Me cuentan que la intervención de José María Memet, uno de los invitados principales de la XXVII Feria del libro de Ovalle, fue interrumpida en la noche del miércoles por el típico curadito que lo habría increpado groseramente, en desacuerdo con lo que estaba escuchando.
El episodio afortunadamente no pasó a mayores porque rondaba por el lugar una pareja de carabineros que retiró diplomáticamente al molesto espectador.
La Feria del Libro de Ovalle ha tenido en toda su historia una serie de episodios que hoy los organizadores de la época recuerdan con simpatía, aunque en el momento se llegaron a poner verdes con el bochorno. Episodios que fueron tomados, más-menos, con indulgencia y hasta humor por los invitados.
Por ejemplo recuerdo cuando el destacado escritor de libros para niños, Saúl Skolnick, intervenía con su poderosa voz en la plaza de armas y un perro vago que solía estar en el sector, molesto por su tono, se acercó y a menos de dos metros de distancia comenzó a ladrarle con ferocidad. Skolnick interrumpió su disertación y, dirigiéndose al perro, le respondió a ladridos con voz tonante. El can lo miró asombrado y, en medio de las risas y aplausos de los asistentes, dio media vuelta y con el rabo entre las piernas se retiró del lugar.
“Hay que saber hablarles en su idioma “, explicó el escritor con una sonrisa.
En el mismo lugar un no menos sobresaliente escritor nacional de obras de denuncia política (se me escapa el nombre) presentaba ante el público su libro éxito de ventas en el país, cuando de manera gradual se acercó por un costado un “curadito” que permaneció alrededor de tres minutos escuchándolo atentamente. Finalmente el hombre no pudo resistir de aproximarse más para espetarle en voz alta:
“¿Sabís? …. Estai hablando puras h…”.
El autor posteriormente me confesó haberse asustado. “Es que lo vi tan enojado que creí que me iba a pegar”.
Yo mismo fuí objeto de una experiencia similar ocupando el mismo lugar en la Plaza.
Presentaba a un escritor invitado y en los momentos que hablaba, observé por el rabillo de mi ojo izquierdo la presencia del “Nanito”, el muchacho de los palos, que me observaba a distancia, y luego comenzó a aproximarse. Y para sorpresa mía y la risa de todos los espectadores, cuando llegó junto a mí, se inclinó para darme un sonoro beso en la pelada. Luego se alejó con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
También en todas las ferias del Libro se mezclaba entre los espectadores un personaje de aquellos a los que les faltan patos en el estanque. Pero lo dejábamos estar porque era pacífico y , después de todo, ayudaba a hacer número de público (¡a las presentaciones literaria asiste tan poca gente!) ; eso aunque cada cierto tiempo colaboraba con sonoros aplausos o risotadas fuera de tiempo si algo le parecía divertido, lo que a veces solía descolocar a los autores foráneos invitados.
Recuerdo que en una oportunidad uno de ellos, al finalizar su presentación, me preguntó con extrañeza:
“¿Te diste cuenta de ese señor tan raro que estaba entre el público?”.
Es que era imposible que no lo advirtiera, porque el personaje mantenía abierto delante de su rostro un diario, que tenía una ventanilla al medio, por la que seguía la disertación, como a través de una pantalla.
Para evitar estas inesperadas intervenciones, adoptábamos algunas medidas preventivas sencillas. Por ejemplo para impedir que la gente se cruzara entre los escritores y el público interrumpiendo las disertaciones, instalábamos a ambos lados barreras de tránsito. Y , más aun, para evitar la aparición imprevista de personajes sospechosos , poníamos a guardias en ambos lados. Estos apenas veían que un curadito o un “fumón” intentaba superar estas barreras y acercarse a los invitados, discretamente lo retiraban del lugar.
Es verdad que hubo chascarros más incómodos que no se pudieron evitar. El ocurrido por ejemplo cuando la Feria del Libro se realizó excepcionalmente en el Centro Cultural Guillermo Durruty (la recién remodelada ex estación de Ferrocarriles) y el invitado de honor era el laureado escritor de novelas policiales Roberto Ampuero ( reciente ex Ministro de Cultura de Sebastián Piñera). Al momento de responder consultas de los asistentes Roberto se puso verde , amarillo, rojo, morado cuando alguien del público (el hermano de un conocido escritor local) le preguntó derechamente:
“¿Es verdad que usted es agente de la CIA?”.
Y ahora, cuando a veces nos encontramos en alguna parte , Ampuero se suele acordar de ese episodio. «Que es de ese niño que esa vez me preguntó…?»
Pero episodios como el que vivió Memet el miércoles , en verdad suelen agregar sal y pimienta a la Feria del Libro y sacar de su formalidad a nuestra casi treintona Feria del Libro. Y sirven para que cuando nos reencontramos quienes los vivimos directamente como organizadores o espectadores podamos recordarlos:
“¿Te acordai cuando….”. Y nos atacamos de la risa al revivirlos.
Mario Banic Illanes
Escritor