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En esta Navidad abramos la puerta para dejar entrar en nuestros hogares al niño Jesús.

Abrir la puerta para que entre este niño Jesús en la vida de cada persona, siempre debe ser un aprendizaje que requiere sopesar todo lo que esto trae consigo ya que muchas veces estamos tan sumergidos en los quehaceres que nos olvidamos de la fragilidad que se nos pone frente a nuestras vidas es el dejar entrar a este niño que solo viene a traernos una esperanza basada en el amor, en la fraternidad, en la solidaridad.

Qué bien nos hace dejar un momento para pensar si realmente estamos allanando este encuentro. Este abrir las puertas requiere en cada hombre y mujer de fe un discernir si estamos dejando los espacios necesarios para que la vida de creyente se alumbre con esta alegría y renacer a la experiencia del encuentro real con mi fe, para desde ahí dar los pasos necesarios para alcanzar los deseos tan supremos que son el amor, ese amor con el cual se pueda doblegar todas las miserias que cada persona trae consigo.

En este mundo en que todo se hace tan individual, donde solo preocupa el bienestar personal, en este tiempo de Navidad descubramos que el nacimiento de Jesús en un pesebre nos alerta que la pobreza del alma debe borrarse para alumbrarse con esta luz que viene de lo alto a alumbrar y a permanecer en la vida como un signo de amor que no se rompe por las deslealtades que muchas veces toda persona coloca para no ver más allá; esa miopía que no nos deja ver en amplitud la llegada de este niño que quiere reinar en los corazones de toda persona.

Cuanta falta hace tener una mirada más amplia para cobijar en nuestra vida a las personas que no tienen cabida, para sentir la presencia de este niño Jesús que en su humildad nos muestra el amor y en su nacimiento en el pesebre que está abierto para invitarnos a entrar, para sentirnos inmersos en este gran acontecimiento que nos sostiene a lo largo de la vida de fe.

No pasemos de largo sino más bien cobijemos a este niño en nuestros brazos para dar un sentido muy diferente a la vida, aunque nos cueste por este individualismo tan enquistado en nuestra sociedad tan marcada por el consumismo y la pérdida de valores que nos dejó en toda su vida Jesús, involucrarse poniendo en el centro a los más pobres, acogiendo, visitando, empatizando con el dolor y sufrimiento.

Démonos el tiempo para que esta Navidad que se acerca podamos como familia encontrarnos con la oración y realizar signos que nos lleve a comprometernos con otros en el amor.

Que esa luz nos guie en este tiempo a dejar de lado esas pequeñeces que estrechan el corazón y ponernos a caminar con la esperanza de ser un servidor  para otros, como lo fue para esos hombres que siguieron esa estrella y alabaron a este niño Dios, ofreciéndole de lo que poseían para mostrar su alegría por este gran acontecimiento que los saco de sus miedos para estrechar y entrelazar el amor misericordioso de Dios.

Que en esta Navidad abramos nuestra vida para dejar entrar en nuestros hogares a este humilde niño Jesús.

                                                                  Hugo Ramírez Cordova.

OvalleHoy.cl