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Elecciones y Participación

Entre quienes habitamos desde más de medio siglo en esta tierra chilena no hay recuerdo de tanto desatino en nuestros pronósticos electorales. Nadie acertó en alguna aproximación a los resultados del domingo. ¿Será que no nos conocemos, que andamos a tientas en saber lo que somos?.

Pero, a pesar de los desatinos, seguimos porfiando en hacer de profetas. SE escucha la voz de los agoreros que amenazan con descalabros si gana o pierde este candidato, con prosperidad y justicia si el triunfador es el nuestro. Siempre ha sido así y es expresión de lo que somos: porfía y fe en nuestras propias apreciaciones. Creo que nada fundamental está entregado al resultado de la segunda vuelta; no es indiferente quien gane y nos conduzca los próximos cuatro años. Lo que sí es importante es la fe que entreguemos en nuestro propio esfuerzo y la capacidad de convivencia que pongamos en nuestra vida cívica. La campaña fue pacífica como ninguna que tengamos en mente pero ello parece ser por un alto grado de indiferencia y no por el espíritu de tolerancia con que suele explicarse.

Entrando en los acontecimientos del domingo es claro que la responsabilidad de los elegidos es difícil por lo cambiante de las circunstancias sociales y la inestabilidad de la política. Nuestros representantes en el CORE deben lidiar con cierta tradición de privilegio en la asignación de recursos que ha sido la tónica en relación a la capital de provincia. Revertir esa tendencia y hacer más justa la distribución es el gran desafío. Ignoro los planes, acuerdos o ideas, al respecto que les guíen. Pero es seguro que algo habrán fraguado y ya lo sabremos.

Nuestros parlamentarios reciben la honrosa misión de emplear la mayor acuciosidad en la dictación de leyes, ejemplarizarnos con su conducta ética, con su lealtad a la vocación de servicio público que suele aparecer emboscada en conductas reprochables que merecen investigaciones penales que desconciertan y desalientan al ciudadano común quien vacila en cumplir las leyes tributarias por estimar que el destino de su aporte corre lejos de la intención social que animó su dictación.
En cuanto al presidente de la República pareciera que el país requiere un personaje de talla muy superior a la común. Un presidente que luzca méritos cercanos al estoicismo generoso que lleva al olvido de sí mismo en aras de servir la alta misión que sobre sus hombros lleva.

De lo que cada uno de nosotros exprese en la próxima jornada se compondrá el MANDATO que deba cumplir el presidente. De ahí la importancia de nuestra participación. Con nuestra concurrencia al acto electoral adquirimos el derecho a exigir el cumplimiento del MANDATO. Quién no vota no participa en la formación de la misión y por lo tanto, carece del derecho a juzgar la actuación de las autoridades.

Enorme es el peso que lleva el manto de la autoridad. Ineludible la responsabilidad participativa de los electores.

Iván Ramírez Araya
Tongoy,22 de Noviembre 2017

OvalleHoy.cl