Con respeto.

A pesar de los años que tengo, no dejo de admirarme (siempre ruego que este poder de admiración nunca se me acabe) de la nula capacidad de tolerancia,  respeto y consecuencia que tienen algunos personajes de la nueva mayoría, cuando por un lado alardean defender la libertad de expresión, pero por otro lado, cuando alguien hace uso de este legítimo derecho en algo que a ellos no les parece; vociferan en su contra y piden más respeto. Al parecer las libertades para ellos son algo unidireccional, lo cual tristemente es típico del autoritarismo arbitrario visible sólo hoy por hoy en naciones como Cuba, Venezuela y Corea del Norte, donde esto es mal llamado revolución.

Al encontrarme de vacaciones, pude ver algo del festival de Viña Del Mar y entre las presentaciones que vi, estaban las rutinas de Edo Caroe y Rodrigo González, quienes hicieron una exposición transversal y sin anestesia de toda la clase política; generando en ciertos sectores reacciones que van desde la hipócrita rasgadura de vestiduras, hasta las más creativas formas de declaraciones oficiales, las cuales provienen ni más ni menos que del mismísimo Palacio de La Moneda, en donde dichas declaraciones no fueron más que un «sí pero no», debido precisamente en que hoy por hoy se sacraliza la libertad de expresión y decir que algo dicho es incorrecto es arriesgarse al rechazo.

La ciudadanía ya ha despertado y los humoristas sólo han aprovechado los múltiples desaciertos de la clase política (cohechos, evasión de impuestos, corrupción, tráfico de influencias, uso de información privilegiada, etc.) y ellos sólo están cosechando la maleza que la propia clase política ha sembrado y lo que es aún peor, es que los propios políticos han permitido que crezca desmedidamente. De hecho en vez de andar pronunciando advertencias a los humoristas respecto de que temas no deben tratar o cuáles son los que se deben tratar con «respeto»; estos debiesen de preocuparse y concentrarse en sacar de la política, a aquellos colegas cuyo comportamiento no ha hecho más que enlodarlos y alimentar aún más el descontento social. Por lo demás, la alusión a las diferentes personas que se hicieron por parte de los humoristas no fue precisamente por hacer bien su trabajo; sino más bien, todo lo contrario aquellos que salieron a la palestra son precisamente aquellos políticos que predican una cosa distinta de la que practican, haciéndose a sí mismos blancos fáciles del humor. Son estos los que alimentan la imaginación del humorista, no aquel político que cumple con su deber; sino aquel que tiene un doble discurso; como el que critica el abuso y tráfico de influencias, pero que en el ámbito privado lo practica él o lo tolera de parte de su familia; esto es lo que precisamente, abre la puerta a la desconfianza unido con la sensación de injusticia por la «justicia» diferente que reciben dichos políticos; por lo mismo, por una situación de sanidad mental es mejor reírse que llorar o que el caer en el enfado por dichas situaciones; puesto que lo único que conseguiríamos con ello es dañar nuestro propio organismos, mientras que todos estos desvergonzado seguirían felices. Así que más que hacer tantas advertencias o peticiones de respeto, dediquémonos a gobernar porque el alto rechazo que está sufriendo la clase política no es producto ni a causa de dichas rutinas; sino que es por su incapacidad de sancionar a sus miembros cuando estos han tenido un comportamiento impropio, inadecuado y por su falta de liderazgo en la toma de decisiones.

Dra. Susana Verdugo Baraona.

OvalleHoy.cl