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Invernación en la sala de espera: una crítica al sistema de salud pública

Como obra casi caritativa del estado, existen instituciones públicas, enfocadas de manera consciente, al público más bajo de la sociedad. Para el estado, la pobreza es una especie de virus infectado que se propaga por masas inmanejables. Esas masas inconformistas que revientan al Estado de exigencias y demandas casi utópicas: respeto y dignidad.
Es la experiencia del humano la que crea esta realidad denigrante que existe en los Hospitales Públicos de Chile. 4 horas. 4 síntomas. Dolor abdominal, entumecimiento en las extremidades izquierdas, sudoración e hipoxia. Síntomas claves que para muchos se reducirían a un Infarto,
pero que para el servicio de urgencia se reduce a 4 horas.

No hace falta la internalización completa dentro del sistema de salud público para notar las irregularidades. Basta tomar asiento, esperar que lleguen las 9 de la noche y recorrer con la mirada las caminatas entre sala de urgencia y secretaría. Las risas, las conversaciones, las zapatillas que recorren de un lado a otro para atender asuntos repetidos: «¿supiste que el
doctor del box 3 se separó?» «No me gusta esa película, cambia de canal la tele», «¿cómo estuvo el turno pasado?».
Evidentemente, la comunicación es relevante para el ser humano, aún cuando se ha esperado por más de 4 horas una atención. «Es que hay cambio de turno, por eso no se ha ingresado a nadie». Esa es la respuesta, no varía, la perfecta excusa para mantener cualquier cólera en estado de invernación, todos los virus detienen su propagación, la hipoxia se transforma en hiperventilación y por supuesto, la muerte no cruza los umbrales de la posibilidad.

No dices nada: es un sistema público, que más se puede esperar. Dentro de las salas te encuentras con enfermeras diciendo «qué esperen un rato, si acabo de llegar», «me estoy recién instalando». Un minuto logra hacer la diferencia en cualquier paciente. Esto no se trata de correr por los pasillos, esto se trata de salud pública, salud que el Estado mantiene gracias
a los mismos que visitan el hospital. La incompetencia, la falta de vocación, la destrucción de la dignidad de nuestros pares, la baja calidad comunicativa hacia los pacientes, la poca benevolencia. ¿Somos acaso para el propio sistema público una enfermedad que intentan sanar a través de la ignorancia y la indignación? ¿Quienes son, verdaderamente, los que debiesen exigir calidad en las puertas de los hospitales públicos de chile? ¿Es acaso el sistema público el alimento más deseado por la Esperanza?

El hospital público de Ovalle es una vergüenza para quien posa su nombre allí. La incompetencia ha llevado a crear la nueva genialidad del sistema: un box para determinar la gravedad de cada paciente. Ya no solo resulta eterno tener que esperar por una atención denigrante, sino que además debemos someternos a una evaluación previa de la cuál los patrones de espera no son nada diferente a los de una atención.

7:50 am, Ovalle. La gran sala de estar que por la noche parece un teatro vacío, por la mañana es un corral de infecciones y vejez, esperando por una muestra de sangre, un doctor especialista, se ve interrumpida diariamente por el nepotismo existente. Y no hablo del nepotismo familia, sino de otro tipo de nepotismo: el de paciente-enfermera. Yo mismo he sido parte de un grupo de personas que independiente de la hora, tiene un puesto asegurado en la toma de muestras del Hospital de Ovalle. Pero, ¿qué ocurre una vez que los paciente no cuentan con tan grado de contactos? Pueden estar hasta 6 horas en la misma sala, sin respuesta y denigrados.

¿Cuál sería la brillante solución de los próximos candidatos presidenciales? Para José Antonio Kast quizá todo se resuma a: «fácil, hacemos un lunes de cardio y neuro. Martes de kine y neo. Miércoles de geriatría, viernes de medicina general y sábado de urgencias». Quizá para Beatriz Sanches baste con mejorar los sistemas de emergencia primarios. Para Lavín podría ser una falta de empatía de parte del paciente hacia el sistema mismo. Para mi, la solución es sencilla: computarizar el sistema público. Que cada box se conecte a una pantalla en la sala de espera. El paciente que ingrese debe hacerlo con su huella, cuando termine su consulta, de igual forma. Así aseguramos que el flujo de personal no se pierda entre salas oscuras y horarios fantasmas, y que todo paciente en la sala de espera tenga en conocimiento qué box está ocupado y cuál no. Un sistema computarizado que permita monitorear no el trabajado de los empleados, pero sí del tiempo-espacio en el cual se desenvuelven para no permitir otras 4 horas de invernación.

Por Alejandro Libar.

OvalleHoy.cl