InicioOpiniónBlogs / ColumnasEl Jamón del Sándwich

El Jamón del Sándwich

Una vez más, como a lo largo de la historia, los docentes y trabajadores de la educación se transforman en una especie de eslabón perdido de las crisis sociales, o en este caso, crisis sanitaria.

Por K Ardiles Irarrázabal
Columnista

  • «Buenos días»
  • «Buenos días señor»
  • «Mire, venía a ver si aquí en el colegio me pueden sacar las guías que envían los profesores. Nosotros no tenemos impresora  y en el ciber de la esquina de mi casa cuesta $ 100 la hoja para imprimir y los profes han enviado guías como malos de la cabezas, me va a salir como diez lucas. Yo soy ambulante y con esto del virus ya nadie compra».
  • «Lo siento Señor, yo solo hago turno ético, no puedo sacar copias, no  tengo acceso a computadores ni fotocopiadoras».
  • «¡Pero cómo! si ayer dijo el ministro que tenían que  ayudarnos, si no teníamos como sacar las guías, la obligación era del colegio. ¡Yo me arriesgo a venir aquí, uno no sabe dónde se va a contagiar! Tiene que sacarme las fotocopias».
  • «¿Y  nosotros no nos arriesgamos al tener que cumplir estos famosos turnos éticos? ¿Acaso somos inmunes o inmortales? ¿Acaso no tenemos derecho a cuidarnos también?»

Una vez más, como a lo largo de la historia, los docentes y trabajadores de la educación se transforman en una especie de eslabón perdido de las crisis sociales, o en este caso, crisis sanitaria. Por un lado el  ministro de salud pide quedarse en casa para evitar riegos de contagios  y por otro el ministro de educación indica que los  docentes deben estar presentes en los colegios para  apoyar a las familias que no tienen acceso a las guías que se deben enviar a los/as estudiantes. 

Esto último era previsible. El MINEDUC, en su afán de hacer cumplir el curriculum durante esta  Orwelliana realidad, dispone de páginas web de apoyo sin tomar en cuenta que no todas las familias dispone de los insumos necesarios, no todas las familias, como se cree, tienen planes de internet  con la capacidad necesaria para descargar las actividades que se proponen, no todas las familias tiene PC o impresoras en sus hogares, no todas las familias tienen un capital cultual necesario para apoyar  le enseñanza formal de sus hijos/as, no todos saben de física, de química, de límite y derivadas, de filosofía o ciencias.

También instruye que los/as docentes, que no están en los establecimientos, para que intenten  que los/as estudiantes no retrasen sus procesos y éstos/as,   a través RRSS, web o apps envían guías, actividades, trabajos, etc., las  que eventualmente podrían  haber aplicado o desarrollado en clases. Pero en el aula estarían presentes para mediar el aprendizaje, para acompañar mejor el procesos, para aclarar dudas, etc. , porque una guía  de estudio, actividades, PPT u otras instrumentos sin mediación no aseguran un aprendizaje que se espera. 

Quizás sí lo haga una teleducación bien entendida, bien diseñada, como en países desarrollados donde las clases virtuales han reemplazado de plano a los establecimientos educacionales.

Pero no todos hemos alcanzado ese nivel de modernidad y quizás ya sea tiempo de comenzar a mirar hacia ese camino, como muchas instituciones de educación superior que se especializan en esta educación a distancia, a través de  plataformas  Moodle (seguro hay otras más modernas, pero me quedé pegado en esa) o   clases vía striming (trasmisión en directo: Google Clasroom, Zoom Meating,  Skipe, Facebook, etc))  en donde el dicente  puede o no interactuar con el docente, de acuerdo a los requerimientos y características de esas modalidades.  

Y seguro es algo que debemos hacer más temprano que tarde. Empero mientras esa modernidad llega,  en estos tiempos kafkianos, virulentos y de (seudo)aislamiento, apenas tenemos una teleducación a la chilena, sui géneris, parecida más a una educación por correspondencia  que una clase virtual propiamente tal.  O una educación por guías, sería un término más ad hoc. Pero no es culpa de los docentes,  aunque algunos apoderados así lo crean (algunos pocos afortunadamente).

Es verdad que cualquiera puede aprender infinidad de cosas hasta el fin de sus días en una autopiesis eterna,  sin que por eso se transforme en una persona educada. Mal que mal el conocimiento está, literalmente, a un clic de distancia, pero para muchos ese clic aun está lejano a su realidad.

¿Podrá acceder a ese conocimiento las familias de los colegios más vulnerables de este país, las familias que aun viven en campamentos, las familias sin un capital cultural? Otro punto para la desigualdad en que nos hemos sumergido como sociedad, donde es más importante el capital económico por sobre el capital humano, donde es más importante cumplir con  las horas y contenidos de currículum extenso que la salud física y mental de quienes debieran aprender y aprehender ese currículum (no se sorprendan si  después nos obligan a recuperar las horas el plan de estudia en extensión de horarios o los sábados). 

El educere y educare,  esa labor  noble, incomprendida y vilipendiada a veces recae en los docentes y en todo los establecimientos educacionales. Pero hoy no, hoy vivimos  una realidad alternativa y aun sabiendo que no basta con enviar guías y guías,  no tenemos otra alternativa aun. No nos hemos actualizado quizás. No todavía. Y tampoco las familias.  

Los docentes nos acomodamos y tratamos de hacer lo  mejor posible para nuestros/a estudiantes, aun así, volvemos  a ser el jamón del sándwich entre lo quiere el MINEDUC y lo que merecen las familias.

En este momento histórico tenemos que acomodarnos a la nueva realidad. Quizás  estas crisis  – la social y la sanitaria –   nos ayude a repensar no sólo la educación, sino  la sociedad, a repensar la cultura, a repensar nuestra escala de valores,  a repensar  en el fondo, la humanidad. Mientras esperamos a que ese milagro ocurra, seguiremos buscando  la mejor fórmula para intentar continuar con un proceso educativo que  a todas luces está siendo poco adecuado, poco provechoso y  si me permiten, desde un punto de vista quizás anacrónico y romántico de lo que educar,  antipedagógico y eso, eso sí es lamentable.

OvalleHoy.cl