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El tino del Presidente

La insensatez —o, por el contrario, la pertinencia— de los indultos otorgados por el presidente Gabriel Boric, al igual que la remoción de su jefe de gabinete y de la ministra de Justicia, dejan entrever un asunto de fondo bastante delicado. Para vislumbrarlo hay que remontarse a la nominación de Izkia Siches como ministra del Interior y de Seguridad Pública.

De lo que se trata en ambos casos es del tino o de la prudencia del presidente Boric. De la prudencia casi no se habla hoy. Ella era un tema recurrente en los tratadistas de la Antigüedad Clásica y en los autores de Espejos de Príncipes al inicio del mundo moderno. Uno de ellos decía, a comienzos del siglo XVI, que «las primeras conjeturas que se hacen sobre la inteligencia de un gobernante se basan en los hombres que lo rodean». De ahí la importancia de saber cómo elige a sus ministros y asesores.

Un príncipe prudente sabe que el éxito de sus políticas depende en buena parte de la gestión de sus colaboradores. Pero la responsabilidad última de su éxito o fracaso no recae sobre ellos, sino sobre él. Por cierto, el príncipe es responsable en última instancia de la gestión de aquéllos, porque él los incorporó a su equipo atendiendo a su propio criterio. Una mala gestión de los colaboradores denota una
torpeza en la elección de los mismos por parte del Presidente.

Al respecto Nicolás Maquiavelo —retomando un distingo que efectúa Aristóteles— sostenía que los hombres en general, y los príncipes en particular, «tienen tres tipos de inteligencia: la primera comprende por sí misma, la segunda distingue la que otra comprende y la tercera no comprende ni por sí misma ni lo que le explican otras». Urge preguntarse cuál de ellas tiene el presidente Boric.

Maquiavelo precisa que «para un príncipe tiene gran importancia la elección de los ministros», porque de ellos depende el futuro político de él y del país. Tales designaciones también constituyen un indicador del tipo de inteligencia del jefe de Estado, puesto que el mismo los elige y ellos, finalmente, «serán buenos o malos según la prudencia que demuestre al escogerlos». Esto implica que una vez que el líder se ha instalado en el pináculo del poder, su permanencia en él depende en medida no menor de las competencias de quienes ha seleccionado como colaboradores.

En síntesis, el gobernante al elegir a sus secretarios, asesores y ministros está sellando su propia suerte. En otras palabras, se está labrando su éxito o su fracaso, su eventual permanencia en el poder o su probable alejamiento del mismo.

Luis R. Oro Tapia
Politólogo

OvalleHoy.cl