabeza. Le extendí mi mano y me dio la suya. Una gran emoción y una sensación de paz recorrieron mi cuerpo entero.

Luego de eso, continué con mis quehaceres cotidianos.

Mucho más tarde, le contaba a una buena amiga acerca de lo ocurrido, un poco con vergüenza, un poco con emoción y un poco con culpa. Pero ella me hizo dar cuenta de cómo eso podía repercutir positivamente en Nelson. Me hizo ver que, probablemente, en su dinámica cotidiana, en su barrio, en su familia, los abusos de poder, los golpes y los retos antojadizos pueden ser algo habitual y que probablemente el reconocer errores y pedir disculpas no sea algo cotidiano.

Y que con esto, él aprendía que el reconocer errores y pedir disculpas no te disminuye ni te humilla. Me hizo darme cuenta también del impacto que para él puede tener que un referente, alguien profesional, con un cierto «status» dentro de la escuela se le acerque con humildad para reconocer un error y pedir disculpas.

Había comenzado a contarle la historia avergonzado y terminé fortalecido. Pude darme cuenta de cómo podemos reparar los errores, darlos vuelta y sacar provecho de ellos.

Creo que tanto Nelson como yo, crecimos con ello y creo también que ambos salimos con un aprendizaje que nos servirá el resto de la vida.

Por Alberto Zeballos Peña

Psicólogo

OvalleHoy.cl