Derroche público

A lo largo de los últimos años, el Estado en vez de mantener una postura más bien cautelosa, austera y visionaria, se ha vuelto un tanto derrochador y ha ido creciendo más y más sin necesidad de ello, aumentando con ello el gasto público, pues no puede haber crecimiento por un lado, sin su correspondiente “inversión” por el otro lado y porque decimos inversión entre comillas, porque uno la verdad cuando invierte espera ganancias y con este crecimiento excesivo no hace más que acarrear mayor gasto público y reducir las arcas fiscales.

¿Alguien se ha puesto a pensar cuantos miles de millones de dólares se gastan en cargos que perfectamente pudiera asumir una misma persona, absorbiendo funciones similares y así tener un Estado reducido pero eficaz?, ¿no sería mejor que se destinaran menos recursos al pago de oficinas, materiales, personal, etc. y poder destinar ese dinero a obras sociales?, yo creo que la mayoría sino la totalidad estaría de acuerdo. 

Hoy contamos con 24 Ministerios, lo que es francamente una exageración pudiendo fusionarse algunos así como subsecretarías de varios de ellos, porque debemos pensar que tras ese puesto está no una sola persona sino que en algunos casos decenas entre el “titular” de la cartera, sus asesores, secretarios, colaboradores, etc. y así suma y sigue, es casi un cuento de nunca acabar y lo que si se acaba y pronto, son los recursos, pues ya lo he dicho en columnas anteriores el Estado no produce recursos, sólo los gasta y se hace de ellos a través de los impuestos, impuestos que pagamos todos, desde el más humilde hasta el más acomodado, siendo el primero por lo general el más perjudicado en relación a su poder adquisitivo.

 Por lo mismo, ¿no sería tremendamente beneficioso que el Estado redujera su tamaño?, ya que esto acarrearía que se genere un menor gasto y que existiera teóricamente menos “burocracia”, pues no podría con la misma desfachatez que algunas vecen lo hacen “tramitar y tramitar” a una persona o institución dirigiéndola de un lugar a otro, debiendo en el acto, o en el corto plazo darles soluciones concretas.

Asimismo, al tener un Estado tan grande se hace difícil de controlar y de crear contrapesos efectivos, lo que al no tener estos mecanismos de autocontrol, hace que el germen de la corrupción encuentre un caldo de cultivo que sirve de nicho para los llamados “operadores políticos” que no hacen más que dedicarse a generar e instalar alianzas entre las personas sólo con el fin de poder conservar ciertos privilegios. Esto es algo que carcome indiscriminadamente tanto los organismos públicos como privado, pues destruye la confianza, desalienta el triunfo del mérito, de la calidad, de la entrega, del servicio al otro desinteresadamente, de la contribución a los fines que se dice adscribir, en definitiva, instala un desprestigio y desconfianza en el colectivo.

Además en algunas oportunidades por esta falta de fiscalización y de este contrapeso efectivo, nos encontramos con programas que son un rotundo fracaso, que no hicieron más que desperdiciar recursos económicos, capital humano y que afecta a las personas, pues somos todos los que somos sometidos a estos “experimentos” sociales en mayor o menor medida y si a eso le sumamos que por el otro lado existe una oposición que no hace más que destacarse continuamente por las amenazas, por presionar a través de medidas ilegítimas, que es lo que se puede esperar realmente, nada bueno al parecer.

Es tiempo que el Estado, porque esto es independiente del Gobierno de turno, sino que debe implementarse como una política nacional trasversal se reduzca en todo sentido, tanto en lo que se refiere en el Poder Ejecutivo como en el Poder Legislativo y que el tercer Poder que es el Judicial, se modernice, capacitando a varios jueces que en la aplicación de la norma andan medios endebles. Más libertades, más derechos, con sus correspondientes responsabilidades, deberes y menos Estado.

Susana Verdugo Baraona.

OvalleHoy.cl