InicioultimasOpiniónCuaresma es “creer en el Evangelio”

Cuaresma es “creer en el Evangelio”

En este tiempo de cuaresma los invito a meditar profundamente nuestra vida de fe, ya que lo que estamos viviendo como Iglesia nos hace olvidar sinceramente de la profundidad de la experiencia de Dios en nuestra vida individual, este debe ser dejarse adentrar por Dios en nuestra vida interior para buscar las raíces profundas con las cuales Jesús nos muestra el amor misericordioso de su Padre, para que cada uno(a) en cuaresma sostenga su verdad de fe.

Cuaresma es tiempo propicio para poner en el centro a Dios, reconociéndolo como el fundamento de nuestra vida. Pero no en un Dios abstracto, distante, sino el Dios que ha querido entrara en nuestra vida y en nuestra historia, el Dios que ha tomado la iniciativa y nos ha amado primero. En el centro de la Cuaresma no está el dolor ni el pecado, sino el amor. Lo primero en la vida no es la duda, sino este sí de amor que es Dios mismo. Ya no necesitamos “ver para creer”, “sino creer para ver”. Por eso podemos decir con Santa Teresa de Jesús de Avila: “Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta”. Por ello la Cuaresma es tiempo propicio para mirar nuestros miedos y liberarnos de ellos.

Una manera de encontrarnos con Dios es encontrarnos con Jesús. Contemplar de nuevo su vida y su palabra, pues Él es el camino, la verdad y la vida. El Dios de Jesús es el Dios de la misericordia, que no se aparta del pecador, sino que se aproxima a él para que se levante y viva. La invitación de la Cuaresma es para un cambio de vida ahora. A veces tenemos conciencia de que debemos cambiar, pero postergamos nuestra conversión. La conversión debe ser ahora, porque quien nos la pide es el mismo Dios.

Debemos ser capaces con esta invitación  que nos llama en este tiempo de cuaresma es volver a medirnos con el parámetro de Dios. Preguntarnos como medimos nuestra vida con lo que nos dicen los amigos, la pura opinión personal, los criterios de la sociedad en que vivo. No es que estos referentes sean malos en sí mismos, pero, a menudo, nos llevan por un camino que nos distancian de Dios.  Pero hay algo muy fuerte ya que creemos que para la conversión es la conciencia de que no la necesito, porque estoy bien como estoy.  Sobretodo que estamos viviendo una tolerancia en que nadie puede cuestionar al otro, porque cada uno vive según nuestra propia verdad. Eso no vale para los cristianos, que deben buscar siempre la voluntad de Dios en cada momento concreto. En la Palabra leída y meditada que en Cuaresma nos hace meditar como vamos construyendo nuestra vida. Pero, por sobre todo, la encontramos en la persona de Jesús. Por ello se nos invita acompañarlo en el momento más álgido de su testimonio: su pasión y muerte, reconociendo allí la plenitud del amor. La conversión es difícil porque nos hemos decepcionado de anteriores conversiones, pues hemos vuelto a retroceder una y otra vez. Nos volvemos conformistas y decimos como la gente: “es lo que hay”. Sin embargo, la conversión cristiana se sustenta más en la gracia que en nuestros méritos y esfuerzos. Se nos invita a volvernos a mirar con los ojos de Dios y renovar la confianza en que el cambio es posible, en que podemos ser más fieles al querer de Dios. Por ello la Cuaresma es tiempo de esperanza, pues no hay oscuridad que no pueda ser iluminada. Conversión es volver al corazón, símbolo de lo más profundo que está oculto a los ojos. Símbolo también del centro al cual se atan todas las demás dimensiones de la persona.

Cuaresma es dejar de “comer prójimo” en nuestras conversaciones. Cuaresma es dejar “de mordernos los unos a los otros” en nuestras relaciones conyugales, familiares, laborales.

Cuaresma es, en una palabra, como nos lo dice Cristo “arrepentirnos” con hechos de nuestro enorme egoísmo, de nuestra falta de amor y respeto por los demás y “creer en el Evangelio”, que significa esforzarnos por ajustar nuestra vida diaria a los criterios, enseñanzas y ejemplos de Cristo.

Renovemos nuestra vida con un espíritu de humildad y penitencia; ayunemos y lloremos delante del Señor, porque la misericordia de nuestro Dios está siempre dispuesta a perdonar nuestros pecados.                                                                                       

Hugo  Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl