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El principal depredador de la humanidad es el ser humano

En este mes marcado en la memoria colectiva de solidaridad, la cual nos hace pensar en lo que el Padre Hurtado en su tiempo con su accionar, sus prédicas, sus comentarios sobre la situación de tantas personas que sufrían por no tener lo necesario para una vida digna; es bueno descubrir que han pasado los años y todavía vemos que las situaciones que él denunciaba existen de manera brutal en nuestra sociedad.

“Su vida de unión con Jesucristo le arrastraba hacia los que sufren. No podía ver el dolor sin quererlo remediar, ni una necesidad cualquiera sin poner estudio para solucionarla. Vivía en un acto de amor a Dios que se traducía constantemente en algún acto de amor al prójimo; su celo casi desbordado, no era sino su amor que se ponía en marcha. Tenía un corazón como un caldero, en ebullición que necesitaba vía de escape”.

Hoy nos hace falta tener esa capacidad de ponerse en el lugar del otro ya que estamos sumergidos en nuestra propia vida con este individualismo tan marcado y penetrante en la sociedad actual.

¿Cuántas veces nos hemos quejado en la vida? ¿Cuántas veces no valoramos la vida? ¿Cuántas veces nos hemos creído autosuficiente?

Son tantas las preguntas que uno podría hacerse; pero de verdad hemos sido capaces de valorar en toda su dimensión la vida, esa que brota del amor de Dios.

Nunca podremos entender situaciones que vemos o pasamos por la vida para desde ahí, responder con acciones concretas al sentido de entregar con gestos que de verdad busquen el bienestar de todos, hoy en día vemos que cada uno se encierra en sí mismo, se ha perdido esa sensibilidad que brotaba tan fácilmente en las personas.

Nos hemos acostumbrado a cerrar nuestros ojos para no inmiscuirnos en lo que está sucediendo en la vida de muchas personas, de cientos de miles que sufren por no tener el alimento suficiente para sobrevivir, y hoy con la migración que nos toca fuertemente como país; vemos que las potencias mundiales con todo lo que gastan en armamentos, en cubrir los hoyos financieros que generan las empresas con malas gestiones, en que también hemos sido llevados en esta carga negativa, ya que muchos de los fondos acumulados a lo largo de años de sacrificio, hoy han sufrido incalculables pérdidas, pero ya estamos tan acostumbrados a estos devenirse, que no nos afectan, sólo mascamos la rabia y nos quedamos con los brazos cruzados, sin siquiera manifestar y denunciar estas políticas económicas, Si sólo basta mirar a las personas que, a pesar de todo lo que perjudica este sistema de transporte, en las cuales se pierden horas, se pierde la alegría, todos sumergidos en el malhumor o en situaciones de stress o de violencia, pareciera una vida vacía.

Pero todavía encontramos gestos que nos mueven a pensar si pusiéramos todas nuestras capacidades para buscar soluciones a realidades tan adversas que se sufren, buscando el bien de todos, no debemos cansarnos nunca para que cada uno(a) haga de esto una tarea propia luchando y haciendo conciencia que si todos pusiéramos lo mejor de sí, se podrían derribar estas desigualdades en las cuales las personas pierden su dignidad.

El principal depredador de la humanidad es el ser humano, ese que piensa que la inteligencia es capacidad para doblegar o para empujar a otros a vivir de forma mísera.

Pero en esta realidad uno descubre la esperanza, como debemos sentirnos responsables de toda la humanidad, de todo ser vivo, de toda la naturaleza; hay que pensar qué queremos dejar para las nuevas generaciones.

Esto toca toda lo que genera vida, es tan desolador lo que uno ve y escucha a través de reportajes, como va haciendo efectos este calentamiento global, como han cambiado los climas, como ha avanzado la capa de ozono, el derretimiento de glaciares que llevaban cientos de años.

¿Nos quedaremos con los brazos cruzados o tomaremos el peso a lo que está sucediendo para ser más conscientes y responsables con nuestro entorno?

Si cada uno(a) multiplicara estos gestos ayudando dentro de las propias posibilidades, cuidando nuestros espacios; fomentarías una cultura solidaria, en las cuales crearíamos cadenas de amor, esas que no se rompen, preocupándonos de los que están alrededor, ayudando y comprometiéndose de verdad con situaciones que viven miles de personas.

“El día comenzaba a declinar. Los Doce se acercaron para decirle: Despide a la gente. Que vayan a las aldeas y pueblecitos de los alrededores en busca de alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario. Jesús les contestó: Denles ustedes mismos de comer. Ellos dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que fuéramos nosotros mismos a comprar alimentos para todo este gentío. Porque había unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: Háganlos sentarse en grupos de cincuenta.

Así hicieron los discípulos, y todos se sentaron. Jesús entonces tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, dijo la bendición, los partió y se los entregó a sus discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron y se recogieron doce canastos de sobra”. (Lucas 9, 12-17)

Cuanta verdad hay en este texto, los mismos discípulos se dejan llevar por no comprometerse con las dificultades de esas personas que seguían a Jesús, mucha gente no tiene asegurado el pan para el día, los dominadores romanos se llevaban gran parte de los recursos y los políticos sacaban impuestos pesados para recargar más a las personas.

Es aquí donde Jesús muestra el sentido de su misión y del compromiso que adquiría con todas las personas que le seguían que muy bien lo comprenden, las personas que comparten sus últimos recursos con los más pobres, confiados que Dios se los doblegara.

El milagro que obra en ese momento debería ser para cada hombre y mujer de fe una prioridad de vida para esparcirla entre tanta hambre que existe hoy en día en el mundo, en este momento fallecen 20 niños por no tener el alimento necesario para vivir.

Denles ustedes de comer a esas humildes personas que deambulan por las calles, arrastrando a sus niños y su desgarradora miseria.

A esos ancianos y ancianas que encontramos en el caminar que tienden la mano para pedir.

A miles de niños que en el mundo no tienen el sustento diario para sobrevivir.

A vecinos y vecinas que se encuentran sin trabajo y esconden su miseria.

Date el tiempo, detén tu presurosa vida y acoge con amor preguntarnos ¿Qué haría Cristo?

Hugo Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl