InicioSociedadObituariosDespedida a Manduca: Una historia de amor, esfuerzo y perseverancia

Despedida a Manduca: Una historia de amor, esfuerzo y perseverancia

Amanda Julieta Tello Ulloa, Manduca, como todos te conocíamos. Nació en la localidad de Vallecito al interior de Alcones, un 25 de julio de 1931. Hija de don Demetrio Tello Naranjo y doña Virginia Ulloa. Contrajo matrimonio con Ricardo Antonio Andrade Araya, enviudando a muy temprana edad con solo 35 años.

Abuelita Amanda, hoy quiero, en nombre de toda la familia, tíos y primos, agradecerte, y de forma muy sucinta contar tu historia, tu legado, una mágica historia de 90 años casi sacada de un cuento de García Márquez, la cual trasmitiremos generación en generación.

Era un pueblito llamado Mineral de Talca, una tierra rica en oro y otros minerales, los cuales estaban a la espera de brotar de entre sus entrañas. Pero en esa espera, como mencioné, contrajiste matrimonio a muy temprana edad con nuestro abuelito, Ricardo Andrade, y asimismo, enviudaste en la alborada de la vida, con nueve hijos, María Virginia, Ricardo, Alberto, Iris, Jaime, Rodolfo, Juan Carlos, Jorge y Oscar.

Vivían en una modesta casita de madera, sumidos en la pobreza, teniendo que enfrentar la vida cuesta arriba, en la simpleza de la mujer de campo sin receta, pero con coraje y devoción por tus hijos, al alero del seno familiar de tu hermano Raúl, quien tuvo que adoptar un rol paternal, velando por el bienestar de toda la familia.

Posteriormente, se trasladan a Ovalle, y en el apogeo de los años 80, la tierra responde, y es así como la familia Tello Andrade, Andrade Tello, y Tello Rojas, se convierten en una de las familias más importante de la actividad minera local y nacional. Posteriormente, en cursa en la actividad agrícola, a través de la vid, y otros productos.

Son los años 90 y 2000, de cambios en el mundo y el país, y de un auge económico que acompañó el crecimiento de este clan, donde llegaron tus nietos, y bisnietos. Y vernos aquí, todos juntos, me hace pensar y agradecer, por esta gran familia que formaste, por tu matriarcado, ya que esa era tu felicidad, tener a los tuyos reunidos, y velaremos porque ese anhelo se siga cumpliendo.

Porque disfrutabas todas las reuniones familiares, asados, navidades, años nuevos, en la casa de Antonio Tirado, nuestros paseos a la parcela de Lagunillas, nuestros veranos en Guanqueros.

Porque hoy te respondemos como los grandes hombres y mujeres que somos, cumpliendo cada uno un rol para la sociedad, como profesionales, como padres e hijos, como bastiones en un mundo que nos golpea con tanta adversidad, para continuar tu legado, con amor, con sabiduría, solidaridad y fraternidad.

Gracias Abuelita, por crear esta mágica historia familiar, por darnos a nosotros como primos la mejor de nuestra infancia, llena de júbilo y protección, que incluso al día de hoy si alguien tiene un problema, siempre podremos acudir entre nosotros. Fuiste una abuelita fuera de lo común, incluso casi una leyenda para quienes escuchaban hablar de “la manduca”, sé que nos amabas, no hay dudas, y que te alegrabas por nuestros triunfos.

Tu tozudez llegaba a ser casi admirable. Ni en mis más elevados debates contigo pude rebatirte, quizás nadie lo logró. Pero entiendo que, detrás de ello, se vislumbraba tu férrea convicción, y finalmente todos cedíamos ante ti. Así eras tú, una mujer imponente, distinguida, preocupada de los tuyos, con mucha lucidez e imbatible de pensamiento.

Tías y tíos, médicos y personal de salud, a quienes vivieron y trabajaron en la casa, les agradecemos por cuidar día a día de nuestra Abuelita, por ser artífices en este cuento de amor, y que sigamos por muchos años manteniéndonos unidos, de una u otra forma, aunque las distancias geográficas a veces no lo permitan.

En lo personal, le agradezco por permitirme ser su confidente, por acudir a mí cuando quería hablar algún tema que la aquejaba, si sentía pena, o simplemente quería que alguien la escuchara sin juzgarla, por 30 años de historias y recuerdos, por estar conmigo en cada paso de mi vida. La recordaré siempre con su tez blanca, sus colores violetas, burdeos y carmesí, con su sonrisa al verme llegar a saludarla, con sus dolores, que a veces se mimetizaban con los míos, permitiendo comprenderla mejor.

Agradecemos como familia a todos quienes nos acompañan hoy en esta iglesia y en sus corazones, por darnos fortaleza para lograr la paz.

Como el pirquinero, con su pala y su picota, sueña con encontrar el oro, seremos laboriosos e incesantes por continuar en el sendero de la vida hasta volver a ti. En el arrebol, cuando el parrón fecunde de uvas su campo, nuestros logros y anhelos realizados nos acercarán más a ti. Y cuando ya el ocaso se presente, y nos arrebate la existencia terrenal, llamaremos a Dios con frenesí a nuestro socorro, para tomar tu mano y llegar a él, al momento de partir.

Hoy pedimos a Dios que recibas a nuestra abuelita Amanda, a nuestra Manduca en el cielo, y que desde su más sublime amor, nos guíes y cuides. Descansa abuelita, reúnete con tu esposo, tus hermanos, con Salvador “el Negrito”, tus padres, que acá tu familia está tranquila, junta, y tu recuerdo permanecerá perpetuo, en cada momento de nuestras vidas.

**  Texto leído en su despedida en la Iglesia El Divino Salvador por Ricardo Ardiles Andrade

OvalleHoy.cl