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Carta de apoyo a Presbítero Héctor Zambra Gutiérrez

Señor director:
Ante la carta que la Junta de Vecinos y comités vecinales de Sotaquí enviaron recientemente al señor arzobispo de La Serena, monseñor René Rebolledo – supuestamente “a petición de la comunidad sotaquina”-, en la que expresan su malestar en contra del padre Héctor Zambra, y aducen una serie de motivos que justificarían su remoción como párroco y rector del Santuario del Niño Dios, en mi condición de vecino del pueblo me permito formular las siguientes observaciones:

1.      Me consta, como miembro de la comunidad cristiana, que desde el momento en que asumió como párroco en Sotaquí, el padre Héctor Zambra ha actuado con ponderación, prudencia y mucho respeto para con las personas que ya antes colaboraban con sus antecesores en tareas pastorales, y con aquellos que últimamente se han ido incorporando. Nunca ha tenido, con nadie, un trato “déspota e indigno”, ni ha mostrado malos modales, como afirman sus contradictores; al contrario, ha sido muy deferente, comprensivo y respetuoso, lo que le ha merecido el respeto y la estimación de sus colaboradores.
Igualmente, he sido testigo de la forma responsable y abnegada de cómo nuestro párroco ha sabido conducir las tareas de la parroquia y del Santuario, asistiendo pastoralmente a los sectores y capillas, visitando a los enfermos que requieren su presencia, y orientando a las distintas pastorales: social, de enfermos, Legión de María, catequesis…

1.       La Junta de Vecinos y comités vecinales firmantes de la carta en referencia se valen del nombre de toda la comunidad para expresar su molestia por una situación muy específica, muy puntual: Como lo declara el padre Héctor, el día de la visita de las autoridades para evaluar, en primera instancia, los daños causados al templo por el terremoto del 16 de septiembre,  les hizo ver a las dirigentes vecinales presentes en la comitiva que por el hecho de no llevar  casco de seguridad –la autoridades sí lo llevaban- y con el agravante de que alguna de ellas estaba acompañada de niños, era muy peligroso el ingreso al lugar, ya que a pocos días del sismo las réplicas se producían con frecuencia y fuertemente. En su condición de responsable del recinto, todo esto lo dijo el padre con mucha franqueza, pero con respeto. En ningún momento el trato de su parte fue “déspota e indigno”; las autoridades presentes pueden atestiguar de que ello fue así.
Esta es la “gran ofensa” que habría motivado la reacción intempestiva de las dirigentes, conducta que sí fue irrespetuosa para con el párroco.

2.      El texto de la carta de las dirigentes da la impresión de que los términos vertidos en ella corresponden a un reclamo de la “comunidad católica”, más aun, que las firmantes son católicas comprometidas e informadas de la vida comunitaria al interior de la parroquia, lo que no es así, a excepción de la señora Isabel Segovia, que sin ser agente pastoral, ha tenido una actitud de colaboración con la parroquia en su calidad de dirigente vecinal.
(Porque si efectivamente las demandantes fueran participantes activas y comprometidas en las tareas de la parroquia, ¿acaso no habría sido lo más razonable haberse acercado primero al padre Héctor para conversar con él y hacerle ver su malestar, o amonestarlo fraternalmente por lo que ellas consideraron una falta de respeto? ¿Acaso no es el diálogo fraterno lo que corresponde cuando en la comunidad cristiana se producen “humanamente” situaciones de malentendidos?)

3.      En su carta las denunciantes señalan que, en su condición de dirigentes vecinales, han decidido no apoyar las iniciativas para restaurar el templo mientras el padre Héctor siga en el cargo de párroco y rector del Santuario. Esto nos parece una burda amenaza, o una presión indebida para lograr su propósito, lo que sin duda no tiene nada de cristiano. (Ni nada de “realista” por lo demás, porque, como es sabido, en su calidad de monumento nacional, la reconstrucción del templo no depende de la buena voluntad de algunos dirigentes: igual será reconstruida, colaboren o no, si el veredicto final de la autoridad central así lo decide).

4.      Finalmente, quisiera destacar la actitud prudente y comprensiva con que el padre Héctor Zambra ha enfrentado esta situación, la que sin duda ha sido dura y difícil para él. Sobre todo, su humildad para pedir perdón por alguna actitud o conducta suya que pudo haber ofendido a sus feligreses, y por su disposición a dialogar con las dirigentes y buscar oportunidades de reencuentro y reconciliación.

FERNANDO ORTIZ C.
Vecino de Sotaquí
Ex consejero regional
(CORE IV Región)

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