La mente es como un órgano, un músculo que mientras más “ejercitado” esté en procesar las emociones, sustos y angustias, mejor podrá enfrentar una situación como la pandemia que afecta al mundo y a nuestro país.
En estas últimas semanas estamos viviendo y sintiendo que nuestras vidas se ven amenazadas por el coronavirus. Es algo real que nos genera susto, especialmente al enterarnos de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en otros países y de lo que ha empezado a ocurrir en el nuestro. Este susto, no es un susto “común”, es nada menos que susto a la muerte, angustias de muerte (como las llamamos nosotros los psicólogos).
Éstas generan un impacto enorme en nuestra mente, la cual lucha por defenderse de ellas, al mismo estilo que nuestro organismo se defiende de un ente patógeno externo. Nos pone en actitud de defensa, de alerta, con todos los sentidos puestos para resolver la amenaza de muerte que nos acecha.
La mente es como un órgano, un músculo que mientras más “ejercitado” esté en procesar las emociones, sustos y angustias, mejor podrá enfrentar una situación como ésta. Podrá pensar distintas maneras para buscar medidas de protección, seleccionar la información relevante que le permita cuidarse.
Ahora, en la medida que la amenaza es mucha, nuestra mente, la de todos, se puede ver colapsada y sin la posibilidad de tramitar toda la angustia que surge. Para ejemplificar este punto, vamos a recurrir a una imagen que la gran psicoanalista Josefina Figueroa ha usado para explicar esto.
Supongamos que nos comemos un “pernil” o algo muy contundente que nuestro estómago no puede digerir. Eso es lo que puede pasarle a la mente cuando debe enfrentar experiencias muy traumáticas o angustias de muerte muy intensas.
Simplemente, no las puede digerir y comienza a actuar en forma más básica, donde no puede ver grises, sino sólo blancos o negros, lo bueno o lo malo, por eso nos defendemos o atacamos. Entonces nos volvemos más irritables, exigentes, intolerantes, perdemos la calma, nos descontrolamos, es decir, nos desregulamos emocionalmente.
Actualmente estamos sintiendo esta amenaza de muerte, por lo que podemos estar sobrepasados por esta angustia y tender a actuar en forma impulsiva e intolerante.
¿Qué podemos hacer para ayudarnos con esto?
Una de las maneras para procesar las emociones, angustias y temores intensos es a través de la conversación con un otro que acoja estos sentimientos. Es así como funcionan las terapias. Pero también un padre que conversa con su hijo o hija sobre lo que él o ella piensan, han escuchado, sienten con esta situación, sin negar el peligro pero sin abrumarlo con una visión catastrófica, le ayuda, pensando y conversando, a calmarse y tranquilizarse, es decir, a regularse emocionalmente. Siguiendo la imagen de la digestión, el hijo o hija ha logrado “digerir” un poco de esta angustia de muerte.
Claudia Aratto / Claudia San Martín / Carla Lancellotti
AndesPsi, Centro Clínico Psicoterapéutico
www.andespsi.cl