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Confortis corruptus, las siete lucas y un poco de ficción

Salí corriendo al cajero más cercano, retiré el dineral sintiendo que al fin la justicia en mi pobre país existe cuando suena el móvil y una dulce voz al otro lado me dijo: ¿Te pido un favor? Pasa al supermercado y compra confort que se acabó… ¡Plop!

Hace mas de un año que no dormía bien.  Estaba inquieto, incluso, literalmente con insomnio lo que me obligó ver un especialista.   Medicamento y terapia.  Después de superado mi problema de sueño, comencé a sentir que la ansiedad me consumía. Comencé a comerme las uñas,  a comer más y más tanto  que llegué a pesar más de noventa kilos , lo que para mi, que ya soy un  tacuaco, era una condena a hipertensión segura, es decir, pena de  muerte a mediano plazo asegurada. 

Varias sesiones de hipnosis me ayudó a dejar onicofagia, pero tras varias interconsultas médicas en Ovalle, Coquimbo y Santiago más un sinfín de  exámenes  de sangre, orina y otros humores que ni siquiera sabía que  circulaban por mi estropeado cuerpo, una media docena de  resonancias y  otros impronunciables exámenes invasivos el diagnóstico fue lapidario: tenía anquilosado el virus CONFORTIS CORRUPTUS.  Ese indeseable virus que contagió a catorce millones de chilenos lo que la transforma en una de las plagas más grandes de la historia del mundo mundial. 

CONFORTIS CORRUPTUS   fue un virus creado en el  laboratorio donde se elaboran todos los otros virus y bacterias que de vez en cuando, manipulados genética y políticamente (esa es una combinación letal) lanzan a las calles para afectar al ciudadano y a la ciudadana  común y corriente, esos que se gastan la vida, día a día, trabajando de sol a sol en la hijuela; esos y esas pirquineros/as del desierto que rasgan la tierra mientras el sol  surca su piel; aquellos  y aquellas  que se levantan a las cinco de la mañana para alcanzar a tomar el micro destartalado y  el metro atestado para  llegar a sus trabajos  cinco comunas más allá, esos y esas que trabajan en turnos nocturnos insufribles  en donde se arriesga la vida por sueldo de porquería; esos y esas que  trabajaron cuarenta años haciendo clases para recibir  ciento cincuenta lucas de jubilación y mueren enfermos, solos y tristes. Al humilde hay que cagarlo como sea y sí, CONFORTIS CORRUPTUS fue sólo un virus más de aquellos como el de las farmacias y sus precios estratosféricos; el de los bancos y sus tasas de intereses, el de los pollos, la de los canales de televisión para mantener entretenido al pueblo, con farándula o realitys baratos y asustados, con noticias de portonazos y hecatombes económicas; como la de los médicos que les dio por no atender por FONASA (y nadie hace ni dice nada al respecto)  o como la de los políticos endiosados poseedores de la verdad absoluta.  Así es y seguirá siendo ese laboratorio, el de los poderosos.

Al final, me “contagié” igual. Hasta hoy a las 00:01 hrs que me sané de todo. Porque, gracias a que mi apellido diaguita empieza con A, por fin ahí, en mi paupérrima e indolente cuenta corriente estaban las siete lucas que tanto esperaba (ja)

¿Qué haría con ese dinero? Me servirían, por ejemplo, para pagar el peaje  a La Serena y volver ¡y me quedarán dos lucas para cigarrillos! Ahora, mejor sería si nos ponemos  filántropos y  donamos esas luquitas para arreglar  algunas calles  de Ovayork, o pagar una empresa que limpie el basural de Ariztía con Avda Costanera donde  “viven” los gitanos; o construir más parques, más plazas de juegos, bibliotecas y murales en las poblaciones; podríamos  donarlos al Hogar de Cristo o al Hogar de Ancianos; podríamos comprar más calor y cariño para proteger a los indigentes de este frío inmisericorde; o mejor podríamos arreglar los techos de algunos colegios para ahorrarle al señor  Ministro esa indecorosa labor, o podríamos comprar los derechos de aguas y liberar de esa ignominia  a los a los pequeños agricultores; podríamos pagar la deuda histórica de los profesores ( ja); o podríamos pagar la deuda eterna hacia nuestros hermanos mapuches ( o menor aun, podríamos pagarles  un “retiro anticipado” al grupo “antiterrorista” que instalaron en la Araucanía para continuar con la represión).  Podríamos hacer tantas cosas con ese dinero, que me mareo..

Salí corriendo al cajero más cercano, retiré el dineral sintiendo que al fin la justicia en mi pobre país existe (ja) cuando suena el móvil y una dulce voz al otro lado me dijo :

¿Te pido un favor? Con ese dineral pasa al supermercado y compra confort que se acabó.

Caí de espaldas y ¡Plop!…

Le devolvemos su dinero, se arreglan con los intereses que dejaron en el banco y así comienza el círculo vicioso del poder, el círculo de las colusiones, el círculo que sostiene a las seis familias todopoderosas que eternamente seguirán aprovechándose, sirviéndose y riéndose de todos los demás.

A limpiarse el trasero con las siete lucas.

Por K Ardiles Irarrázabal

Columnista

OvalleHoy.cl