InicioultimasOpiniónHumanidad y reclusión.

Humanidad y reclusión.

En octubre del año pasado muchos salimos a protestar exigiendo Dignidad para la población de este país, pero muchas veces dejamos a varios grupos fuera de esta causa, en especial a la población carcelaria.

El pasado 23 de junio, por este medio se publicó una columna de opinión titulada “Delincuentes: psicópatas impunes”. De inmediato hice click, tras leer un poco, llego a ver que su autor llega incluso a insinuar que países “inteligentes” usan técnicas como la Castración química para condenar ciertos delitos sexuales, pero esto es ignorar todos los principios con los que ha avanzado la humanidad desde el fin de la IIª Guerra Mundial, evento el cual logró convencer al mundo desde la trágica experiencia que fue el Holocausto lo importante que es asegurar el tratamiento digno a toda persona, sin importar sus características, condiciones u acciones.

Lo primero que debo decir es que el crimen no es algo patológico, ya hay demasiados estudios que confirman esto, es una discusión zanjada hace más de un siglo, no tenemos porqué ahondar en esto. El crimen en Chile es más bien una situación generada por el abandono del Estado respecto de aquellos más necesitados, algo que queda reflejado en que la mitad de cada recluso en nuestro país pasó durante su infancia o adolescencia por el SENAME (1). Pareciera que las lágrimas por los niños duran hasta que cumplen 16 u 18 años, cuando pueden ser “mandados a cana”.

Y sí, el Estado sí invierte 724.000 pesos mensuales por reo, pero esto no es necesariamente por la “humanidad del Estado”, esto se ve evidenciado en que ese dinero pareciera caer mucho más en faltas de eficiencia en un sistema carcelario que tiene condiciones que más asimilan un centro de reeducación de una dictadura totalitaria a la cárcel que un país “desarrollado” tendría.

Según el INDH, casi la mitad de las cárceles chilenas están por sobre su capacidad máxima (2), sin contar la normalización de las amenazas y abusos físicos de parte ya sea de otros reclusos o por fuerzas de Gendarmería (que debieran hacerse cargo en la prevención de violencia intra-carcelaria).

Estas precarias condiciones no se dan solo por falta de eficacia o de financiamiento real a las cárceles, sino también por el creciente número de personas que son condenadas excesivamente por delitos “menores”. Es cosa de recordar el incendio de la cárcel de San Miguel el 2010 donde no habían tan solo asesinos o violadores, sino que terminó con la muerte de un hombre que estaba en la cárcel por vender DVDs “pirata”, quien terminó muriendo tras las rejas por tratar de financiar la educación secundaria que no pudo completar en el pasado (3).

El susodicho artículo también mencionó la pena de muerte, que termina comparando al Presidente que firmare su abolición por temas totalmente distintos a política penal. He de decir solamente que estoy totalmente de acuerdo con la abolición de este tipo de condenas, considerando, además de lo inhumano e ilógico que es el asesinato, que existe un riesgo real de condenar a muerte a alguien que termina absuelto post-mortem de los delitos que se le imputaron. Cosa tristemente común en los países con ese tipo de penas y una de las razones por la que nos comprometimos a no volver a imponerla.

Lo primero que debemos hacer para parar con este ciclo vicioso de condenas excesivas y populismo penal es terminar con determinar al delincuente como “psicópata”, sino que hay que verlo por como es: Una persona que ha roto las reglas que como sociedad determinamos ser esenciales, por lo que cumple una pena temporal con la que paga el daño cometido . Sí, hay daños que nunca podrán volver, como el asesinato de alguien, pero suena bien hipócrita el solucionar la muerte de la víctima con la muerte del autor, cualquier persona lógica notaría esta contradicción.

Cabe decir además que el hecho de haber cometido un delito no suspende los Derechos esenciales que todos tenemos por ser personas, tan solo aquellos políticos en casos especiales. Nunca dejamos de ser personas, ni aunque hayamos cometido los peores actos imaginables.

Las penas deben ser proporcionales al delito, en nuestro país penamos el “lanzaso” con la misma pena que el causar lesiones por manejar en estado de ebriedad, ejercer la profesión médica sin título o la compra de pornografía infantil. Tres actividades que sin lugar a dudas causan mucho más daño a la sociedad que un robo por sorpresa, pero es cosa de ver qué tan “popular” es el primero para que nuestros políticos y la población exijan prácticamente la horca para quien cometa este delito.

El aborto fuera de las tres causales tiene una pena sobre los 3 años y un día, más que los delitos antes mencionados e igual a delitos como lo es la pederastía o la tortura cometida por empleado público. 

En nuestro país, el tema del crimen ha sido sujeto de campañas políticas a más no poder, y estas absurdas equivalencias entre actos totalmente distintos son los resultados de ese clamor popular por penar a los “psicópatas”. Sin contar que esto refleja la discriminación por clase que existe en Chile, siendo delitos como el “lanzaso” cometidos más por necesidad que por “maldad” o intención directa como lo es la pederastía.

Esa discriminación se refleja aún más en el mismo informe del INDH citado anteriormente, donde se menciona que el Centro de Detención Preventivo de Combarbalá no tiene ni siquiera una enfermería disponible para sus reclusos, pero Punta Peuco, centro donde están criminales que violaren, torturasen y asesinaren a personas por tan solo pensar distinto, tiene un profesional médico cada 12 personas (2).

No terminaré con algún cliché típico de “aprender a perdonar”, porque esto no es un tema de perdón, es un tema de darle seriedad y lógica a la política penal de nuestro país. Es necesario cambiar el enfoque a uno de rehabilitación plena, partiendo por solucionar las condiciones inhumanas a las que se ven sometidos los reos en cárceles y por disminuir penas excesivas para que de verdad se traduzcan equivalentemente al daño que se comete a la sociedad con su accionar.

Las cárceles debieran ser el lugar donde el Estado y la Sociedad le den una “segunda oportunidad” a quienes violen las normas que estimamos esenciales, asegurándoles que no están abandonadas por estas, generando esperanzas y no miedo ni más crimen aún (recordar que hoy las cárceles son las “universidades del delito” más que un centro rehabilitador gracias a esa sensación de abandono). Y si es necesario invertir más dinero en las cárceles con tal de arreglar las condiciones de estas, que sea bienvenido.

Es hora de construir una mejor sociedad, entre todos y para todos.

Felipe R. I. Hernández Romero.

Twitter: @FHernandezR14

(1) https://www.emol.com/noticias/Nacional/2017/03/20/850222/Uno-de-cada-dos-reos-pasosu-infancia-o-adolescencia-en-un-centro-del-Sename.html

(2) https://www.indh.cl/informe-indh-malas-condiciones-de-vida-hacinamiento-castigos-yviolencia-persisten-en-carceles-chilenas/

(3) https://www.emol.com/noticias/nacional/2010/12/08/451700/el-tragico-destino-delvendedor-de-peliculas-pirata-en-la-carcel-de-san-miguel.html

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