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Corazón de Piedra

En tiempos que ya me parecen lejanos, cuando iniciaba mi andar llevando sobre mis hombros la causa irrenunciable de la conservación de la naturaleza, tuve la oportunidad de caminar por vez primera, sobre los relieves montañosos del Monumento Natural Pichasca, ubicado al interior de la ciudad de Ovalle en la provincia del Limarí.

Fue un día muy especial, puesto que aunque me desempeñaba como Guardaparque, en el Parque Nacional Bosque Fray Jorge, había sido invitado por el Jefe regional del departamento de Áreas Silvestres Protegidas de esa época, Señor Carlos Noton, a presenciar las enormes osamentas de un reptil prehistórico que habían quedado al descubierto, producto de un aluvión provocado por las intensas lluvias de un promisorio invierno.

Al llegar al lugar del hallazgo emplazado en una profunda quebrada, la inmensa vertebra parecía esconderse de la vista, incrustando sus líneas óseas entre rocas eternas, como si no quisiera revelar su milenario secreto pero gradualmente, ante la insistente exploración visual la críptica osamenta se mostró en toda su dimensión, trayendo hasta el presente los remotos indicios de un mundo perdido.

Es muy difícil describir las sensaciones que se generan en un momento como ese pero por decir lo menos, me sentí extremadamente pequeño y efímero… Como si fuera poco, este increíble hallazgo se sumaba a la riqueza de vestigios petrificados de la flora del Cenozoico presentes en ese extraordinario lugar.

En plena montaña semiárida se revelaba una increíble historia. Dispersos en abruptos relieves yacían formas de piedra que parecían ser de otras latitudes, dando pie a una intrigante pregunta…  ¿De dónde vinieron estos vestigios que nos hablan de bosques gigantes, en una tierra que a duras penas sostiene menudas plantas que han aprendido a convivir con la implacable radiación solar en medio de largas ausencias de agua?.
Los fragmentos vegetales petrificados de Pichasca y las osamentas de su fauna extinta, revelan sorprendentes eventos naturales que hoy nos cuesta dimensionar. Aunque parece increíble hace millones de años, grandes bosques primigenios cubrían nuestra región formando parte de un paisaje cuyo suelo se estremecía al paso de grandes reptiles prehistóricos.

Algunos árboles de esa lejana y desconocida época, fueron abruptamente sepultados por aludes de agua y barro, generando las condiciones necesarias para su petrificación; la ausencia de oxígeno en la impenetrable cripta de barro y piedras del terciario, retardó la descomposición del tejido vegetal, dando tiempo a los minerales para introducirse lentamente en las células tomando su molde, originando así las más insuperables réplicas en piedra. De esta manera la forma de sus ramas y troncos ha perdurado con el paso del tiempo, para relatarnos una historia de paisajes inimaginables.

Al observar desde lo alto la sobrecogedora panorámica, cuesta aquilatar la magnitud de tales eventos, sin embargo al remover el suelo reseco de este ambiente de secano, entre cactáceas, varillas y carbonillos, emergen desde el subsuelo grandes réplicas de troncos petrificados que dan cuenta de los antepasados de estos arbustos del semiárido y su ancestral… corazón de piedra.

Texto:          Mario Ortíz Lafferte –
Guardaparque Conaf

Fotografía : Cesar Jopia Quiñones –

Revista Bioma   

OvalleHoy.cl